viernes, 31 de diciembre de 2010

Feliz 2011 para todos!!!

La aventura del hombre
Por Juan Forn


Dice Marshall Berman que, después de la aparición de su gran ensayo Todo lo sólido se desvanece en el aire, que fue la obra de su vida y publicó a principios de los años ‘80, se fue sintiendo cada vez más arrinconado por la obligación de publicar: “Crecí con la convicción de que un libro debe surgir de las profundidades del alma de su autor y lograr convertirse en un todo orgánico. Conseguí escribir un libro así. Como no pude hacer otro libro semejante, no publiqué más. No dejé de escribir, pero nada me parecía lo suficientemente bueno como para merecer el título de libro”. De hecho, el volumen titulado Aventuras marxistas, que reúne piezas sueltas que Berman fue publicando a lo largo de su vasta trayectoria intelectual, sólo apareció después de años y años de insistencia de su fiel editor inglés. Y, para su propia sorpresa, Berman descubrió que esas piezas conformaban mensajes escritos en una botella que se había enviado a sí mismo sin saberlo, a lo largo de los años.

Nacido en el Bronx, hijo de un judío trapero devorado por la pujanza del capitalismo norteamericano, el joven Berman se internó en el marxismo para dar sentido a la muerte de su padre: “Sólo analizando su vida pude entender la mía, imaginar quién quería ser en el mundo. Con el tiempo descubrí que estudiar vidas humanas es una de las grandes cosas para las que sirve el marxismo”. La obra de Marx es, para Berman, un formidable I Ching que todo lo contiene, si uno sabe qué preguntarle (y, por supuesto, con el tiempo siempre descubrimos que el I Ching no contesta la pregunta que le hacemos sino aquella que no sabemos cómo formular). Hay quienes usan así la obra de Shakespeare, o la de Kafka. Berman eligió la de Marx, sencillamente porque “es uno de los escritores más comunicativos de la historia, alguien que presentó las ideas más complejas de la manera más intensa y dramática, y nunca escribió en lenguaje excluyente (como suelen hacer quienes escriben sobre él) sino como un hombre que habla a los hombres”.

Berman entró en Columbia gracias a una beca pública y después fue a Oxford gracias a otra beca pública, pero desarrolló toda su carrera no en esos ilustres claustros sino en el City College, “entre estudiantes que, como yo, provenían de la clase trabajadora y de las calles de Nueva York”. A lo largo de todos estos años, en sus clases y en sus textos, Berman puso a dialogar a su época con Marx y logró generar en sus alumnos y en sus lectores lo que Marx generó en él: contagiar su visión del mundo haciéndonos ver en esas palabras nuestra visión del mundo. Se ha dicho muchas veces que leer y escribir son dos facetas de una misma actividad. Berman ha escrito y dado clase así siempre: en un diálogo simultáneo con el hombre que le enseñó a leer y con aquellos a quienes se quiere dirigir con lo que escribe, “como un hombre que habla a los hombres”.

Para Berman, Marx dejó la obra más elocuente de los tiempos modernos porque sigue explicando la realidad, nuestra realidad, como pocos, o como nadie. Esa elocuencia se debe a la amplitud del objetivo de Marx (la extraordinaria esperanza que implica un mundo donde el máximo objetivo del ser humano no sea explotar a los demás, a la naturaleza y hasta a uno mismo sino superar esa explotación) pero especialmente a la intensidad con que escenificó nuestra condición (entendiendo por nuestra condición el mundo capitalista: ese mundo que le tocó vivir a Marx y también a Berman, y a todos nosotros). Aunque El Capital esté firmado con su nombre, Marx lo presentó como una empresa colectiva y, en colaboración, que surgió del trabajo de cientos y miles de personas: una asombrosa multiplicidad de voces, ilustres y anónimas, de mineros y tenderos, políticos y filósofos, que aparecen unas pocas líneas o en prolongadísimos debates con él. Hasta el más acérrimo de sus adversarios reconoce hoy que nadie entendió más a fondo el capitalismo. Incluso el hecho de que El Capital haya quedado inconcluso es una buena prueba de ello: “¿Cómo podía concluirse si el capitalismo sigue vivo?”, dice Berman.

