viernes, 31 de diciembre de 2010

Feliz 2011 para todos!!!

La aventura del hombre
Por Juan Forn


Dice Marshall Berman que, después de la aparición de su gran ensayo Todo lo sólido se desvanece en el aire, que fue la obra de su vida y publicó a principios de los años ‘80, se fue sintiendo cada vez más arrinconado por la obligación de publicar: “Crecí con la convicción de que un libro debe surgir de las profundidades del alma de su autor y lograr convertirse en un todo orgánico. Conseguí escribir un libro así. Como no pude hacer otro libro semejante, no publiqué más. No dejé de escribir, pero nada me parecía lo suficientemente bueno como para merecer el título de libro”. De hecho, el volumen titulado Aventuras marxistas, que reúne piezas sueltas que Berman fue publicando a lo largo de su vasta trayectoria intelectual, sólo apareció después de años y años de insistencia de su fiel editor inglés. Y, para su propia sorpresa, Berman descubrió que esas piezas conformaban mensajes escritos en una botella que se había enviado a sí mismo sin saberlo, a lo largo de los años.

Nacido en el Bronx, hijo de un judío trapero devorado por la pujanza del capitalismo norteamericano, el joven Berman se internó en el marxismo para dar sentido a la muerte de su padre: “Sólo analizando su vida pude entender la mía, imaginar quién quería ser en el mundo. Con el tiempo descubrí que estudiar vidas humanas es una de las grandes cosas para las que sirve el marxismo”. La obra de Marx es, para Berman, un formidable I Ching que todo lo contiene, si uno sabe qué preguntarle (y, por supuesto, con el tiempo siempre descubrimos que el I Ching no contesta la pregunta que le hacemos sino aquella que no sabemos cómo formular). Hay quienes usan así la obra de Shakespeare, o la de Kafka. Berman eligió la de Marx, sencillamente porque “es uno de los escritores más comunicativos de la historia, alguien que presentó las ideas más complejas de la manera más intensa y dramática, y nunca escribió en lenguaje excluyente (como suelen hacer quienes escriben sobre él) sino como un hombre que habla a los hombres”.

Berman entró en Columbia gracias a una beca pública y después fue a Oxford gracias a otra beca pública, pero desarrolló toda su carrera no en esos ilustres claustros sino en el City College, “entre estudiantes que, como yo, provenían de la clase trabajadora y de las calles de Nueva York”. A lo largo de todos estos años, en sus clases y en sus textos, Berman puso a dialogar a su época con Marx y logró generar en sus alumnos y en sus lectores lo que Marx generó en él: contagiar su visión del mundo haciéndonos ver en esas palabras nuestra visión del mundo. Se ha dicho muchas veces que leer y escribir son dos facetas de una misma actividad. Berman ha escrito y dado clase así siempre: en un diálogo simultáneo con el hombre que le enseñó a leer y con aquellos a quienes se quiere dirigir con lo que escribe, “como un hombre que habla a los hombres”.

Para Berman, Marx dejó la obra más elocuente de los tiempos modernos porque sigue explicando la realidad, nuestra realidad, como pocos, o como nadie. Esa elocuencia se debe a la amplitud del objetivo de Marx (la extraordinaria esperanza que implica un mundo donde el máximo objetivo del ser humano no sea explotar a los demás, a la naturaleza y hasta a uno mismo sino superar esa explotación) pero especialmente a la intensidad con que escenificó nuestra condición (entendiendo por nuestra condición el mundo capitalista: ese mundo que le tocó vivir a Marx y también a Berman, y a todos nosotros). Aunque El Capital esté firmado con su nombre, Marx lo presentó como una empresa colectiva y, en colaboración, que surgió del trabajo de cientos y miles de personas: una asombrosa multiplicidad de voces, ilustres y anónimas, de mineros y tenderos, políticos y filósofos, que aparecen unas pocas líneas o en prolongadísimos debates con él. Hasta el más acérrimo de sus adversarios reconoce hoy que nadie entendió más a fondo el capitalismo. Incluso el hecho de que El Capital haya quedado inconcluso es una buena prueba de ello: “¿Cómo podía concluirse si el capitalismo sigue vivo?”, dice Berman.

Esto no es una boutade, sino una convicción: “La visión del mundo en su conjunto es lo más vivo y estimulante que puede transmitir un escritor a través de su obra”, dice Berman. Esa visión, que suele ser menos tangible que su política, su economía, su religión, su ideología, es, sin embargo, más profunda, porque es lo que hace que la obra de un escritor mantenga elocuencia después de que su causa política, económica, religiosa o ideológica haya ganado, perdido o se haya apagado. Y ése es el Marx que Berman nos pone delante. “El inmenso poder del mercado en las vidas íntimas de los hombres modernos nos lleva a mirar la lista de precios en busca de respuesta a preguntas que no son realmente económicas sino metafísicas: preguntas acerca de qué vale la pena, qué es honorable, incluso qué es real. Aquello para lo cual hoy buscamos desesperadamente definiciones ya fue definido hace más de un siglo por ese hombre que debió convertirse en el mayor experto en el capitalismo para que alguna vez logremos darle un desenlace.”

Nos demos cuenta o no, nuestro capital espiritual sigue teniendo en su centro lo que nos dejaron los titanes atormentados del siglo diecinueve: Beethoven, Dostoievski, Van Gogh, Nietzsche, Baudelaire, Goya y siguen las firmas. Y el motor del capitalismo sigue consistiendo en aliviar a sus creyentes de la responsabilidad de sus acciones. Todos aquellos que hoy pueblan las infinitas oficinas y negocios y fábricas y depósitos de las grandes ciudades del mundo, identificándose alegremente con los dueños del capital hasta que la empresa o el mercado decreta la obsolescencia de sus habilidades (e ignorando alegremente mientras tanto que dan o reciben órdenes de personas que son de su propia clase por la sencilla razón de que comparten su misma vulnerabilidad), tarde o temprano, con la cabeza en la almohada o frente al espejo al despertarse, sienten el mismo rumor ensordecedor que resonaba en la cabeza de Dostoievski y de Marx, de Van Gogh y de Kafka, de Baudelaire y de Nietzsche. El extraordinario mensaje en la botella que nos hace llegar Berman con sus Aventuras marxistas es que no vivimos el fin de la Historia: en todo caso, somos el último capítulo hasta que logremos crear el siguiente. Una hermosa noticia para acompañarnos en el paso del último día del año al primer día del año que viene.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Ξενόφοβος

Macri, xenofobia después de Menem
Por Alejandro Grimson *

Las declaraciones de Mauricio Marci y de su jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, acerca de la situación del Parque Indoamericano y la culpabilización a los inmigrantes de países limítrofes nos retrotrae a debates de los años noventa o a las políticas de la dictadura militar que parecían superadas. Desde Menem y antes Videla, ningún funcionario de tan alto rango hizo una declaración tan cargada de xenofobia. La dictadura impuso una nueva ley de migraciones, que acompañó con políticas xenófobas que perseguían a la población de Bolivia, Paraguay y otros países latinoamericanos. Desde 1983, con el nuevo período democrático, no hubo declaraciones ni acciones políticas gubernamentales que atacaran a los inmigrantes, excepto durante el gobierno de Carlos Menem. El propio Menem, el gobernador Duhalde, el canciller Di Tella, el jefe de Migraciones, el jefe de policía, en diferentes circunstancias, realizaron declaraciones xenófobas que los investigadores argentinos coleccionamos y analizamos durante quince años.

Esas declaraciones afirmaban que los problemas sociales y de inseguridad eran producto de una “nueva ola migratoria” desde Bolivia, Perú y Paraguay. Analizando los censos desde 1869 hasta el de octubre de 2001 inclusive, demostramos que esa “nueva” inmigración nunca existió. El porcentaje de migrantes limítrofes en el país se mantuvo todo este período en alrededor del tres por ciento. Lo que hubo fue una utilización de los migrantes como chivo expiatorio de las consecuencias dramáticas de las políticas neoliberales. Puesto que, según rezaba la dirigencia neoliberal, ingresábamos al primer mundo, la Argentina tenía que tener sus turcos como Alemania, sus mexicanos como Estados Unidos.

Demostramos, además, que los argentinos tienden a ver muchos más bolivianos de los que hay en la realidad. Primero, porque cuando estaban en zonas fronterizas, los porteños y los medios porteños no los veían “en la Argentina”. Pero además porque consideran como extranjeros a los hijos argentinos de los bolivianos, también a los jujeños y, finalmente, a todos los que tengan alguna ascendencia indígena. Esto se debe a que la exclusión social, la desciudadanización neoliberal tendieron a extranjerizar a los pobres en general. Produciendo una gran paradoja: los descendientes de los pueblos que vivían en América antes de la llegada de los colonizadores son considerados por los más poderosos descendientes de los europeos como inmigrantes.

Frente a la crisis en que iba ingresando el país en 2000 y 2001, el discurso xenófobo iba perdiendo credibilidad. ¿Quién podía creerse que en vez de la convertibilidad y el remate del país los problemas venían de los bolivianos? Ni De la Rúa ni Duhalde en su presidencia realizaron declaraciones xenófobas.

En 2003-2004 el Congreso Nacional votó una nueva ley de migraciones que reemplazó a la Ley Videla. Es una ley democrática, que garantiza todos los derechos fundamentales a todos los habitantes del país y no sólo a todos los argentinos. Miles y miles de niños con problemas de documentación ingresaron al sistema de educación pública por esa razón, del mismo modo en que todos deben ser atendidos en los hospitales públicos sin importar su nacionalidad. Desde universidades de Estados Unidos vienen a estudiar hoy cómo pudo la Argentina tener una ley tan avanzada y democrática, que sería inviable políticamente en Estados Unidos.

Desde 2003 ningún presidente, pero tampoco ningún funcionario de alto rango, ni del oficialismo ni de la oposición, realizó una declaración como la de Macri, diciendo que hay “descontrol del avance de la inmigración ilegal”. Además, Macri afirmó que hay una “política descontrolada”, seguramente en alusión al plan de legalización más abarcativo que se recuerde, llamado “Patria Grande”. Por su parte, Rodríguez Larreta dijo que en la Argentina hay “una ley muy permisiva respecto de la migración: viene la gente y al poco tiempo de estar en la Argentina pide una vivienda, usurpa, después viene el juez que obliga al Estado a dar una vivienda”. Agregó que “es una lógica perversa”, “que lo único que hace es promover que venga más gente de los países limítrofes para usurpar terrenos y pedir viviendas. Tenemos que cortar eso”, agregó.

Lo que tenemos que cortar, de raíz, es la xenofobia de Macri y de Rodríguez Larreta. No hubo nada parecido en casi tres décadas democráticas, salvo Menem. Pretenden colocar a los inmigrantes causando un problema que sólo han provocado sus propias políticas o, mejor dicho, la inexistencia de las políticas de vivienda en la Ciudad. Y no sólo de vivienda. De paso, actúan igual que la derecha conservadora en todos los países del primer mundo. Están a tono.

Cuidado: van contra los que vienen desde países latinoamericanos como si no hubiera habido italianos y españoles, más de un Rodríguez, en las huelgas de inquilinos de principios del siglo XX en Buenos Aires. Pero también van contra nuestras leyes y contra nuestra Constitución. Mientras hablan de “hacer cumplir la ley” dicen que nuestra ley es errónea, demasiado democrática. La refundación de la xenofobia sólo puede hacerse sobre la falsificación de los datos sobre inmigración.

* Antropólogo. Conicet/Idaes-Unsam.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Cables cruzados...

