martes, 28 de septiembre de 2010

Lo mismo un burro que un gran profesor...

Matemática... ¿estás ahí? (en el mundo)
Por Adrián Paenza


Todos los años, inexorablemente, hay un momento en donde los medios de comunicación entran en una suerte de estado de pánico con respecto a la matemática. Por supuesto, dura un par de días nada más y suele coincidir temporalmente con el momento en que se conocen los resultados de las estimaciones anuales sobre el nivel de la matemática en el país.

Ignoro la razón, pero en general el “lugar” de donde suelen provenir estos datos está situado en La Plata. No sé bien por qué, pero históricamente pareciera como que los problemas se concentraran allí.

Los diarios nacionales “levantan” la noticia, los programas de noticias de la mayoría de las radios azotan durante todo el día con los resultados, los noticieros de televisión amplifican todo un poco más, un montón de supuestos expertos somos consultados sobre “dígame qué pasa” o “por qué pasa”, cada uno de nosotros da una opinión que cree diferente y que puede colaborar... y ¡hasta el año que viene!

Algunos se rasgan las vestiduras un poco más. Ministros de Educación de diferentes provincias tienen reuniones con sus asistentes más cercanos, vuelan las fotocopias de los diarios reproduciendo los números del “desastre”, las convocatorias urgentes para entender el tema con los gabinetes psicopedagógicos, los asistentes más encumbrados, la “matemática moderna”, “la antigua”, las computadoras en el aula, etc., etc.

Y ni qué hablar cuando el país compite con estudiantes de otros países: pareciera como que los argentinos no supiéramos ni leer, ni escribir, ni hacer cuentas elementales. Aparecemos abrumados por “lo bien” que les va a todos los otros (países) y acurrucados en un rincón ante la comparación que siempre nos resulta adversa, aun con naciones menores, pequeñas, que parecieran enrostrarnos nuestras incapacidades.

¿Y entonces? Como esto sucede inexorablemente todos los años, quiero reproducir algunos datos que me resultaron interesantes. Quizás a usted también. Sígame por acá.

Hay un programa internacional –PISA (1)– que evalúa las capacidades de los alumnos de 30 países (2). Se inició en el año 2000 y se hace cada tres años. Primero correspondió a lectura, en 2003 a matemática y en 2006 a ciencia en general. En 2009 se repitió la experiencia con lectura y así continuará con el de matemática en el 2012, etc. El análisis de los resultados lleva alrededor de un año y medio y son consideradas las estadísticas más importantes y respetadas en el mundo. En promedio se evaluaron 275.000 (doscientos setenta y cinco mil) alumnos de entre 15 y 16 años.

Dicho esto, quiero comentar algunos de los resultados y luego la/lo invito a algunas reflexiones.

a) Hay seis países que están consistentemente entre los diez primeros: Finlandia, Canadá, Japón, Holanda, Australia y Nueva Zelanda.(3) (4)

b) De los 30 países que participaron en la evaluación sobre matemática en el año 2003, Estados Unidos apareció en el lugar 23. En 2006 ocupó el lugar 21 en ciencia y 28 en lectura y resolución de problemas en 2009.

c) Solamente el 1 por ciento de los alumnos norteamericanos entre los jóvenes de 15 años demostró que podía competir al más alto nivel, y fue superado por 27 países en todos los otros niveles que fueron evaluados.

Destaco los resultados obtenidos por los alumnos estadounidenses por dos razones: es el país más grande en número de habitantes de los que participa... y porque en la Argentina tenemos la tendencia de compararnos constantemente con todo lo que se hace allá.

Ahora pongamos la vista sobre Finlandia, el caso que más me importa compartir con usted: es un pequeño país de Europa (su superficie es de apenas el doble que la de Uruguay). Viven allí alrededor de 5.400.000 personas (vs. 3.700.000 uruguayos).

Sin embargo, no importa cuál sea el método utilizado para medir el nivel de sus estudiantes, junto con Singapur ocupan sistemáticamente los dos primeros lugares. Naturalmente, los otros países (a quienes les interesa la educación) quieren saber por qué. ¿Qué hacen los finlandeses de diferente? Acá, algunas respuestas.

a) Ser maestro en Finlandia no es un trabajo: es una profesión.

b) De acuerdo con la última encuesta nacional, no es una profesión cualquiera, sino que está entre las tres más respetadas y es la primera a la que aspira cualquier joven.

c) Para alcanzar esa posición dentro del país, el recorrido de un aspirante es equivalente al de terminar una carrera universitaria para nosotros.

d) De la misma forma que un médico necesita(ría) de una actualización constante, lo mismo sucede con los maestros allí: se los entrena y monitorea su evolución. Sus propios pares evalúan si están en condiciones de continuar en la profesión, tal como sucede en los concursos de renovación de profesores universitarios en la UBA.

e) Saber “enseñar” es una cualidad imprescindible. Y hay que demostrarlo.