Esto no es una boutade, sino una convicción: “La visión del mundo en su conjunto es lo más vivo y estimulante que puede transmitir un escritor a través de su obra”, dice Berman. Esa visión, que suele ser menos tangible que su política, su economía, su religión, su ideología, es, sin embargo, más profunda, porque es lo que hace que la obra de un escritor mantenga elocuencia después de que su causa política, económica, religiosa o ideológica haya ganado, perdido o se haya apagado. Y ése es el Marx que Berman nos pone delante. “El inmenso poder del mercado en las vidas íntimas de los hombres modernos nos lleva a mirar la lista de precios en busca de respuesta a preguntas que no son realmente económicas sino metafísicas: preguntas acerca de qué vale la pena, qué es honorable, incluso qué es real. Aquello para lo cual hoy buscamos desesperadamente definiciones ya fue definido hace más de un siglo por ese hombre que debió convertirse en el mayor experto en el capitalismo para que alguna vez logremos darle un desenlace.”

Nos demos cuenta o no, nuestro capital espiritual sigue teniendo en su centro lo que nos dejaron los titanes atormentados del siglo diecinueve: Beethoven, Dostoievski, Van Gogh, Nietzsche, Baudelaire, Goya y siguen las firmas. Y el motor del capitalismo sigue consistiendo en aliviar a sus creyentes de la responsabilidad de sus acciones. Todos aquellos que hoy pueblan las infinitas oficinas y negocios y fábricas y depósitos de las grandes ciudades del mundo, identificándose alegremente con los dueños del capital hasta que la empresa o el mercado decreta la obsolescencia de sus habilidades (e ignorando alegremente mientras tanto que dan o reciben órdenes de personas que son de su propia clase por la sencilla razón de que comparten su misma vulnerabilidad), tarde o temprano, con la cabeza en la almohada o frente al espejo al despertarse, sienten el mismo rumor ensordecedor que resonaba en la cabeza de Dostoievski y de Marx, de Van Gogh y de Kafka, de Baudelaire y de Nietzsche. El extraordinario mensaje en la botella que nos hace llegar Berman con sus Aventuras marxistas es que no vivimos el fin de la Historia: en todo caso, somos el último capítulo hasta que logremos crear el siguiente. Una hermosa noticia para acompañarnos en el paso del último día del año al primer día del año que viene.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Ξενόφοβος

Macri, xenofobia después de Menem
Por Alejandro Grimson *

Las declaraciones de Mauricio Marci y de su jefe de Gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, acerca de la situación del Parque Indoamericano y la culpabilización a los inmigrantes de países limítrofes nos retrotrae a debates de los años noventa o a las políticas de la dictadura militar que parecían superadas. Desde Menem y antes Videla, ningún funcionario de tan alto rango hizo una declaración tan cargada de xenofobia. La dictadura impuso una nueva ley de migraciones, que acompañó con políticas xenófobas que perseguían a la población de Bolivia, Paraguay y otros países latinoamericanos. Desde 1983, con el nuevo período democrático, no hubo declaraciones ni acciones políticas gubernamentales que atacaran a los inmigrantes, excepto durante el gobierno de Carlos Menem. El propio Menem, el gobernador Duhalde, el canciller Di Tella, el jefe de Migraciones, el jefe de policía, en diferentes circunstancias, realizaron declaraciones xenófobas que los investigadores argentinos coleccionamos y analizamos durante quince años.