Whiskyleaks
Por Luis Bruschtein

De los más de 250 mil cables que liberó Wikileaks, 2233 corresponden a la Argentina, o sea menos del uno por ciento. Sin embargo, El País (el único medio de habla hispana de los cinco que tuvieron acceso inicial a los cables) le ha otorgado un centimetraje de nota principal en tres de los cuatro primeros días del wikileaksgate. Una de dos: Argentina es uno de los países más importantes para los Estados Unidos o es uno de los más importantes para El País. Lo primero suena un tanto pretencioso. Argentina no es tan importante en el mundo, aunque así les pueda parecer a los argentinos. Entonces se trata de una decisión editorial del diario español, asociado en la Argentina con el diario La Nación, y dueño o socio en la propiedad de otros medios de comunicación, entre ellos Radio Continental.

El primer día, El País le dedicó un lugar en la tapa: “Preocupación en Estados Unidos por la salud mental” de Cristina Kirchner. Un destaque así es poco menos que decir que la presidenta argentina está tan mal de la cabeza que le chifla el moño. Ese mismo día publicaba en la portada junto a la foto de Cristina Kirchner, las de Sarkozy, Ahmadinejad, Chávez, Merkel y Putin. El País, cuya mirada sobre América latina suele ser muy conservadora, forzaba a toda máquina los cables relacionados con Argentina. Se supone que el foco de atención internacional está puesto en Afganistán, en Medio Oriente, China o Europa. Pero El País ha incorporado a la Argentina a esa reducida lista.

De la palabra “preocupación” con la que presentó la noticia el primer día, y que fue utilizada por el diario La Nación al siguiente para su principal título de tapa, pasó al más sobrio “inquietud” en el título de la nota cuando finalmente apareció, y terminó en un modesto “curiosidad” en el texto de la periodista Soledad Gallego. En el primer día la nota destacaba que la preocupación que despertaba en Estados Unidos el gobierno de Cristina Kirchner los había llevado al punto de inquirir sobre la salud de la Presidenta. Pero el cable original no hablaba en ningún momento de preocupación por la política del gobierno argentino. Eso era un agregado libre de El País. La corresponsal en Argentina finalmente aclaró que el planteo de ese cable –que llevaba la firma de “Clinton”– consistía en un trámite normal en las cancillerías que suelen pedir un perfil psicológico de los principales líderes. En todo caso, el cable nunca hablaba de “salud mental”, como se consignaba inicialmente en El País, sino que preguntaba por el “estado mental” y la salud de la Presidenta. En esa jerga periodística “salud mental” quiere decir loco. “Estado mental” es mucho más amplio y abarca situaciones que están enumeradas en el mismo cable, como por ejemplo la capacidad de la Presidenta para tomar decisiones en situaciones de estrés.

Toda la inundación de Wikileaks fue entonces digerida primero por El País, por lo menos en lo relacionado con Argentina, con leves transgresiones en la traducción y una edición forzada. Así, daba pie para poner en funcionamiento en Buenos Aires la maquinaria de la corporación mediática local, de la que también forma parte y que está en guerra abierta y total con el Gobierno. Clarín y La Nación levantaban de El País y titulaban con la misma tendencia, como si para Washington Argentina estuviera gobernada por una banda de locos, espías, chorros y narcos.

Y cada quien usó los cables para llevar agua a su molino. Por ejemplo, en Infobae se habló del objetivo de la política norteamericana de sustraer a la Argentina del eje bolivariano. Pero no es lo mismo decir “sustraer” (como si ya estuviera dentro) que “mantener a la distancia” a la Argentina de esa influencia, como efectivamente decía el cable en cuestión.

Paradoja: en todo el escandalete, el menos malo ha sido el ogrísimo del imperialismo norteamericano, que esta vez fue sorprendido en paños menores. Sin esos leves toques en la traducción ni la edición forzada, los famosos cables relacionados con Argentina son hasta ahora, falta conocer miles, palabrerío puro sin atractivo periodístico. La verdadera “inteligencia” norteamericana no se revela en esos cables. Si fuera así, viviríamos en un mundo bastante más tranquilo. Lo que sí ponen de manifiesto, en cambio, son los prejuicios del funcionario medio norteamericano y su poca apertura de criterio para observar la realidad de los países latinoamericanos, lo cual excede a las administraciones que se suceden en Washington. Todas las referencias enunciadas en los cables provienen de conservadores de oposición o ex funcionarios enemistados con el Gobierno. Esas son las fuentes de la embajada. Casi todos los temas mencionados en los cables ya fueron difundidos en la Argentina en su momento con grandes titulares por los grandes medios. Repitieron lo que ya se había publicado como parte de campañas que en el tiempo mostraron poca consistencia.

De todos modos, los cables son bastante escrupulosos para señalar la mayoría de las veces que son opiniones de terceros. Pero en los titulares de los medios, eso no se aclara. Ni siquiera se aclara que fueron escritos por funcionarios de baja categoría en algunos casos. En los titulares aparece como si Washington estuviera avalando todas las denuncias que han formado parte de la campaña de los grandes medios. El jueves, por ejemplo, el titular a cinco columnas de La Nación decía “EE.UU. expuso sospechas sobre manejos financieros de los Kirchner”. El título da a entender que la noticia viene de Washington para acá. Pero en realidad fue de acá para allá. Y en el cable enviado por un funcionario de la embajada a sus superiores se aclara muy especialmente que se trata de afirmaciones de un tercero, el economista Mariano Federici, consultor regional del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pedirle a un funcionario del FMI que opine sobre los Kirchner es como pedirle a Bin Laden que opine sobre los Estados Unidos.

Clarín de ese día usó también un título catástrofe para denunciar “Espionaje a opositores y obra pública dudosa”. En la nota se afirma que un cable enviado por el consejero político de la embajada, Thomas Kelly, dice que a Aníbal Fernández lo “persiguen rumores de corrupción”, así como “sospechas de presuntos vínculos con el narcotráfico” y de ordenar el “monitoreo clandestino de mails de opositores políticos”. En realidad, en ese mismo cable de 2009, Kelly enfatizó que esa información “no tiene suficiente fundamento” y que “no existe evidencia contundente”, pero igual en Argentina mereció un super título.

A pesar de todo, en este caso el papel de la diplomacia norteamericana es secundario. Sólo demostró que si quiere cambiar realmente su relacionamiento con América latina, tiene que empezar a buscar otras fuentes de información menos ideológicas. En cambio, los cables de Wikileaks fueron incorporados como nuevo material de la campaña granmediática contra el gobierno de Cristina Kirchner.

La impunidad de los medios pareciera total. Temas que fueron parte de una campaña mediática en su momento, con denuncias que nunca fueron comprobadas pese a haber ocupado títulos de primeras planas, son tomados por los funcionarios de la embajada –como versiones– en los informes a sus superiores. Wikileaks los revela, El País los publica y finalmente vuelven a su punto de origen: los titulares de primera plana de los grandes medios locales, esta vez como si provinieran del gobierno norteamericano. La impunidad es tal que, a pesar de la evidente inconsistencia del mecanismo, consiguen hacer mucho ruido.

Tiempo atrás, una campaña de ese voltaje podría haber sido demoledora, casi destituyente. Pero llegó tarde. Pasó apenas un mes de la muerte de Néstor Kirchner. El oficialismo recuperó espacios que había perdido desde la derrota de la 125 y en algunos casos traspasó marcas previas a aquel momento. Y la oposición pagó sus errores con un proceso centrífugo. Más que nunca en todos estos años los grandes medios actúan como el muro del que hablaba Elisa Carrió, “la última trinchera”, o la primera en defensa de sus intereses.

Tras la muerte de Néstor Kirchner y con el ascenso de la candidatura de Cristina Kirchner, en los mentideros de la política se daba por hecho que durante el año que falta para las elecciones presidenciales de octubre, vendría una campaña despiadada, porque es mucho lo que está en juego. En vez de respetar el tiempo del luto, los grandes medios prefirieron salir con los tapones de punta cuando la mayoría de la sociedad todavía ve con respeto, y en algunos casos con afecto, la imagen de una viuda despidiendo a su marido. Una movida de esa potencia puede producir antipatía y no solamente en los ámbitos oficialistas. El viento cambió y ahora se lleva el fuego para el lado de quien lo enciende. Como dijo Sun Tzu: “Lo que no te mata, te fortalece”.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

A reirnos un rato....o a llorar, cada uno elige...

El argentino antiargentino (Fuente: Ni a Palos: niapalos.com)

- Si tuvo la oportunidad, está casado/a con alguien europeo.
- Tiene algún hobbie estúpido, como coleccionar posavasos de los cinco continentes.
- Piensa que sus fracasos personales se deben a que vive rodeado de vagos, burros y corruptos.
- Es apolítico o en el mejor de los casos es radical, que es más o menos lo mismo.
- Le resulta primitivo usar una escarapela en la Semana de Mayo. En su lugar usa todo el año el pin de la escuela de yoga a la que pertenece.
- Piensa que al Bicentenario lo tramó la Presidenta para ganar en las próximas elecciones.
- El Bicentenario lo desesperó al punto de tirarle una botella a la Sole (embarazada).
- No se anima a decirlo, pero, para él o ella, lo mejor que les pudo pasar a las Malvinas es ser una colonia Británica.
- Tenía algún que otro amigo cumpa…. con quien sólo se saluda por Facebook.
- Ametralla frases como: “El problema de este país…” o “En los países en serios…”.
- Admira el sistema político chileno.
- Nunca fue a chile.
- Muere por tener un pasaporte europeo.
- Se vive quejando aunque cambie el auto todos los años.
- Tiene la fabulosa capacidad de encajar en cualquier conversación la frase: “¿Y qué querés? Con este país de mierda…”
- Considera que los negros del Bronx son cultura callejera pero los del conurbanos son una manga de vagos que viven del estado.
- Acepta que los festejos del Bicentenario estuvieron “más o menos buenos porque la tecnología era importada pero falló la organización en la puntualidad de los recitales”.
- Repite que los de Fuerza Bruta son vascos.
- Acepta que una orquesta de tango es buena cuando se consagró en Japón.
- Odia a Riquelme.
- Si es pendejo escucha Aspen o La Metro; si es mayor, música clásica o Millenium.
- Hace años que repite en una discusión política “¿qué querés? Si al final a De la Rúa no lo dejaron…”.
- Nunca dice llaga a decir “no lo dejaron que…”.
- En la época de De la Rúa decía “¿Qué querés? Si nos gobierna un tarado…”
- Lo más cerca que estuvo de la política fue reenviar a todos sus contactos un mail de “sobranpolíticos.com.ar”.
- Odia poner “.ar”.
- Usa un Hotmail que es “.es”.
- Curiosamente durante la dictadura no hubiera sido taaaan anti argentino (aunque en la guerra de Malvinas se hubiera muerto de esquizofrenia).
- Su odio a la Argentina encubre su odio a la democracia.
- Su odio a la democracia encubre su odio a los villeros.
- Cuando se va del país, se llena la boca hablando de lo mierda que es la Argentina y lo mejor que es vivir en Afganistán o Kenia.
- Cuando en Europa se beneficia a los desocupados es primer mundo. Cuando acá se beneficia a los desocupados, es mantener vagos o grupos de choque.
- Prefiere chuparle el bigote a Aníbal Fernández antes que votar a un peronista. Es casi tan antikirchnerista como antiperonista.
- Puede saltar de la izquierda abstracta al ultra conservadurismo sin sonrojarse y manteniendo una “lógica” en su discurso.
- Es protestatario, inconformista y altamente negativo.
- Tiene inglés fluido.
- Tiene Perfil y Crítica marcado como “favoritos” en el navegador.
- Es muy factible que haya pagado por sexo alguna que otra vez.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Te extrañamos...