Y dejé para el final lo que imagino que usted está pensando: los maestros tienen una de las profesiones mejor remuneradas en el país, equivalente a la de un ingeniero o médico.

Varios países del mundo han convocado a quienes lideran los programas tanto en Finlandia como en Singapur. Algo hacen distinto. Personalmente no creo en las evaluaciones o competencias entre alumnos para decidir nada. Pero no puedo ignorar el dato. Existe. Y no es del “aquí y ahora” sino que viene sucediendo desde hace más de una década. Lo que sí me interesa subrayar es que, tanto en Finlandia como en Singapur, la educación importa. Importa a nivel estatal, gubernamental y está instalado en la sociedad.

Y si se trata de discutir los temas para enseñar, la idea es reducir la cantidad, pero mejorar la calidad. Cambiemos la mentalidad: históricamente tratamos de cubrir un kilómetro de ancho pero con un centímetro de espesor. La propuesta es revertir esas dimensiones. En lugar de pensar en programas que cubran 50 tópicos es preferible seleccionar adecuadamente 15 y discutirlos en profundidad a lo largo del año. Y, por supuesto, convocar a la comunidad matemática esparcida en el país, para que dé su opinión pero que también tenga voto.

En todo caso, si hay algo en lo que me gustaría parecerme a Finlandia (o Singapur) es en eso: en haber detectado que la forma de trascender como país y defender nuestra independencia es a través de la educación pública, gratuita, laica y obligatoria... pero también de calidad. Y para lograrlo hace falta la voluntad política de hacer el cambio. Y para eso hace falta invertir en educación, incrementar fuertemente todos los presupuestos y elaborar un plan para los próximos cinco años en principio, con miras a revertir lo que sucede hoy en la próxima década.

Es hora de dejar de pensar siempre que es la matemática o que son los alumnos. Ninguno de los dos: la matemática que se enseña atrasa y es aburrida. No es la verdadera matemática que es plástica y creativa. Y tampoco son los alumnos los responsables de lo que nosotros hacemos con ellos. Los maestros hacen y han hecho lo que pueden y pudieron. Pero lo que otros advirtieron es que la única forma de progresar es –y lo escribo de nuevo– a través de la inversión en educación. No hay otra.

Quizás en ese momento, y espero que no sea en un futuro muy lejano, las noticias que llegan de La Plata ya no sean tan catastróficas. Eso sí: los medios tendrán que buscar con qué reemplazarlas. No creo que tengan problemas: siempre habrá alguien bailando por un sueño.

1 PISA es la sigla de un programa internacional: Programme for International Student Assessment (Programa Internacional para la Valoración del Estudiante... o algo así). Este programa lo lleva adelante la Organización para la Cooperación Económica y Desarrollo (OECD, Organization for Economic Cooperation).

2 En 2003, los países participantes en matemática fueron Alemania, Australia, Austria, Bélgica, Canadá, Corea del Sur, Dinamarca, Eslovaquia, España, Estados Unidos, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Hungría, Irlanda, Islandia, Italia, Japón, Luxemburgo, México, Noruega, Nueva Zelanda, Polonia, Portugal, República Checa, Suecia, Suiza y Turquía.

3 Singapur, que también tiene un programa de matemática de alto vuelo en todo el país, no participó.

4 El orden de los países en el año 2003 fue Finlandia, Corea del Sur, Holanda, Japón, Canadá, Bélgica, Suiza, Australia, Nueva Zelanda, República Checa, Islandia, Dinamarca, Francia, Suecia, Austria, Alemania, Irlanda, Eslovaquia, Noruega, Luxemburgo, Polonia, Hungría, España, Estados Unidos, Italia, Portugal, Grecia, Turquía, México.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Y en el mismo lodo, todos manoseaos...

El ocaso del progre
Por Sandra Russo


Vamos a decirle ocaso, y a evitar la palabra muerte, porque muchos de nosotros todavía, gente adulta, en la bruma del lenguaje, en su resaca, usamos la palabra “progre” para aludirnos, pensarnos o identificarnos. Pero quizá sea hora de enunciar la declinación de esa categoría sociocultural consensuada durante años para alojar en sí a la gente biempensante.

Alguna vez, allá por el 2001, escribí una nota que se llamó “Progresismo”, y que daba cuenta de que por estos rincones en los que se blande más el hábito del pensamiento que el de la acción, generalmente se tenía más tolerancia con los muy diferentes que con los muy parecidos. La diferenciación a partir de capillas, referentes o tendencias era característica. Nunca me cansaré de repetir que el que quiera internarse en esa titilante subjetividad “progre” y reírse de sí mismo y sus amigos puede leer Cómo ser buenos, del inglés Nick Hornby. Una novela en la que sus personajes son personas progres que luchan a su manera, básicamente solos, y que van derivando de lo político a lo new age. Un mundo en el que ser “progre” es adoptar un niño africano. La diferencia entre los “progres” Angelina Jolie y Sean Penn es que ella trae, “salva” a un niño africano de vivir en Africa, y deja a Africa con un niño menos para que pueda seguir siendo el continente más pobre. En cambio, Sean Penn se lleva a sí mismo a los lugares que identifica con su compasión, algo que sólo puede permitir una ideología: lleva su carpa y se muda a Haití. La categoría internacional del “progre” nos lo marca además como un fenómeno de época, de convicciones firmes, pero no obstante decidido a pelear por ellas a través de acciones individuales. Políticamente, el “progre” es atravesado por la idea de tolerancia, pero no menos por la idea de neutralidad. El compromiso con una idea es subordinarle el cuerpo. Eso requiere un abandono de la neutralidad.