Esas declaraciones afirmaban que los problemas sociales y de inseguridad eran producto de una “nueva ola migratoria” desde Bolivia, Perú y Paraguay. Analizando los censos desde 1869 hasta el de octubre de 2001 inclusive, demostramos que esa “nueva” inmigración nunca existió. El porcentaje de migrantes limítrofes en el país se mantuvo todo este período en alrededor del tres por ciento. Lo que hubo fue una utilización de los migrantes como chivo expiatorio de las consecuencias dramáticas de las políticas neoliberales. Puesto que, según rezaba la dirigencia neoliberal, ingresábamos al primer mundo, la Argentina tenía que tener sus turcos como Alemania, sus mexicanos como Estados Unidos.

Demostramos, además, que los argentinos tienden a ver muchos más bolivianos de los que hay en la realidad. Primero, porque cuando estaban en zonas fronterizas, los porteños y los medios porteños no los veían “en la Argentina”. Pero además porque consideran como extranjeros a los hijos argentinos de los bolivianos, también a los jujeños y, finalmente, a todos los que tengan alguna ascendencia indígena. Esto se debe a que la exclusión social, la desciudadanización neoliberal tendieron a extranjerizar a los pobres en general. Produciendo una gran paradoja: los descendientes de los pueblos que vivían en América antes de la llegada de los colonizadores son considerados por los más poderosos descendientes de los europeos como inmigrantes.

Frente a la crisis en que iba ingresando el país en 2000 y 2001, el discurso xenófobo iba perdiendo credibilidad. ¿Quién podía creerse que en vez de la convertibilidad y el remate del país los problemas venían de los bolivianos? Ni De la Rúa ni Duhalde en su presidencia realizaron declaraciones xenófobas.

En 2003-2004 el Congreso Nacional votó una nueva ley de migraciones que reemplazó a la Ley Videla. Es una ley democrática, que garantiza todos los derechos fundamentales a todos los habitantes del país y no sólo a todos los argentinos. Miles y miles de niños con problemas de documentación ingresaron al sistema de educación pública por esa razón, del mismo modo en que todos deben ser atendidos en los hospitales públicos sin importar su nacionalidad. Desde universidades de Estados Unidos vienen a estudiar hoy cómo pudo la Argentina tener una ley tan avanzada y democrática, que sería inviable políticamente en Estados Unidos.

Desde 2003 ningún presidente, pero tampoco ningún funcionario de alto rango, ni del oficialismo ni de la oposición, realizó una declaración como la de Macri, diciendo que hay “descontrol del avance de la inmigración ilegal”. Además, Macri afirmó que hay una “política descontrolada”, seguramente en alusión al plan de legalización más abarcativo que se recuerde, llamado “Patria Grande”. Por su parte, Rodríguez Larreta dijo que en la Argentina hay “una ley muy permisiva respecto de la migración: viene la gente y al poco tiempo de estar en la Argentina pide una vivienda, usurpa, después viene el juez que obliga al Estado a dar una vivienda”. Agregó que “es una lógica perversa”, “que lo único que hace es promover que venga más gente de los países limítrofes para usurpar terrenos y pedir viviendas. Tenemos que cortar eso”, agregó.

Lo que tenemos que cortar, de raíz, es la xenofobia de Macri y de Rodríguez Larreta. No hubo nada parecido en casi tres décadas democráticas, salvo Menem. Pretenden colocar a los inmigrantes causando un problema que sólo han provocado sus propias políticas o, mejor dicho, la inexistencia de las políticas de vivienda en la Ciudad. Y no sólo de vivienda. De paso, actúan igual que la derecha conservadora en todos los países del primer mundo. Están a tono.

Cuidado: van contra los que vienen desde países latinoamericanos como si no hubiera habido italianos y españoles, más de un Rodríguez, en las huelgas de inquilinos de principios del siglo XX en Buenos Aires. Pero también van contra nuestras leyes y contra nuestra Constitución. Mientras hablan de “hacer cumplir la ley” dicen que nuestra ley es errónea, demasiado democrática. La refundación de la xenofobia sólo puede hacerse sobre la falsificación de los datos sobre inmigración.

* Antropólogo. Conicet/Idaes-Unsam.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Cables cruzados...