A un mes, la ausencia de Néstor me sigue pareciendo increíble, en el sentido más literal de la palabra: aún no lo puedo creer.

Recordar esa mañana, fresca, con los titulares de La Nación y Clarín, que preludiaban la gravedad de su estado de salud, la posterior placa de Crónica, que me cacheteó y congeló ese momento para siempre. El llanto, sentido, por varios días, llanto que jamás creí poder llorar por la muerte de una persona que no conocía, al menos, físicamente. Lloré y vi llorar a mis seres más queridos. Y fui a una plaza donde me encontré acompañada en el sentir, en la angustia, en la tristeza más llana.
Su muerte nos afectó a todos, en formas que, creo, todavía no puedo vislumbrar. Creo que, como ya se ha dicho, nos dará fuerza, para seguir adelante, para mantener nuestras ideas e ideales y jugarnos por lo que consideramos que es justo.

Éste es el momento, entonces, para jugarse, para no callarse, para salir del clóset y decir: sí, soy kirchnerista, y qué?

lunes, 15 de noviembre de 2010

Cui prodest, is fecit...

Cui prodest, is fecit: [traducción libre]: ¿A quién beneficia? Ése lo hizo.

La fórmula
Por Eduardo Aliverti

Sí, hay una fórmula que, por lo general, no falla nunca: cuando en política aparece o se muestra todo embarrado, sencillamente se trata de ver quiénes son los favorecidos, interesados u ocultos tras el barro. Y es que, además, suelen estar a simple vista.

La semana ya pintaba muy revuelta, porque se sabía que el debate presupuestario era, quizá, la última gran oportunidad figurativa del año para la oposición. No debería ser así, en tanto puede haber variadas aristas para continuar polemizando con el Gobierno. Pero tienen el problema de que, si no es en el Congreso, no rebotan en ninguna parte. La jefatura opositora la ejercen los grandes medios, no los que fungen explícitamente como dirigentes opositores. Y encima, cuando éstos repercuten por fuera del ámbito parlamentario, es para peor. Así sucedió con el abandono de Reutemann, ido del denominado Peronismo Federal sin previo aviso; lo cual, vale tener presente, es así en forma literal: la noche del martes, el santafesino se juntó con parte de la mesa chica de ese rejuntado y se despidieron cual besito de buenas noches-mañana te llamo. Pero lo que pasó a la mañana es que largó un comunicado con la explicación de haberse quedado sin nafta para seguir ahí, por causas que, según es invariable en él, no dio a conocer. El hecho se sumó a los confusos signos de Solá, a quien la muerte de Kirchner pareció revelarle que el pueblo está en otra parte; y al silencio de De Narváez, quien mediante ese recurso, se especula, estaría sugiriendo que descubrió lo mismo. La jugada de Reutemann dejó con el traste hacia el norte no sólo a sus ahora ex compañeros de una ruta que, tal vez o con seguridad, nunca existió. También quedaron desacomodados los parlantes mediáticos del antikirchnerismo, que ya venían de un golpe severo con la definición de Scioli acerca de que seguiría donde Cristina lo necesitara. Reutemann aparecía entonces como el único Menem blanco en quien depositar las últimas esperanzas. Para el establishment, en voz muy baja o ya algo subida, el resto de los “peronistas federales” no cotiza en bolsa; el hijo de Alfonsín apenas si podría ser aspirante a concejal de Chascomús si no portara ese apellido; y Macri no les garantiza nada, tanto por su carencia de alcance nacional como por su incapacidad de gestión. El firmante no tiene el más mínimo propósito de plegarse a la bandada de conjeturas que desató la defección de Reutemann. Es una figura de la que, hace años, se pretende encontrar genialidades ajedrecísticas detrás de cada gesto o silencio que perpetra, cuando nada indica la existencia de talento político, o volumen de poder, superiores a los del Gardiner mendocino. Este país casi siempre depara sorpresas que invitan a no ser tajantes en los pronósticos, es verdad. Sin embargo, con esa salvedad, lo concreto hasta ahora es: a) que a la derecha se le cayeron los amasijos de torre con alfil, depositarios de sus complicadas esperanzas; y b) que en consecuencia se imponía distraer la atención en algún otro flanco del tablero.

Y ese costado, obvio, fue el Congreso. ¿Qué podía hacer la oposición frente a la realidad, fielmente objetiva, del juego de pinzas en que quedó aprisionada tras la muerte de Kirchner? Veamos. Manifestación fúnebre–popular, con una extensión cuantitativa y cualitativa que no se supo o no se quiso prever. Presidenta en acción, pero aún de luto. Rechazo de la aprobación presupuestaria en medio de un funeral reciente, más prestarse a la imagen ratificatoria de que sólo les importa el palo en la rueda. Y, para coronar, demostración de que cada cual atiende su quiosco porque ni siquiera son capaces de articular una táctica legislativa. Negar a secas que, desde el Gobierno, hayan pretendido coimear a ignotos opositores para favorecer el consentimiento al Presupuesto suena tan ridículo como descartar que ante semejante laberinto la oposición haya aprovechado a sus ignotos para inventar que quisieron coimearla. Y del mismo modo: puede asomar verosímil un intento oficialista a fin de quebrar al bando de enfrente con la Banelco. Pero también se manifiesta racional preguntarse para qué querría el Gobierno exponerse a ese riesgo, respecto de un tema en el que no le va la vida, ni muchísimo menos. Lo peor que le puede pasar es tener que manejarse con los recursos ampliados de los fondos 2010, en medio de una economía que a priori no sufre, ni hoy ni en el mediano plazo, tempestades estructurales de ninguna índole (excepto, tal vez, según sea el grado de la devaluación brasileña). Como todas éstas no son más que hipótesis, volvamos al principio deductivo de origen: observación y listo.

De acuerdo con tal parámetro, se mira y está Carrió presentándose como solitaria virgen incorruptible. Pinedo, un caballero de derechas, manda presa a buena parte de su propia tropa por haberse ausentado del recinto, en lugar de aportar para derrotar al oficialismo. Stolbizer carga contra Carrió. Los peronistas federales directamente no dicen mu, todavía enfrascados en si Reutemann es Maquiavelo redivivo o un cuidador de lechones. Y Clarín –fracasada al cabo aquella cena en que Magnetto intentó alinear a la patrulla, con la exigencia de que definieran algún liderazgo de algún tipo– se fue a apostar a la “ropa vieja”, como le decían las abuelas al rico mejunje ése que se integraba con las sobras: denuncias de coimas, investigación, institucionalidad, autoritarismo, provocaciones, crispación y la descarada operatoria para voltear a Boudou. ¿Con eso se da imagen de saber gobernar en un futuro? No, claro. Pero se entretiene, porque es la forma que les queda para producir realidad. En cierto sentido, no deja de ser una paradoja aleccionadora. Apostaron al bardo para zafar de ese intríngulis producido por la desaparición del tipo que les ordenaba el discurso. Y aconteció el haber demostrado, ellos mismos, que si lo de las coimas fuera cierto, resulta que se dejaron comprar. ¿Será ésa la calidad institucional con que aspiran a restaurar la República?

Antes de que todo esto volviera a desnudarse, se murió Massera. Una mayoría de las necrológicas periodísticas –con excepción del diario bahiense La Nueva Provincia, en tanto quintaesencia del fascismo criollo– habló del deceso de uno de los más grandes hijos de puta de la historia argentina. Sádico, verdugo, ladrón, megalómano, apropiador de bebés, símbolo máximo del terrorismo de Estado, aspirante a César post–dictatorial, fiestero de la ESMA. No quedaron adjetivos ni figuras descriptivas que no se le endilgasen justicieramente a este esperpento en realidad indescriptible, incluso por parte de los medios que le fueron serviles durante su horrendo apogeo. Lo que faltó, asimismo con las excepciones consabidas, es recordar que fue todo eso en función de un proyecto criminal para dejar al país en manos de sus mandantes civiles, de una clase dominante que chorreaba sangre de intereses económicos. Y que necesitaba de los genocidas para imponerlos.

Cambiaron los tiempos y esa derecha insaciable está sin partido militar. Los juzgaron, los condenaron, los indultaron, los desindultaron, volvieron a condenarlos y están presos. Les bajaron el cuadro de su fábrica de asesinos. Se quedaron sin armas. Sin grupos de tareas. Sin sótanos. Sin descargas eléctricas en la vagina de las embarazadas. Sin carne quemada. Se quedaron sin Massera. No hay nada que celebrar. O sí: lo que parece ser una creciente conciencia social, o activa, en torno de cuáles fueron las causas capaces de engendrar a monstruos de ese tamaño.

jueves, 28 de octubre de 2010

Gracias, Néstor!





Néstor y lo que se viene
Por Mempo Giardinelli

Escribo esto en caliente, en la misma mañana de la muerte anunciada de Néstor Kirchner, y ojalá me equivoque. Pero siento dolor y miedo y necesito expresarlo.

Pienso que estos días van a ser feísimos, con un carnaval de hipocresía en el Congreso, ya van a ver. Los muertos políticos van a estar ahí con sus jetas impertérritas. Los resucitados de gobiernos anteriores. Los lameculos profesionales que ahora se dicen “disidentes”. Los frívolos y los garcas que a diario dibujan Rudy y Dani. Todos ellos y ellas. Caras de plástico, de hierro fundido, de caca endurecida. Aplaudidos secretamente por los que ya están emitiendo mailes de alegría feroz.

Los veremos en la tele, los veo ya en este mediodía soleado que aquí en el Chaco, al menos, resplandece como para una mejor causa.

Nunca fui kirchnerista. Nunca vi a Néstor en persona, jamás estuve en un mismo lugar con él. Ni siquiera lo voté en 2003. Y se lo dije la única vez que me llamó por teléfono para pedirme que aceptara ser embajador argentino en Cuba.

Siempre dije y escribí que no me gustaba su estilo medio cachafaz, esa informalidad provocadora que lo caracterizaba. Su manera tan peronista de hacer política juntando agua clara y aceite usado y viscoso.

Pero lo fui respetando a medida que, con un poder que no tenía, tomaba velozmente medidas que la Argentina necesitaba y casi todos veníamos pidiendo a gritos. Y que enumero ahora, porque en el futuro inmediato me parece que tendremos que subrayar estos recuentos para marcar diferencias. Fue él, o su gobierno, y ahora el de Cristina:

- El que cambió la política pública de derechos humanos en la Argentina. Nada menos. Ahora algunos dicen estar “hartos” del asunto, como otros criticaron siempre que era una política más declarativa que otra cosa. Pero Néstor lo hizo: lo empezó y fue consecuente. Y así se ganó el respeto de millones.

- El que cambió la Corte Suprema de Justicia, y no importa si después la Corte no ha sabido cambiar a la Justicia argentina.

- El que abrió los archivos de los servicios secretos y con ello reorientó el juicio por los atentados sufridos por la comunidad judía en los ’90.

- El que recuperó el control público del Correo, de Aguas, de Aerolíneas.

- El que impulsó y logró la nulidad de las leyes que impedían conocer la verdad y castigar a los culpables del genocidio.

- El que cambió nuestra política exterior terminando con las claudicantes relaciones carnales y otras payasadas.

- El que dispuso una consecuente y progresista política educativa como no tuvimos por décadas, y el que cambió la infame Ley Federal de Educación menemista por la actual, que es democrática e inclusiva.

