

Recordar esa mañana, fresca, con los titulares de La Nación y Clarín, que preludiaban la gravedad de su estado de salud, la posterior placa de Crónica, que me cacheteó y congeló ese momento para siempre. El llanto, sentido, por varios días, llanto que jamás creí poder llorar por la muerte de una persona que no conocía, al menos, físicamente. Lloré y vi llorar a mis seres más queridos. Y fui a una plaza donde me encontré acompañada en el sentir, en la angustia, en la tristeza más llana.
Su muerte nos afectó a todos, en formas que, creo, todavía no puedo vislumbrar. Creo que, como ya se ha dicho, nos dará fuerza, para seguir adelante, para mantener nuestras ideas e ideales y jugarnos por lo que consideramos que es justo.
Éste es el momento, entonces, para jugarse, para no callarse, para salir del clóset y decir: sí, soy kirchnerista, y qué?
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