Whiskyleaks
Por Luis Bruschtein

De los más de 250 mil cables que liberó Wikileaks, 2233 corresponden a la Argentina, o sea menos del uno por ciento. Sin embargo, El País (el único medio de habla hispana de los cinco que tuvieron acceso inicial a los cables) le ha otorgado un centimetraje de nota principal en tres de los cuatro primeros días del wikileaksgate. Una de dos: Argentina es uno de los países más importantes para los Estados Unidos o es uno de los más importantes para El País. Lo primero suena un tanto pretencioso. Argentina no es tan importante en el mundo, aunque así les pueda parecer a los argentinos. Entonces se trata de una decisión editorial del diario español, asociado en la Argentina con el diario La Nación, y dueño o socio en la propiedad de otros medios de comunicación, entre ellos Radio Continental.

El primer día, El País le dedicó un lugar en la tapa: “Preocupación en Estados Unidos por la salud mental” de Cristina Kirchner. Un destaque así es poco menos que decir que la presidenta argentina está tan mal de la cabeza que le chifla el moño. Ese mismo día publicaba en la portada junto a la foto de Cristina Kirchner, las de Sarkozy, Ahmadinejad, Chávez, Merkel y Putin. El País, cuya mirada sobre América latina suele ser muy conservadora, forzaba a toda máquina los cables relacionados con Argentina. Se supone que el foco de atención internacional está puesto en Afganistán, en Medio Oriente, China o Europa. Pero El País ha incorporado a la Argentina a esa reducida lista.

De la palabra “preocupación” con la que presentó la noticia el primer día, y que fue utilizada por el diario La Nación al siguiente para su principal título de tapa, pasó al más sobrio “inquietud” en el título de la nota cuando finalmente apareció, y terminó en un modesto “curiosidad” en el texto de la periodista Soledad Gallego. En el primer día la nota destacaba que la preocupación que despertaba en Estados Unidos el gobierno de Cristina Kirchner los había llevado al punto de inquirir sobre la salud de la Presidenta. Pero el cable original no hablaba en ningún momento de preocupación por la política del gobierno argentino. Eso era un agregado libre de El País. La corresponsal en Argentina finalmente aclaró que el planteo de ese cable –que llevaba la firma de “Clinton”– consistía en un trámite normal en las cancillerías que suelen pedir un perfil psicológico de los principales líderes. En todo caso, el cable nunca hablaba de “salud mental”, como se consignaba inicialmente en El País, sino que preguntaba por el “estado mental” y la salud de la Presidenta. En esa jerga periodística “salud mental” quiere decir loco. “Estado mental” es mucho más amplio y abarca situaciones que están enumeradas en el mismo cable, como por ejemplo la capacidad de la Presidenta para tomar decisiones en situaciones de estrés.

Toda la inundación de Wikileaks fue entonces digerida primero por El País, por lo menos en lo relacionado con Argentina, con leves transgresiones en la traducción y una edición forzada. Así, daba pie para poner en funcionamiento en Buenos Aires la maquinaria de la corporación mediática local, de la que también forma parte y que está en guerra abierta y total con el Gobierno. Clarín y La Nación levantaban de El País y titulaban con la misma tendencia, como si para Washington Argentina estuviera gobernada por una banda de locos, espías, chorros y narcos.

Y cada quien usó los cables para llevar agua a su molino. Por ejemplo, en Infobae se habló del objetivo de la política norteamericana de sustraer a la Argentina del eje bolivariano. Pero no es lo mismo decir “sustraer” (como si ya estuviera dentro) que “mantener a la distancia” a la Argentina de esa influencia, como efectivamente decía el cable en cuestión.