- El que empezó a cambiar la política hacia los maestros y los jubilados, que por muchos años fueron los dos sectores salarialmente más atrasados del país.

- El que cambió radicalmente la política de defensa, de manera que ahora este país empieza a tener unas Fuerzas Armadas diferentes, democráticas y sometidas al poder político por primera vez en su historia.

- El que inició una gestión plural en la cultura, que ahora abarca todo el país y no sólo la ciudad de Buenos Aires.

- El que comenzó la primera reforma fiscal en décadas, a la que todavía le falta mucho pero hoy permite recaudaciones record.

- El que renegoció la deuda externa y terminó con la estúpida dictadura del FMI. Y por primera vez maneja el Banco Central con una política nacional y con record de divisas.

- El que liquidó el infame negocio de las AFJP y recuperó para el Estado la previsión social.

- El que con la nueva ley de medios empezó a limitar el poder absoluto de la dictadura periodística privada que todavía distorsiona la cabeza de millones de compatriotas.

- El que impulsó la ley de matrimonio igualitario y mantiene una política antidiscriminatoria como jamás tuvimos.

- El que gestionó un crecimiento económico de los más altos del mundo, con recuperación industrial evidente, estabilidad de casi una década y disminución del desempleo. Y va por más, porque se acerca la nueva legislación de entidades bancarias, que terminará un día de éstos con las herencias de Martínez de Hoz y de Cavallo.

Néstor lo hizo. Junto a Cristina, que lo sigue haciendo. Con innumerables errores, desde ya. Con metidas de pata, corruptelas y turbiedades varias y algunas muy irritantes, funcionarios impresentables, cierta belicosidad inútil y lo que se quiera reprocharles, todo eso que a muchos como yo nos dificulta declararnos kirchneristas, o nos lo impide.

Pero sólo los miserables olvidan que la corrupción en la Argentina es connatural desde que la reinventaron los mil veces malditos dictadores y el riojano ídem.

De manera que sin justificarle ni un centavo mal habido a nadie, en esta hora hay que recordarle a la nación toda que nadie, pero nadie, y ningún presidente desde por lo menos Juan Perón entre el ’46 y el ’55, produjo tantos y tan profundos cambios positivos en y para la vida nacional.

A ver si alguien puede decir lo contrario.

De manera que menudos méritos los de este flaco bizco, desfachatado, contradictorio y de caminar ladeado, como el de los pingüinos.

Sí, escribo esto adolorido y con miedo, en esta jodida mañana de sol, y desolado también, como millones de argentinos, un poco por este hombre que Estela de Carlotto acaba de definir como “indispensable” y otro poco por nosotros, por nuestro amado y pobrecito país.

Y redoblo mi ruego de que Cristina se cuide, y la cuidemos. Se nos viene encima un año tremendo, con las jaurías sedientas y capaces de cualquier cosa por recuperar el miserable poder que tuvieron y perdieron gracias a quienes ellos llamaron despreciativamente “Los K” y nosotros, los argentinos de a pie, los ciudadanos y ciudadanas que no comemos masitas envenenadas por la prensa y la tele del sistema mediático privado, probablemente y en adelante los recordaremos como “Néstor y Cristina, los que cambiaron la Argentina”.

Descanse en paz, Néstor Kirchner, con todos sus errores, defectos y miserias si las tuvo, pero sobre todo con sus enormes aciertos. Y aguante Cristina. Que no está sola.

Y los demás, nosotros, a apechugar. ¿O acaso hemos hecho otra cosa en nuestras vidas y en este país?

domingo, 24 de octubre de 2010

Para la asamblea...

Sobre el uso político de los muertos
Por José Pablo Feinmann


Hace un par de días, un brillante politólogo norteamericano (que conduce un programa de televisión) discutía con tres demócratas –ningún republicano había aceptado ir al programa– la política del presidente Obama. Se decían cosas duras: “Los (norte)americanos somos un pueblo de idiotas y tenemos lo que merecemos, y tal vez más”. “Este gobierno ha hecho muy poco de lo que se esperaba de él.” “Los republicanos, lo sabemos, son basura o peor que eso: torturadores.” Aquí, Bill Maher, el mítico conductor del programa, les propone una reflexión a sus invitados. Dice que está de acuerdo con todo lo que se ha dicho. Pero que desea rescatar dos frases. Una, sobre Obama: “Ha hecho muy poco de lo que se esperaba de él”. Y otra sobre los republicanos: “Son basura o peor que eso: torturadores”. De esas dos frases –ya que las elecciones están cercanas– quiere sacar una conclusión: “No es lo mismo alguien que te decepciona que un enemigo mortal”.

Hubo siempre en la Argentina una izquierda que desconoció está verdad. La Proclama que el ERP lanza ante la llegada de Cámpora al poder es reveladora: como Cámpora no hará la Reforma Agraria, no expropiará a las empresas monopólicas ni disolverá el poder de las Fuerzas Armadas, Cámpora es tan burgués como Lanusse. Al ERP no le importaban las coyunturas políticas. No había política, no podía haberla. El enemigo era todo aquello que no era el ERP. Todo lo que no era el ERP era el poder burgués. ¿Para qué prestar atención a las coyunturas políticas si todas eran expresión de las negociaciones de la burguesía en su lucha por la mayor tajada de la torta capitalista? Así, el ERP ataca la guarnición militar de Azul pocos días antes de la reunión de los diputados peronistas con Perón, entregándole a Perón todos los motivos para demonizar a los jóvenes al acusarlos de ese hecho y, prácticamente ante las cámaras de televisión, condenarlos a muerte. El 24 de marzo de 1976, con las masas en reflujo, los profesionales y los intelectuales en desbande, aterrorizados todos ante la magnitud asesina de lo que se cernía sobre el país, Roberto Santucho lanza la primera proclama de enfrentamiento al régimen: “¡Argentinos, a las armas!”. Desconocía por completo la realidad del país. A eso lo había llevado el desdén por los matices en la política. Todo era el Poder. Todo era un enorme bloque reaccionario y represivo al que se le daba ese nombre: “el Poder”. O “el Estado burgués”.

Ahora ha sido asesinado el joven Mariano Ferreyra. Lo mataron las patotas de la Unión Ferroviaria. Durante días y días los medios masivos de comunicación (que dan forma a la conciencia de los receptores de sus mensajes) se habían indignado por el corte de las vías del Ferrocarril Roca. Respondían a sus verdaderos intereses patronales. Siempre están del lado de los patrones. Ergo, los obreros no pueden andar por ahí cortando vías, cortando calles o avenidas. Hay que terminar con ese piqueterismo pendenciero que este Gobierno ha tolerado hasta extremos inauditos. Debe imperar la ley. La ley no la imponen los piquetes. No la imponen los militantes huelguistas. La imponen los aparatos burocráticos por medio de los cuales se lleva a cabo la violencia legal del Estado. El Estado monopoliza la violencia. Todo aquel que la ejerce por su cuenta debe ser repudiado, encarcelado. Sobre todo si se trata de esos malditos “zurdos” de siempre.

Aquí, la patota sindical se siente autorizada. Porque ella se sabe parte del Estado, del poder sindical, una herramienta suya que se aplica en circunstancias violentas. “Si los zurdos joden, aquí estamos nosotros”. En 1975, en Villa Constitución, una ejemplar huelga obrera de cariz socialista (que rechazó indignada un operativo miliciano montonero que quiso meterse en esa historia que no le pertenecía y los rajaron a los palos y a las puteadas) fue bestialmente reprimida por la acción conjunta de la Triple A y las huestes de Lorenzo Miguel. Se sentían parte del poder, lo eran. Pero esta patota, la que asesinó a Mariano Ferreyra, no es parte del poder, ni mucho menos del Estado. Ha sido, en principio, enardecida por los medios que hoy se rasgan las vestiduras por la muerte del joven militante del PO. Luego pertenece a un sector de los ferroviarios. De esos sectores que deben ser urgentemente depurados. Pero, ¿alguien cree que esa depuración es fácil? ¿Alguien cree que la van a realizar los que hoy le tiran el cadáver al Gobierno, como Eduardo Duhalde, por ejemplo? Duhalde es la antidepuración del Aparato. Porque es el Aparato. De Narváez es el Aparato. Y los demás son oportunistas.

El joven Mariano Ferreyra, si militaba en el PO lo hacía porque tenía la certeza de que todo es el Poder. Que no hay matices. Que no hay con quién dialogar. Que este Gobierno, que se propuso desde su inicio no reprimir, que fue brutalmente criticado por toda la clase media, por el alguna vez célebre Ingeniero Blumberg y sus velitas, al que se le pidió una y otra vez gatillo fácil, pena de muerte (recuérdese a casi toda la farándula clamando por la pena de muerte), no es lo mismo que el que lo sucederá si es derrotado. Supongamos, compañeros del PO (aunque ustedes no me quieran como compañero, pero no me importa: para mí ustedes tienen ideas e ideales, son jóvenes, pelean contra lo que creen injusto, y están –es mi opinión– equivocados porque no han aprendido a ver los matices, las diferenciaciones fundamentales entre las políticas burguesas que llevan en sí la muerte y las que no, no entienden que hoy, aun si ustedes llegaran al poder, no podrían hacer otra cosa que “capitalismo”, “políticas burguesas” o saldrían brutalmente expulsados en dos días a lo sumo), supongamos, decía, que este Gobierno (al que ustedes engloban bajo el omnicomprensivo concepto de “el Poder” con todo lo demás que existe) fuera derrotado en las próximas elecciones. Permítanme decirles algo: lo que va a venir no va a ser lo mismo. Salvo que Uds. todavía crean –como creía el Che en su Mensaje a la Tricontinental– que hay que hacer la guerra total porque, de este modo, acudiendo a la teoría de la hecatombe, la acción del enemigo “se hará más bestial todavía, pero se notarán los signos del decaimiento que asoma”. No, dudo que crean en eso. Pero sí incurren en la interpretación totalizadora del campo enemigo: todos son lo mismo. Y no es así. Sin duda, hay cosas de este Gobierno que –como a muchos de nosotros que no vamos a permitir que lo “erosionen”, frase de un dirigente rural– no les gustan o los han decepcionado. Recuerden ese consejo de oro: no es lo mismo alguien que te decepciona que un enemigo mortal. Por decirlo claro, lo que sigue a esto es un enemigo mortal. Lo que tenemos es un gobierno que posiblemente nos haya decepcionado y nos decepcione, pero ante el cual se pueden plantear libremente las causas de esas decepciones. El que diga que a Mariano Ferreyra lo mató el Gobierno es un torpe. Es un politólogo de cuarta categoría y un dirigente falaz. Pero está enunciando una de las tantas “verdades” que se han arrojado al ruedo ante la muerte de Mariano. Presenciamos la obscena utilización política del cadáver de un joven de 23 años. No nos sorprendemos. Este cadáver era esperado. Demasiado se jactaba el Gobierno de no haber reprimido. De no tener muertos en su gestión. Se acabó. Ahora lo tiene: es Mariano Ferreyra. Nadie pensará en él. Todos buscarán utilizarlo. Algunos ganarán posiciones en la política nacional. Otros no. Pero el que no ganará nada, el que perdió para siempre es Mariano. Porque él está muerto. Porque lo mató una patota impune a la que habrá que castigar de inmediato. Estas cosas no pueden repetirse. Cuando alguien muere, morimos todos. Cuando alguien muere, todas las vidas están en peligro. Cuando alguien muere es porque se ha devaluado el valor de la vida. La muerte empieza a adueñarse de la escena. Y el resto –desdichadamente– lo conocemos bien.

viernes, 15 de octubre de 2010

No lo quiero ni pensar...

Una pesadilla: el gabinete del Sr. Cobos
Por Mempo Giardinelli


De regreso de Frankfurt, en el vuelo, una pesadilla me dejó un horrible sabor de boca. Y si ahora debo compartirla con los lectores es porque ayer mismo la realidad me hizo pensar que podía suceder. Imagínense: ¿Qué sería de este país si por azares del destino el Sr. Julio Cleto Cobos deviniera presidente de la República?

No tiene sentido conjeturar razones para semejante advenimiento, siendo que toda especulación sería ofensiva e inoportuna. Porque tenemos una Presidenta en ejercicio, que conduce esta nación con todos los atributos de la Constitución y la democracia. Y gusten más o gusten menos su estilo y sus decisiones, su figura es incuestionable.

Sin embargo, en mi sueño, y no sé por qué extraña razón (esos enigmas son “naturales” en el mundo onírico), de pronto asumía la primera magistratura el Sr. Cobos, ruidosamente celebrado por no pocos cretinos, resentidos o confundidos, y por muchas almas inocentes pero con poco cerebro, de esas que en la Argentina siempre se quejan a destiempo, no saben de qué se quejan o se encolumnan detrás de oportunos quejosos profesionales.

Tras mucho dudar acerca de la conveniencia de escribir o no este texto de ciencia ficción política, aquí les cuento el escenario que vislumbré a diez mil metros de altura.

El actual vicepresidente asumía el cargo aplaudido por la horda de odiadores que pulula hoy en los medios hegemónicos. Sólo unos pocos desubicados recordábamos, inútilmente, que el hombre llegaba como producto del más grave error político del Sr. Néstor Kirchner, pero eso ya no tenía importancia. Lo que sí la tenía era que en el sueño el Sr. Cobos se rodeaba de los más competentes, lúcidos, éticos y patrióticos políticos de este país.

Su ministro del Interior era el señor Eduardo Duhalde y en Economía hacían cola para ser designados los señores López Murphy, Broda, Redrado e incluso el siempre disponible Sr. Domingo Cavallo. Todos ellos decididos a cancelar rápidamente y por decreto el 82 por ciento móvil. También, y con la misma velocidad, se restablecían las AFJP, se anulaban completa y absolutamente la ley de medios y la de Matrimonio Igualitario, y por supuesto se eliminaban todas las retenciones agropecuarias.

El crecimiento económico autónomo que la Argentina viene teniendo era detenido abruptamente gracias al asesoramiento del FMI, benemérita institución que nuevamente se constituía en monitora de nuestro destino. Concomitantemente se amputaba la inversión educativa, se reducían los salarios en un 13 por ciento y los maestros volvían a cobrar 300 pesos mensuales.

Obviamente se iba al demonio la política de Defensa que ha democratizado a las Fuerzas Armadas, y eso por decisión del nuevo ministro, no recuerdo si el inagotable Sr. Jaunarena o Rosendo Fraga. Lo seguro es que se terminaban las políticas de derechos humanos, y las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo comenzaban a ser vituperadas nuevamente, algunas perseguidas o encarceladas. La ex ESMA era puesta en manos de la señora Cecilia Pando y sus amigos, que preparaban la “restauración a sus mandos naturales”. Y como el Ministerio de Justicia quedaba a cargo de un jurista radical, se disponía la rápida suspensión de todos los juicios por la Verdad, y se amnistiaba a los dictadores Videla, Bussi y Menéndez por razones humanitarias.

La Memoria pasaba a ser una mala palabra, porque todos estaban “hartos” de ella, siguiendo los nuevos postulados del señor Lanata y otros ilustres comunicadores.

El gabinete del Sr. Cobos se completaba con gente inmediatamente aprobada por los diarios La Nación y Clarín, y ocupaban sus puestos la Sra. Beatriz Sarlo en la Secretaría de Cultura de la Nación y Abel Posse en Educación o en Relaciones Exteriores (eso faltaba definirlo porque también eran candidatas a esos puestos las señoras Elisa Carrió y Patricia Bullrich). El voto definidor lo iba a tener el cardenal Bergoglio.

El Ministerio de Agricultura era disputado por los señores Biolcatti, Llambías, Buzzi y el refinado dirigente entrerriano señor De Angelis. En otros puestos Cobos designaba a gente de ética acrisolada como los señores Duhalde, Macri y De Narváez, todos asesorados por el Sr. Luis Barrionuevo. Y el Canal 7 acababa su prédica disolvente con el arribo de Nelson Castro a la dirección, secundado en el directorio por inobjetales demócratas como Mariano Grondona, Mirtha Legrand, Susana Giménez, Eduardo Van der Koy y Joaquín Morales Solá.

Claro que de inmediato en alguna plaza se manifestaban los señores D’Elía, Pérsico y Hebe de Bonafini, pero los piquetes que organizaban eran brutalmente reprimidos, mientras dirigentes sociales como Pino Solanas o Víctor de Gennaro balbuceaban tardías autocríticas. En cuanto a la izquierda y el troskismo, inexorablemente se subdividían en ortodoxos y traidores.

¿Exagero? Ojalá. ¿Que este texto es apocaliptico? Sí, pero tanto como la realidad argentina sabe y puede serlo.

Desperté horrorizado. No soy amigo de la Presidenta, pero si la veo le voy a rogar que viaje menos. Que se cuide más. Que vele por su salud. Y que prevea formas de preservación del rumbo que hoy tiene la Argentina. Porque sin dejar de reconocer las muchas desprolijidades y acciones reprochables de su gobierno –que tanto me fastidia a veces y al que a muchos como yo nos resulta tan difícil defender– hay un rumbo diferente en estos años, una esperanza que esta maldita pesadilla vino a empañar. Porque si acaso la República pasara a ser gobernada por un muerto político como el vicepresidente, de flaca dignidad y viscosa ideología, a mí me corre un frío por la espalda de sólo imaginarlo.

miércoles, 6 de octubre de 2010

Et tu, Brute? Brutus, Freddo y algo más...

Conocida es la frase "Et tu, Brute" (¡Tu también, Bruto!), o "Tu quoque, Brute, fili mi" (Tu también, Bruto, hijo mío!) pronunciada, como nos cuentan, por Julio César en los umbrales de su muerte, tras comprobar que uno de los asesinos era su propio hijo. No discutiremos aquí si dicha filiación fue verdadera o no: lo que me interesa, en este caso, es el contexto en que se usa dicha frase, i.e., para expresar la traición por parte de un ser querido, más específicamente, un pariente.
Dicha traición también se observa en una de las mejores trilogías que el cine y Coppola nos han dado: El padrino. Tampoco discutiremos aquí si la parte I o la II es la mejor, sino que nos focalizaremos nuevamente en la traición por parte de un pariente, Freddo Corleone. Pobre Michael, cuando, con el corazón destrozado, lo besa y le dice: I know it was you, Freddo; you broke my heart!. (Sé que fuiste vos, Freddo, me rompiste el corazón!).

Ambos hechos me llevaron a reflexionar recientemente sobre la importancia que le otorgan los medios de comunicación a los parientes de los personajes públicos y políticos. Mucho menos me interesa hablar de la prima o la hermana de tal o cual modelo, actriz o cantante, eso se lo dejo a la revista Caras.

Sí me interesa, sobremanera, ahondar en la supuesta Verdad que estos sujetos, sólo por ser parientes de, poseen. Y así vemos que el hermano de Correa lo acusa de provocar la crisis (o que él se lo buscó, en criollo); que Isidoro Graiver (el hermano de David) descalifica la versión de Lidia Papaleo (y "tiene razón, es el hermano", es la conclusión que supuestamente debemos deducir); y así podríamos seguir ad infinitum.

Volvamos a Freddo. Los enemigos de Michael lo buscaron, obviamente, por dos razones: a) Es el hermano (factor proximidad, podríamos llamarle); b) es tonto (factor estupidez). Ambas combinaciones suelen ser letales para el personaje público/político en cuestión.

Ahora bien, si desglosamos la estrategia "Freddo", vemos que ambos factores se analizan de modo distinto en los medios, según cuál predomine en el pariente:

El factor proximidad está directamente ligado a la Verdad: muchos medios bucean en la vida privada de los políticos, buscando parientes (preferentemente cercanos), para enunciar la Verdad.
Me pregunto: ¿La filiación o el parentezco dan autoridad para hablar? ¿Otorgan la Verdad? No se releva, en esos casos, el conocimiento poseído, la carrera, la autoridad en la materia, sino sólo el parentezco. Algo así como el nepotismo mediático. ¿Cuál es la lectura que un ciudadano debe hacer? Probablemente concluir que "si hasta el hermano mismo no lo quiere...debe haber hecho algo malo...", típica pseudológica utilizada por ciertos grupos etarios (y etéreos). O "a confesión de (una) parte (!), relevo de pruebas".

Ahora bien, si se le añade al factor proximidad el factor estupidez (o, si lo extendemos un poco más, el factor corrupción), se observa que este último se encuentra ligado a la transitividad: si el pariente lo hace, él también. Algo así como "la fruta podrida no cae lejos del árbol", aunque no necesariamente sean padres e hijos. Y ahí tenemos los casos al estilo de los robos, corrupciones, o cualquier otro delito que se nos ocurra.

Sorprendente es, todavía, que se quiera buscar la verdad en un pariente. Más orprendente es que alguien crea que se busca la verdad en un pariente. Se lo busca porque es pariente, nada más, como otras tantas de las falacias retóricas que se utilizan para tener razón. Ahora, además del ad personam o el ad hominem, tenemos el ad parientem. Por dios.

sábado, 2 de octubre de 2010

Que no nos quiten la alegría...

Participación
Por Sandra Russo


En medio de la estupefacción por el golpe finalmente abortado en Ecuador, cuando el desenlace era todavía incierto y lo vi asomarse a Correa por ese balcón del hospital, aflojándose nerviosamente el nudo de la corbata y gritando desencajado “¡Aquí tienen al presidente! ¡Mátenmme!”, se me cruzó por la cabeza un helicóptero.

La asociación vino porque al principio la situación era ésta: amotinamiento y sedición policial, e inmediatos saqueos a bancos y comercios, para reforzar la justificación de nuevas autoridades. El restablecimiento del orden es la justificación por excelencia de cualquier golpe de Estado. En 2001 vimos un helicóptero abandonar la Rosada, mientras recién se empezaban a contar los muertos civiles sobre los que cargó la policía.

Las circunstancias han cambiado mucho. Tanto como el trecho político y moral que se puede trazar entre figuras como Rafael Correa y Fernando de la Rúa, y la forma de hacer política que los dos representan.

En Ecuador hubo una hilacha de los ’70, con una fuerza de seguridad desacatando la Constitución, ejerciendo violencia física contra el presidente, y una hilacha de estos nuevos golpes blancos, que ya no engañan a nadie: la oposición ecuatoriana que salió a “defender la democracia” instando a Correa a pactar el veto de la ley del escándalo para finalizar su secuestro es claramente golpista. Todos los que excusándose en el presunto y siempre cacareado “populismo autoritario” de Correa usaron esas horas terribles para “comprender” la actitud policial y sugerir promesas de amnistía o llamado a elecciones son golpistas. Los medios de comunicación privados que se replegaron para desinformar sobre la situación del presidente y volcaron sus coberturas a los saqueos son golpistas.