Paradoja: en todo el escandalete, el menos malo ha sido el ogrísimo del imperialismo norteamericano, que esta vez fue sorprendido en paños menores. Sin esos leves toques en la traducción ni la edición forzada, los famosos cables relacionados con Argentina son hasta ahora, falta conocer miles, palabrerío puro sin atractivo periodístico. La verdadera “inteligencia” norteamericana no se revela en esos cables. Si fuera así, viviríamos en un mundo bastante más tranquilo. Lo que sí ponen de manifiesto, en cambio, son los prejuicios del funcionario medio norteamericano y su poca apertura de criterio para observar la realidad de los países latinoamericanos, lo cual excede a las administraciones que se suceden en Washington. Todas las referencias enunciadas en los cables provienen de conservadores de oposición o ex funcionarios enemistados con el Gobierno. Esas son las fuentes de la embajada. Casi todos los temas mencionados en los cables ya fueron difundidos en la Argentina en su momento con grandes titulares por los grandes medios. Repitieron lo que ya se había publicado como parte de campañas que en el tiempo mostraron poca consistencia.

De todos modos, los cables son bastante escrupulosos para señalar la mayoría de las veces que son opiniones de terceros. Pero en los titulares de los medios, eso no se aclara. Ni siquiera se aclara que fueron escritos por funcionarios de baja categoría en algunos casos. En los titulares aparece como si Washington estuviera avalando todas las denuncias que han formado parte de la campaña de los grandes medios. El jueves, por ejemplo, el titular a cinco columnas de La Nación decía “EE.UU. expuso sospechas sobre manejos financieros de los Kirchner”. El título da a entender que la noticia viene de Washington para acá. Pero en realidad fue de acá para allá. Y en el cable enviado por un funcionario de la embajada a sus superiores se aclara muy especialmente que se trata de afirmaciones de un tercero, el economista Mariano Federici, consultor regional del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pedirle a un funcionario del FMI que opine sobre los Kirchner es como pedirle a Bin Laden que opine sobre los Estados Unidos.

Clarín de ese día usó también un título catástrofe para denunciar “Espionaje a opositores y obra pública dudosa”. En la nota se afirma que un cable enviado por el consejero político de la embajada, Thomas Kelly, dice que a Aníbal Fernández lo “persiguen rumores de corrupción”, así como “sospechas de presuntos vínculos con el narcotráfico” y de ordenar el “monitoreo clandestino de mails de opositores políticos”. En realidad, en ese mismo cable de 2009, Kelly enfatizó que esa información “no tiene suficiente fundamento” y que “no existe evidencia contundente”, pero igual en Argentina mereció un super título.

A pesar de todo, en este caso el papel de la diplomacia norteamericana es secundario. Sólo demostró que si quiere cambiar realmente su relacionamiento con América latina, tiene que empezar a buscar otras fuentes de información menos ideológicas. En cambio, los cables de Wikileaks fueron incorporados como nuevo material de la campaña granmediática contra el gobierno de Cristina Kirchner.

La impunidad de los medios pareciera total. Temas que fueron parte de una campaña mediática en su momento, con denuncias que nunca fueron comprobadas pese a haber ocupado títulos de primeras planas, son tomados por los funcionarios de la embajada –como versiones– en los informes a sus superiores. Wikileaks los revela, El País los publica y finalmente vuelven a su punto de origen: los titulares de primera plana de los grandes medios locales, esta vez como si provinieran del gobierno norteamericano. La impunidad es tal que, a pesar de la evidente inconsistencia del mecanismo, consiguen hacer mucho ruido.

Tiempo atrás, una campaña de ese voltaje podría haber sido demoledora, casi destituyente. Pero llegó tarde. Pasó apenas un mes de la muerte de Néstor Kirchner. El oficialismo recuperó espacios que había perdido desde la derrota de la 125 y en algunos casos traspasó marcas previas a aquel momento. Y la oposición pagó sus errores con un proceso centrífugo. Más que nunca en todos estos años los grandes medios actúan como el muro del que hablaba Elisa Carrió, “la última trinchera”, o la primera en defensa de sus intereses.