En la resistencia de Correa, en su decisión de amparar su gobierno con su vida, uno puede leer tantas cosas... Esta región es fuerte, está acechada pero es fuerte. Y tiene hoy más que nunca razón Correa cuando se aferra a la alegría como eje de una enorme voluntad colectiva de cambio. Hemos presenciado cómo se movilizaron, cómo pusieron alma y cuerpos esos sectores que defienden el modelo ecuatoriano, de la misma manera que lo hicieron y lo siguen haciendo los que repelieron el golpe en Honduras.

Las derechas y las izquierdas ya elaboran teorías sobre la “capitalización” por parte de Correa de la agresión vivida. Siguen girando en falso, sin tomar al toro por los cuernos, los que en lugar de debatir política se dedican a rellenar los casilleros del formulario que les han bajado: tenemos gobiernos que no respetan la institucionalidad y en consecuencia hay que voltearlos. La paradoja del golpista moderno. Una ideíta casi de marketing que los grandes medios regionales se ocupan de reforzar junto a las dirigencias tradicionales.

Pero lo bananero caducó. Es otra estirpe de presidentes la que nos toca. Pocas cosas me impresionaron más en la madrugada del sábado que escuchar a Alan García, que había resuelto con el colombiano Juan Manuel Santos cortar relaciones comerciales con Ecuador hasta que el poder no le fuera restituido a Correa.

“Aahhh, las cosas que inventan de Lula...”, dijo Lula da Silva en una conferencia de prensa. Me llamó la atención el tono, el “aahhh” como una queja, un lamento. Un tono visceral. Protestaba contra los grandes medios de Brasil. Esta semana también, en este diario, Eric Nepomuceno daba una semblanza sobre el comportamiento brutal que han tenido los grandes medios brasileños, difundiendo toda clase de denuncias sin chequear nada, mintiendo.

Las mentiras de los grandes medios están convirtiéndose en el principal ariete de las derechas para limar gobiernos democráticos. En Ecuador, los medios privados, ante el arribo de una nueva ley de medios, conspiran con los golpistas. Colaboraron para desinformar a las fuerzas policiales. Colaboraron abandonando las coberturas. Colaboraron por acción y omisión.

La “libertad de expresión” que reclaman los grandes medios y por la que tienen representantes legislativos, ¿incluye la alteración de hechos, la tergiversación de declaraciones textuales, la deformación ex profeso de los acontecimientos? Seguimos condenados a esa indefensión, porque la desinformación ostensible y maliciosa es indefensión.

En el patio trasero la rienda estuvo siempre tirante. Los excesos de los ’70 fueron sucedidos por la complacencia de los ’90. Hace medio siglo que en la región no surgían gobiernos fuertes y populares. No es nada casual que la mención de un gobierno fuerte y popular lleve inmediatamente a la idea de populismo autoritario. Como si hubiera que renunciar de antemano a la idea de un gobierno fuerte y popular, porque de eso no se puede esperar más que ese cliché. Uno se pregunta entonces cómo puede hacer un gobierno para ser popular, si no es fuerte.

Este es el punto en el que se cruzan todos los vientos. Es el prejuicio que se levanta como bandera solapada. Es aquello que se quiere disolver bañándolo en un sentido negativo. Y es, por otra parte, ya no un motivo, sino una causa por la que estas democracias buscan, con todo su derecho, ser participativas.

martes, 28 de septiembre de 2010

Lo mismo un burro que un gran profesor...

Matemática... ¿estás ahí? (en el mundo)
Por Adrián Paenza


Todos los años, inexorablemente, hay un momento en donde los medios de comunicación entran en una suerte de estado de pánico con respecto a la matemática. Por supuesto, dura un par de días nada más y suele coincidir temporalmente con el momento en que se conocen los resultados de las estimaciones anuales sobre el nivel de la matemática en el país.

Ignoro la razón, pero en general el “lugar” de donde suelen provenir estos datos está situado en La Plata. No sé bien por qué, pero históricamente pareciera como que los problemas se concentraran allí.

Los diarios nacionales “levantan” la noticia, los programas de noticias de la mayoría de las radios azotan durante todo el día con los resultados, los noticieros de televisión amplifican todo un poco más, un montón de supuestos expertos somos consultados sobre “dígame qué pasa” o “por qué pasa”, cada uno de nosotros da una opinión que cree diferente y que puede colaborar... y ¡hasta el año que viene!

Algunos se rasgan las vestiduras un poco más. Ministros de Educación de diferentes provincias tienen reuniones con sus asistentes más cercanos, vuelan las fotocopias de los diarios reproduciendo los números del “desastre”, las convocatorias urgentes para entender el tema con los gabinetes psicopedagógicos, los asistentes más encumbrados, la “matemática moderna”, “la antigua”, las computadoras en el aula, etc., etc.

Y ni qué hablar cuando el país compite con estudiantes de otros países: pareciera como que los argentinos no supiéramos ni leer, ni escribir, ni hacer cuentas elementales. Aparecemos abrumados por “lo bien” que les va a todos los otros (países) y acurrucados en un rincón ante la comparación que siempre nos resulta adversa, aun con naciones menores, pequeñas, que parecieran enrostrarnos nuestras incapacidades.

¿Y entonces? Como esto sucede inexorablemente todos los años, quiero reproducir algunos datos que me resultaron interesantes. Quizás a usted también. Sígame por acá.

Hay un programa internacional –PISA (1)– que evalúa las capacidades de los alumnos de 30 países (2). Se inició en el año 2000 y se hace cada tres años. Primero correspondió a lectura, en 2003 a matemática y en 2006 a ciencia en general. En 2009 se repitió la experiencia con lectura y así continuará con el de matemática en el 2012, etc. El análisis de los resultados lleva alrededor de un año y medio y son consideradas las estadísticas más importantes y respetadas en el mundo. En promedio se evaluaron 275.000 (doscientos setenta y cinco mil) alumnos de entre 15 y 16 años.

Dicho esto, quiero comentar algunos de los resultados y luego la/lo invito a algunas reflexiones.

a) Hay seis países que están consistentemente entre los diez primeros: Finlandia, Canadá, Japón, Holanda, Australia y Nueva Zelanda.(3) (4)

b) De los 30 países que participaron en la evaluación sobre matemática en el año 2003, Estados Unidos apareció en el lugar 23. En 2006 ocupó el lugar 21 en ciencia y 28 en lectura y resolución de problemas en 2009.

c) Solamente el 1 por ciento de los alumnos norteamericanos entre los jóvenes de 15 años demostró que podía competir al más alto nivel, y fue superado por 27 países en todos los otros niveles que fueron evaluados.

Destaco los resultados obtenidos por los alumnos estadounidenses por dos razones: es el país más grande en número de habitantes de los que participa... y porque en la Argentina tenemos la tendencia de compararnos constantemente con todo lo que se hace allá.

Ahora pongamos la vista sobre Finlandia, el caso que más me importa compartir con usted: es un pequeño país de Europa (su superficie es de apenas el doble que la de Uruguay). Viven allí alrededor de 5.400.000 personas (vs. 3.700.000 uruguayos).

Sin embargo, no importa cuál sea el método utilizado para medir el nivel de sus estudiantes, junto con Singapur ocupan sistemáticamente los dos primeros lugares. Naturalmente, los otros países (a quienes les interesa la educación) quieren saber por qué. ¿Qué hacen los finlandeses de diferente? Acá, algunas respuestas.

a) Ser maestro en Finlandia no es un trabajo: es una profesión.

b) De acuerdo con la última encuesta nacional, no es una profesión cualquiera, sino que está entre las tres más respetadas y es la primera a la que aspira cualquier joven.

c) Para alcanzar esa posición dentro del país, el recorrido de un aspirante es equivalente al de terminar una carrera universitaria para nosotros.

d) De la misma forma que un médico necesita(ría) de una actualización constante, lo mismo sucede con los maestros allí: se los entrena y monitorea su evolución. Sus propios pares evalúan si están en condiciones de continuar en la profesión, tal como sucede en los concursos de renovación de profesores universitarios en la UBA.

e) Saber “enseñar” es una cualidad imprescindible. Y hay que demostrarlo.

Y dejé para el final lo que imagino que usted está pensando: los maestros tienen una de las profesiones mejor remuneradas en el país, equivalente a la de un ingeniero o médico.

Varios países del mundo han convocado a quienes lideran los programas tanto en Finlandia como en Singapur. Algo hacen distinto. Personalmente no creo en las evaluaciones o competencias entre alumnos para decidir nada. Pero no puedo ignorar el dato. Existe. Y no es del “aquí y ahora” sino que viene sucediendo desde hace más de una década. Lo que sí me interesa subrayar es que, tanto en Finlandia como en Singapur, la educación importa. Importa a nivel estatal, gubernamental y está instalado en la sociedad.

Y si se trata de discutir los temas para enseñar, la idea es reducir la cantidad, pero mejorar la calidad. Cambiemos la mentalidad: históricamente tratamos de cubrir un kilómetro de ancho pero con un centímetro de espesor. La propuesta es revertir esas dimensiones. En lugar de pensar en programas que cubran 50 tópicos es preferible seleccionar adecuadamente 15 y discutirlos en profundidad a lo largo del año. Y, por supuesto, convocar a la comunidad matemática esparcida en el país, para que dé su opinión pero que también tenga voto.

En todo caso, si hay algo en lo que me gustaría parecerme a Finlandia (o Singapur) es en eso: en haber detectado que la forma de trascender como país y defender nuestra independencia es a través de la educación pública, gratuita, laica y obligatoria... pero también de calidad. Y para lograrlo hace falta la voluntad política de hacer el cambio. Y para eso hace falta invertir en educación, incrementar fuertemente todos los presupuestos y elaborar un plan para los próximos cinco años en principio, con miras a revertir lo que sucede hoy en la próxima década.

Es hora de dejar de pensar siempre que es la matemática o que son los alumnos. Ninguno de los dos: la matemática que se enseña atrasa y es aburrida. No es la verdadera matemática que es plástica y creativa. Y tampoco son los alumnos los responsables de lo que nosotros hacemos con ellos. Los maestros hacen y han hecho lo que pueden y pudieron. Pero lo que otros advirtieron es que la única forma de progresar es –y lo escribo de nuevo– a través de la inversión en educación. No hay otra.

Quizás en ese momento, y espero que no sea en un futuro muy lejano, las noticias que llegan de La Plata ya no sean tan catastróficas. Eso sí: los medios tendrán que buscar con qué reemplazarlas. No creo que tengan problemas: siempre habrá alguien bailando por un sueño.

1 PISA es la sigla de un programa internacional: Programme for International Student Assessment (Programa Internacional para la Valoración del Estudiante... o algo así). Este programa lo lleva adelante la Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo (OECD, Organization for Economic Cooperation).

2 En 2003, los países participantes en matemática fueron Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Corea del Sur, Dinamarca, Eslovaquia, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Hungría, Irlanda, Islandia, Italia, Japón, Luxemburgo, México, Noruega, Nueva Zelanda, Polonia, Portugal, República Checa, Suecia, Suiza y Turquía.

3 Singapur, que también tiene un programa de matemática de alto vuelo en todo el país, no participó.

4 El orden de los países en el año 2003 fue Finlandia, Corea del Sur, Holanda, Japón, Canadá, Bélgica, Suiza, Australia, Nueva Zelanda, República Checa, Islandia, Dinamarca, Francia, Suecia, Austria, Alemania, Irlanda, Eslovaquia, Noruega, Luxemburgo, Polonia, Hungría, España, Estados Unidos, Italia, Portugal, Grecia, Turquía, México.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Y en el mismo lodo, todos manoseaos...

El ocaso del progre
Por Sandra Russo


Vamos a decirle ocaso, y a evitar la palabra muerte, porque muchos de nosotros todavía, gente adulta, en la bruma del lenguaje, en su resaca, usamos la palabra “progre” para aludirnos, pensarnos o identificarnos. Pero quizá sea hora de enunciar la declinación de esa categoría sociocultural consensuada durante años para alojar en sí a la gente biempensante.

Alguna vez, allá por el 2001, escribí una nota que se llamó “Progresismo”, y que daba cuenta de que por estos rincones en los que se blande más el hábito del pensamiento que el de la acción, generalmente se tenía más tolerancia con los muy diferentes que con los muy parecidos. La diferenciación a partir de capillas, referentes o tendencias era característica. Nunca me cansaré de repetir que el que quiera internarse en esa titilante subjetividad “progre” y reírse de sí mismo y sus amigos puede leer Cómo ser buenos, del inglés Nick Hornby. Una novela en la que sus personajes son personas progres que luchan a su manera, básicamente solos, y que van derivando de lo político a lo new age. Un mundo en el que ser “progre” es adoptar un niño africano. La diferencia entre los “progres” Angelina Jolie y Sean Penn es que ella trae, “salva” a un niño africano de vivir en Africa, y deja a Africa con un niño menos para que pueda seguir siendo el continente más pobre. En cambio, Sean Penn se lleva a sí mismo a los lugares que identifica con su compasión, algo que sólo puede permitir una ideología: lleva su carpa y se muda a Haití. La categoría internacional del “progre” nos lo marca además como un fenómeno de época, de convicciones firmes, pero no obstante decidido a pelear por ellas a través de acciones individuales. Políticamente, el “progre” es atravesado por la idea de tolerancia, pero no menos por la idea de neutralidad. El compromiso con una idea es subordinarle el cuerpo. Eso requiere un abandono de la neutralidad.

El “progre” era, después de todo, el militante que ya no militaba, o la gente instruida en universidades o terciarios, gente con capital cultural, habitantes de una ciudad psi en la que nunca se sabe si tantos psicoanalistas generaron tantos neuróticos, o fue al revés.

El “progre” emergió en una época de gente aislada, le correspondió a una década cuya impronta feroz fue la antipolítica, que los “progres” no obstante siempre reivindicaron. Pero así en general, “la política” en general, todo muy sobreentendido.

En aquel momento la palabra “progre” contenía un modo de resistir en los ’90, códigos en común, desprecios compartidos, insatisfacción, revulsión, ánimo de retomar fuerzas para dar una pelea cultural, pero no una pelea política. Estábamos tan hundidos en la lógica del fin de las ideologías, que aunque defendíamos las nuestras no las conocíamos del todo. Probablemente todos los “progres” creíamos que el neoliberalismo era monstruoso y que había que devolverles a las organizaciones sociales y políticas sus derechos aplastados por los dos partidos tradicionales. Pero en cómo ir hacia los objetivos de equidad y libertad, ahora se hace evidente que había concepciones tan distintas que devinieron en esto.

Cabían en esa identidad “progre”, siempre difusa, siempre con una carga muy implícita y poco explicitada, gente que hoy no se puede ni ver. Se partieron aquellos puentes a medida que se fue instalando otro contexto, y que las cosas cambiaron tan vertiginosamente.

Hay un lugar en este proceso de descomposición del “progre” que es doloroso. Porque no es que “algunos dejaron de ser progres” y otros lo siguen siendo. Una lectura más fina indicaría que el “progre” y lo que ser “progre” implicaba ya no se ajusta a los tiempos, dice poco, es contradictorio, es blando, es vago, es apto para que por allí se cuele hasta el diputado Iglesias, aunque aun así él exagera.

No dan ganas de pelear para ver quién sigue siendo “progre” y quién capituló. Es un debate menor, otra encerrona para hablar de lo que es accesorio. Un ítem más para que los periodistas nos tiremos de las mechas, nos insultemos, nos distraigamos. Nuestras peleas son públicas, pero en el mundo privado de muchos argentinos también tiene eco este desencuentro fenomenal entre gente que hace tres o cuatro años podía hasta quererse.

Es bueno recordar que el “progre”, como identidad más social y cultural que política, se abrió paso en una época en la que la política estaba fuera de juego, aunque de eso no se hablaba. Los grandes partidos nacionales habían capitulado frente al modelo del capitalismo salvaje global, pero eso no se pasaba en limpio para las audiencias y los públicos respectivos. Así fue que el menemato, tan detestado por los “progres” que éramos tan variopintos y leídos, fue despachado en una ilusión que ahora se exhibe de una puerilidad abismal: vino la Alianza, que votamos los “progres”, desconectados de manera notable del resto de los sectores: a esto quería llegar. La identidad del “progre” es contemporánea a la del ciudadano políticamente “independiente”. Convivió con la era en la que los “independientes” eran observados, celebrados y caracterizados por los medios como los verdaderos ciudadanos.

La coincidencia entre esta irrupción del “independiente” político y el periodismo “independiente” no es azarosa. El punto culminante de esa celebración de la “gente suelta” como verdadera portadora de la ciudadanía fue aquella noche terrible de los cacerolazos del campo, la noche en la que se produjo un incidente con Luis D’Elía. Los militantes políticos o sociales eran invalidados para estar en las calles expresándose, derecho cuya legitimidad era reservada para los “independientes”.

Hoy las cosas han cambiado y lo “progre” suena a fuente de feng shui. Estos tiempos son muy específicos, más allá de nuestras voluntades. Las ideologías no habían muerto, todos tenemos una, y no se puede defenderla siendo neutral.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Ruinas circulares

Destino circular
Por Eduardo Fabregat

Es un destino circular /
que gira en el mismo lugar.
Federico Moura, 1986

A uno lo empiezan a acosar el aburrimiento, el hartazgo, la sensación de que no se puede estar machacando al lector siempre con las mismas cosas. Pero es que la realidad se empeña: ni siquiera se cumple un mes de la publicación de la columna “Controles” en estas páginas, y ya hay que volver a barajar los mismos conceptos. Sabíamos que la Buenos Aires de Mauricio Macri no estaba buena, pero además es repetitiva hasta la exasperación.

La exasperación, y la indignación. Leticia Provedo tenía 20 años. Ariana Lizarraga, 21. Según Horacio Rodríguez Larreta, el tipo que tiene que salir a dar la cara mientras su jefe disfraza de “actividad oficial” el paseo europeo con su prometida, las chicas hicieron un “mal uso de las instalaciones”, con lo que además de víctimas son responsables de su propia muerte. Porque el Gobierno de la Ciudad, según lo presenta el funcionario, hizo todo bien: Beara estaba habilitado, repitió una y otra vez. Había sido inspeccionado nueve veces, remarcó, sin darse cuenta de que esas afirmaciones son el más crudo testimonio de la ineptitud del Estado ciudadano. Alguien miró para otro lado, alguien no supo advertir el peligro de un entrepiso de durlock, alguien se llevó un billete, alguien no constató que lo que aparecía en la página de Internet del gobierno como “salón de fiestas privadas” se autodenunciaba en la misma página del boliche vendiendo entradas para eventos abiertos al público.

Y aquí estamos de vuelta, contando muertos y heridos.

“No se le puede exigir al gobierno que chequee cada ascensor de los edificios de la ciudad para ver si es correcto su funcionamiento”, dijo Marcos Peña, secretario general del Gobierno de la Ciudad, mientras en Roma su jefe pensaba los 140 caracteres de pésame a los familiares de las víctimas. Es curioso: cuando Aníbal Ibarra dijo algo muy parecido, los representantes del PRO se indignaron muchísimo y exigieron, impulsaron, el juicio político que se llevó puesto al jefe de Gobierno. En uno y otro caso, tampoco se pide tanto: no se pide que lo observen todo, quizá alcance con que alguna vez hagan bien el trabajo de controlar boliches o edificios (y ya que hablamos de ascensores, que le pongan un ojo a los del Centro Cultural San Martín, que además depende directamente del GCBA). Bueno, en tren de pedir también estaría bueno que, ante la repetición de “desastres evitables”, dejaran de lado el modus operandi de intentar lavarse el culo en público en vez de hacerse cargo de las cosas.

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Bienvenidos, entonces, al túnel del tiempo circular, que no viaja a diferentes lugares sino que vuelve una y otra vez al mismo punto. Como en enero de 2005, la luz pública vuelve a revelar tramoyas que tienen que ver con la habilitación de locales bailables “clase C”. Una de las enseñanzas de República Cromañón fue que había un esquema corrupto de inspecciones, controles y habilitaciones que debía ser desmantelado. Los actuales gobernantes cosecharon votos prometiendo que sería una de las muchas tareas que desempeñarían con eficiencia, pero seis años después el esquema parece intacto. Es la única inferencia posible ante un local que fue inspeccionado nueve veces pero se vino abajo. Los funcionarios pretenden que hubo un mal uso de las instalaciones, pero en rigor hay un mal uso de las inspecciones. Se clausuran locales porque no hay máquina de preservativos en los baños, pero permanecen abiertos los que tienen un encargado que le indica a su empleado en negro que ponga las mesas en el medio del entrepiso, para que no se junte allí la gente porque todo está atado con alambre.

Un par de semanas atrás, el gobierno anunció con pompa y boato que se les entregaban habilitaciones a veinte salas de teatro independiente. Hay al menos 130 que siguen esperando que alguien les dé pelota, que destrabe un poco la maraña legal en la que fueron enredados: será que los teatristas se resisten a transitar los caminos de la viveza criolla que conducen al permiso fácil que disfrutan otros.

(Si los mirara con ojos de inspector, ¿habilitaría el Gobierno de la Ciudad tantas escuelas al borde de la ruina edilicia?)

Con las orejas aún ardiendo por el papelón del micropogo en River, los funcionarios pretendieron tomarse revancha: el entrepiso de Beara se vino abajo por culpa de los pogueros, esos infiltrados chavistas K que saltan al grito de “Macri, basura, vos sos la dictadura”. El derrumbe en Palermo, estas dos nuevas muertes jóvenes vienen a certificar que los problemas de fondo permanecen, y el arte de la excusa también. ¿De qué sirvió la ola de clausuras que barrió con infinidad de lugares de trabajo de artistas y su entorno, si al retirarse el agua quedó la misma resaca de siempre? ¿Quién puede garantizar que hoy Cromañón no tendría “todo en regla”, de acuerdo con las reglas con las que juega esta administración? Si el túnel circular nos depositara en el 30 de diciembre de 2004, ¿no diría Rodríguez Larreta que en la discoteca de Once se hizo un “mal uso de las instalaciones”, no diría el sitio saliseguro.gob.ar que “el lugar no registra clausuras por incumplimiento de medidas de seguridad ni por haber realizado actividades sin permiso en el último año”?

Flaco consuelo: al menos en 2004 no había Twitter.

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Sí, uno se harta de machacar con las mismas cosas. Más inexplicable aún debe resultar para los familiares de Leticia y Ariana, a quienes les vendieron que esta ciudad ahora sí es segura, ahora sí vigila los lugares donde los jóvenes entretienen su tiempo, y de pronto todo se viene abajo y les dicen que estaba todo bien y que en realidad la culpa es de las pibas que se pusieron a saltar donde no se debía, y les mandan un pésame en 140 caracteres desde la bella Italia. Y todos volvemos a leer las palabras Agencia de Control, boliche clase C, inspección, habilitación, y volvemos a ver funcionarios con cara de piedra practicando el innoble arte de tirarle la pelota envenenada a otro.