Tras la muerte de Néstor Kirchner y con el ascenso de la candidatura de Cristina Kirchner, en los mentideros de la política se daba por hecho que durante el año que falta para las elecciones presidenciales de octubre, vendría una campaña despiadada, porque es mucho lo que está en juego. En vez de respetar el tiempo del luto, los grandes medios prefirieron salir con los tapones de punta cuando la mayoría de la sociedad todavía ve con respeto, y en algunos casos con afecto, la imagen de una viuda despidiendo a su marido. Una movida de esa potencia puede producir antipatía y no solamente en los ámbitos oficialistas. El viento cambió y ahora se lleva el fuego para el lado de quien lo enciende. Como dijo Sun Tzu: “Lo que no te mata, te fortalece”.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

A reirnos un rato....o a llorar, cada uno elige...

El argentino antiargentino (Fuente: Ni a Palos: niapalos.com)

- Si tuvo la oportunidad, está casado/a con alguien europeo.
- Tiene algún hobbie estúpido, como coleccionar posavasos de los cinco continentes.
- Piensa que sus fracasos personales se deben a que vive rodeado de vagos, burros y corruptos.
- Es apolítico o en el mejor de los casos es radical, que es más o menos lo mismo.
- Le resulta primitivo usar una escarapela en la Semana de Mayo. En su lugar usa todo el año el pin de la escuela de yoga a la que pertenece.
- Piensa que al Bicentenario lo tramó la Presidenta para ganar en las próximas elecciones.
- El Bicentenario lo desesperó al punto de tirarle una botella a la Sole (embarazada).
- No se anima a decirlo, pero, para él o ella, lo mejor que les pudo pasar a las Malvinas es ser una colonia Británica.
- Tenía algún que otro amigo cumpa…. con quien sólo se saluda por Facebook.
- Ametralla frases como: “El problema de este país…” o “En los países en serios…”.
- Admira el sistema político chileno.
- Nunca fue a chile.
- Muere por tener un pasaporte europeo.
- Se vive quejando aunque cambie el auto todos los años.
- Tiene la fabulosa capacidad de encajar en cualquier conversación la frase: “¿Y qué querés? Con este país de mierda…”
- Considera que los negros del Bronx son cultura callejera pero los del conurbanos son una manga de vagos que viven del estado.
- Acepta que los festejos del Bicentenario estuvieron “más o menos buenos porque la tecnología era importada pero falló la organización en la puntualidad de los recitales”.
- Repite que los de Fuerza Bruta son vascos.
- Acepta que una orquesta de tango es buena cuando se consagró en Japón.
- Odia a Riquelme.
- Si es pendejo escucha Aspen o La Metro; si es mayor, música clásica o Millenium.
- Hace años que repite en una discusión política “¿qué querés? Si al final a De la Rúa no lo dejaron…”.
- Nunca dice llaga a decir “no lo dejaron que…”.
- En la época de De la Rúa decía “¿Qué querés? Si nos gobierna un tarado…”
- Lo más cerca que estuvo de la política fue reenviar a todos sus contactos un mail de “sobranpolíticos.com.ar”.
- Odia poner “.ar”.
- Usa un Hotmail que es “.es”.
- Curiosamente durante la dictadura no hubiera sido taaaan anti argentino (aunque en la guerra de Malvinas se hubiera muerto de esquizofrenia).
- Su odio a la Argentina encubre su odio a la democracia.
- Su odio a la democracia encubre su odio a los villeros.
- Cuando se va del país, se llena la boca hablando de lo mierda que es la Argentina y lo mejor que es vivir en Afganistán o Kenia.
- Cuando en Europa se beneficia a los desocupados es primer mundo. Cuando acá se beneficia a los desocupados, es mantener vagos o grupos de choque.
- Prefiere chuparle el bigote a Aníbal Fernández antes que votar a un peronista. Es casi tan antikirchnerista como antiperonista.
- Puede saltar de la izquierda abstracta al ultra conservadurismo sin sonrojarse y manteniendo una “lógica” en su discurso.
- Es protestatario, inconformista y altamente negativo.
- Tiene inglés fluido.
- Tiene Perfil y Crítica marcado como “favoritos” en el navegador.
- Es muy factible que haya pagado por sexo alguna que otra vez.