Un destino circular, girando en el mismo lugar.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Fatalidad: cualidad de fatal. Fatal: inevitable...

Dos visiones Pro del concepto "fatalidad"...

El jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, aseguró hoy que se debió a "una fatalidad" el derrumbe ocurrido ayer en un boliche del barrio de Palermo, y volvió a sostener que "todo indica que hubo un mal uso de la instalación" que se desmoronó. (Lanacion.com)

RESPONSABILIDAD
“La tragedia se podría haber evitado si el gobierno hubiera hecho cumplir la ley como le corresponde. Son muchos los porteños que corren riesgo de muerte por este Estado ausente. La tragedia no es un tsunami, ocurrió porque existe un Estado ausente, porque hay una mala política, irresponsable y cómplice de la corrupción. La política tiene responsabilidad porque, con las leyes vigentes, la tragedia no hubiera existido. Lo único que interesa ahora es esclarecer la verdad para que hechos como éstos no vuelvan a ocurrir.” Lo dijo Mauricio Macri luego del incendio en República Cromañón. (Página12).

Digo yo, al menos que se pongan de acuerdo...Si se puede evitar, claramente no es una fatalidad, ergo, como vos bien dijiste, es culpa de tu Estado ausente, de tu mala política, irresponsable y cómplice de corrupción.

sábado, 14 de agosto de 2010

Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida

Cambalache
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn, Alemania


Como todos los días, al amanecer, voy a buscar los diarios al buzón, que me deja el “canillita” con auto. Además de dos diarios está también una revista semanal. Las leo. Una hora después termino la lectura. No puedo creer. Camino unos pasos y me viene a la memoria una letra de tango. Lo canto a media voz aunque quisiera gritarlo. “Cambalache”, del filósofo de la calle Discépolo:

Siglo veinte, cambalache
Problemático y febril
...
.................
Vivimos revolcaos en un merengue
Y en un mismo lodo,
Todos manoseaos
.

Vuelvo al diario. Leo su titular: “Joven, sin posibilidades y amargado”. Y el subtítulo: “Alarma, hoy, en el Día de la Juventud, en todo el mundo la crisis financiera empuja a los menores de 25 años a la marginación”.

El artículo se basa en un estudio de la ILO, la Organización Internacional del Trabajo con sede en Suiza. Señala que en Europa, el número de jóvenes desocupados aumenta mes a mes. España, por ejemplo, anuncia una desocupación del 40,3 por ciento de jóvenes menores de 25 años. Y eso que, en el 2007, esa cifra llegaba apenas al 17,5 por ciento. Dice la crónica: “La cifra avanza en forma dramática” y cita al diario español El País, que habla de “una generación cero con muy pocas perspectivas y sin ninguna chance de empleo”. Y no sólo ocurre esto a los que han abandonado sus estudios y tienen poca preparación en oficios sino también a los jóvenes académicos a quienes “les esperan múltiples problemas para encontrar un empleo después de finalizar sus estudios”. Además, explica la ILO, “mismo los que obtienen un empleo, en el 2010, no tienen seguridad para planificar su futuro ya que el noventa por ciento de los trabajadores españoles menores de 25 años sólo reciben contratos con plazo limitado que pueden ser fácilmente rescindidos”.

A esa generación de jóvenes, en círculos especializados, la denominan “Ni, ni”, es decir, “ni estudian ni trabajan”. Acerca de esto, el sociólogo Philipp Woldin escribe: “Se trata de una generación sin estímulo, que ya no tiene sueños de futuro y que se ven ellos obligados a vivir con sus padres. España teme que debido a la crisis económica crezca una ‘generación perdida’ de jóvenes”. Las consecuencias, según los expertos, “para esa generación serán miedo al futuro y falta de motivación y, por supuesto, una larga dependencia del hogar paterno”.

La ILO advierte que en el 2008, en el mundo entero, 152 millones de jóvenes debieron conformarse con una entrada de apenas 1,25 dólar por día, lo que corresponde a un 28 por ciento de la cuota mundial de desocupados.

Pero, y aquí viene lo notable, “el mayor aumento de esa desocupación como consecuencia de la crisis financiera ocurre en los países desarrollados y de ellos, más en los europeos, donde la cuota de jóvenes desocupados aumentó del 13,1 por ciento, en 2008, a 17,7, en 2009. La que mejor se mantiene en los países desarrollados es Alemania, donde esa cuota alcanza al 11 por ciento.

Las consecuencias son, y lo dice el informe de la ILO: aumento de la criminalidad, problemas psíquicos y aumento del consumo de drogas.

Levanto la vista y me digo: “¿y eso hacemos con nuestros jóvenes? Ni siquiera ya reina aquella obligación moral y racional de asegurarles un camino sin violencias en la vida. La actual sociedad mundial con su sistema les abre la puerta para lanzarlos no a la paz sino a la contienda del egoísmo y la disputa diaria.

El mismo diario trae las declaraciones de Tim Noonan, portavoz de la Confederación Internacional Sindical, con asiento en Bruselas, quien señaló que “los gobiernos de la mayoría de los países se han preocupado muy poco durante muchos años en crear fuentes de trabajo y por eso los jóvenes, después de terminados sus estudios, no tienen posibilidades de encontrar una ocupación. Y los que la consiguen están limitados por contratos a término o reciben un sueldo muy bajo. Deben modificarse ya los fundamentos macroeconómicos. Tiene que acabar esa limitación y originar lugares de trabajo, crear empleos verdes, de defensa del medio ambiente. Si no se hace eso vendrá una segunda recesión. Es una bomba de tiempo que ha empezado a hacer tic-tac”.

“En los llamados países en desarrollo el problema es mucho más grave. En Africa y en el Medio Oriente la mayoría de la juventud no tiene trabajo. En Africa del Sur –donde se acaba de jugar el Mundial de Fútbol– el 45 por ciento de la juventud no tiene trabajo. En Namibia, el 75 por ciento. Naciones Unidas ha advertido que cada vez más hay jóvenes que caen en la criminalidad. El peligro es muy grande. Porque junto a la desocupación aumenta la inflación y estamos frente a una crisis de alimentos. Han comenzado las protestas, también en Europa; el caso de Grecia es patético. Trabajo debe ser el problema fundamental.”

Tiene razón Tim Noonan. Ni con medidas financieras ni con ahorros ni con acortar la ayuda a los países en desarrollo se soluciona el problema. Crear trabajo, ésa es la clave, repartir a cada cual lo suyo, ésa es la única solución contra toda violencia.

Doy vuelta la página del diario. Y no puedo creerlo: el Instituto de la Economía Alemana, institución matriz de los empresarios de este país, propone que se eleve la edad para jubilarse, de 65 años a 70; y para ello señalan que la gente cada vez vive más y es imposible solventar las jubilaciones, y que, por otra parte, ha disminuido el número de nacimientos. Es decir que las nuevas generaciones no podrán sostener al cada vez mayor número de ancianos.

Y aquí cabe la pregunta: ¿pero cómo, si hay cada vez menos trabajo y ahora quieren aumentar la edad para jubilados para que los viejos sigan trabajando cinco años más? Y entonces, ¿qué se hace con los jóvenes? Esto demuestra la irracionalidad del sistema capitalista que siempre busca cortar el hilo por lo más delgado. Si los viejos trabajan más años, los jóvenes tienen menos probabilidad de encontrar empleo, dadas las circunstancias del sistema económico actual. Mientras unos discuten cómo crear más trabajo los otros proponen que los que están por jubilarse ya sigan trabajando cinco años más. El sistema. La irracionalidad.

Porque la realidad es otra. Las empresas despiden a gran parte de su personal una vez cumplidos los 55 años, principalmente a los ejecutivos. Está en la mente empresaria que ya a esa edad hay conformismo y no la palabra “búsqueda”, el superarse siempre hasta el último día. Si bien pagan indemnización para librarse de los viejos, éstos, al quedarse sin empleo, pasan a cobrar el seguro de desempleo, una suma en sí irrisoria que les alcanza sólo para no morirse de hambre. Vamos a la parte psicológica: todo empleado, a partir de los 55 años, comienza a tener temor de un pronto despido. Y eso obra sobre su salud mental y física. Y se va formando así una sociedad de histerias, codazos y neurastenias. Cuando la vida tendría que tener un final de tranquilidad y premio para todos aquellos que cumplieron con la sociedad.

Este es el panorama. Pero doy vuelta a la página del mismo diario y me encuentro con otra información. Todo en idioma perfectamente empresarial. Se explica el radical programa de ahorro que llevan a cabo casi todos los estados federales de Estados Unidos. Se ahorra cerrando escuelas, rebajando las ayudas sociales y dejando cesantes a empleados. Hasta ahora, desde comienzos del 2010 se ha dejado cesantes a 169.000 empleados. La nota periodística la firma el economista Dietmar Ostermann. Se calcula que en el 2011 se van a ahorrar 120 mil millones de dólares para terminar con el déficit nacional. Obama ha enviado 10.000 millones de dólares a esos Estados para parar un poco el cierre de escuelas y el despido de maestros. Los republicanos han calificado a la ayuda de Obama como apenas una gota de agua sobre una piedra caliente. La financiación de esa ayuda se lleva a cabo a costa de los más pobres ya que se han eliminado las subvenciones para alimentos vitales.

Sigo leyendo el mismo diario. En el próximo título de página se denuncia el gran negociado que se llevó a cabo con la alarma sobre la gripe porcina y la dramática obligación de vacunarse a todo el mundo. Pero ya no quiero seguir leyendo, me digo, basta. Cierro el diario. Sí, es un diario de tendencia liberal, nada contestatario. Pero informa de la actualidad, es su obligación, la de informar. Es el Frankfurter Rundschau. Tomo la revista Stern, para descansar un poco. Pero justo su nota principal habla de los empresarios más ricos de Alemania y su predisposición a hacer donativos. Por lo menos hay 75 de ellos que poseen fortunas de más de mil millones de euros (que es de más valor que el dólar). Ejemplo, Karl Albrecht posee declarados 17.000 millones de euros; Theodor Albrecht, más de 16.000 millones; Dieter Schwarz, más de 10.000 millones, y sigue la lista. Como decimos, hay por lo menos 75 multimillonarios. Y eso que lo que poseen, comparado con lo de los multimillonarios norteamericanos, parecen propinas. Bastaría comparar esas cifras con las estadísticas del hambre en el mundo, o de la gente sin techo, o de las villas miseria.

Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé
En el quinientos seis
Y en el dos mil también.
Que siempre ha habido chorros
Maquiavelos y estafaos,
Contentos y amargaos,
Barones y dublés.
Pero que el siglo veinte
Es un despliegue de maldá insolente
Ya no hay quien lo niegue.


Cambalache. Me digo: Alemania tuvo pensadores como Kant y Marx; Francia lo tuvo a Descartes, el mundo todo a un Einstein. Pero los argentinos lo tuvimos a Discepolín, que en un tango lo definió todo, en el idioma del pueblo.

Voy a la ventana. Veo el verde de este verano, el cielo bien azul, el dorado tan puro de los rayos del sol. Y se me presentan las figuras humildes de Agustín Tosco, aquel del Cordobazo que encabezaba las protestas obreras vestido con su humilde “overol”, y en Facón Grande, el gaucho que fue fusilado por acompañar a los pobres peones rurales patagónicos.

Sí, a pesar del cambalache, hay gente que no se rinde.