El “progre” era, después de todo, el militante que ya no militaba, o la gente instruida en universidades o terciarios, gente con capital cultural, habitantes de una ciudad psi en la que nunca se sabe si tantos psicoanalistas generaron tantos neuróticos, o fue al revés.

El “progre” emergió en una época de gente aislada, le correspondió a una década cuya impronta feroz fue la antipolítica, que los “progres” no obstante siempre reivindicaron. Pero así en general, “la política” en general, todo muy sobreentendido.

En aquel momento la palabra “progre” contenía un modo de resistir en los ’90, códigos en común, desprecios compartidos, insatisfacción, revulsión, ánimo de retomar fuerzas para dar una pelea cultural, pero no una pelea política. Estábamos tan hundidos en la lógica del fin de las ideologías, que aunque defendíamos las nuestras no las conocíamos del todo. Probablemente todos los “progres” creíamos que el neoliberalismo era monstruoso y que había que devolverles a las organizaciones sociales y políticas sus derechos aplastados por los dos partidos tradicionales. Pero en cómo ir hacia los objetivos de equidad y libertad, ahora se hace evidente que había concepciones tan distintas que devinieron en esto.

Cabían en esa identidad “progre”, siempre difusa, siempre con una carga muy implícita y poco explicitada, gente que hoy no se puede ni ver. Se partieron aquellos puentes a medida que se fue instalando otro contexto, y que las cosas cambiaron tan vertiginosamente.

Hay un lugar en este proceso de descomposición del “progre” que es doloroso. Porque no es que “algunos dejaron de ser progres” y otros lo siguen siendo. Una lectura más fina indicaría que el “progre” y lo que ser “progre” implicaba ya no se ajusta a los tiempos, dice poco, es contradictorio, es blando, es vago, es apto para que por allí se cuele hasta el diputado Iglesias, aunque aun así él exagera.

No dan ganas de pelear para ver quién sigue siendo “progre” y quién capituló. Es un debate menor, otra encerrona para hablar de lo que es accesorio. Un ítem más para que los periodistas nos tiremos de las mechas, nos insultemos, nos distraigamos. Nuestras peleas son públicas, pero en el mundo privado de muchos argentinos también tiene eco este desencuentro fenomenal entre gente que hace tres o cuatro años podía hasta quererse.

Es bueno recordar que el “progre”, como identidad más social y cultural que política, se abrió paso en una época en la que la política estaba fuera de juego, aunque de eso no se hablaba. Los grandes partidos nacionales habían capitulado frente al modelo del capitalismo salvaje global, pero eso no se pasaba en limpio para las audiencias y los públicos respectivos. Así fue que el menemato, tan detestado por los “progres” que éramos tan variopintos y leídos, fue despachado en una ilusión que ahora se exhibe de una puerilidad abismal: vino la Alianza, que votamos los “progres”, desconectados de manera notable del resto de los sectores: a esto quería llegar. La identidad del “progre” es contemporánea a la del ciudadano políticamente “independiente”. Convivió con la era en la que los “independientes” eran observados, celebrados y caracterizados por los medios como los verdaderos ciudadanos.

La coincidencia entre esta irrupción del “independiente” político y el periodismo “independiente” no es azarosa. El punto culminante de esa celebración de la “gente suelta” como verdadera portadora de la ciudadanía fue aquella noche terrible de los cacerolazos del campo, la noche en la que se produjo un incidente con Luis D’Elía. Los militantes políticos o sociales eran invalidados para estar en las calles expresándose, derecho cuya legitimidad era reservada para los “independientes”.

Hoy las cosas han cambiado y lo “progre” suena a fuente de feng shui. Estos tiempos son muy específicos, más allá de nuestras voluntades. Las ideologías no habían muerto, todos tenemos una, y no se puede defenderla siendo neutral.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Ruinas circulares

Destino circular
Por Eduardo Fabregat

Es un destino circular /
que gira en el mismo lugar.
Federico Moura, 1986

A uno lo empiezan a acosar el aburrimiento, el hartazgo, la sensación de que no se puede estar machacando al lector siempre con las mismas cosas. Pero es que la realidad se empeña: ni siquiera se cumple un mes de la publicación de la columna “Controles” en estas páginas, y ya hay que volver a barajar los mismos conceptos. Sabíamos que la Buenos Aires de Mauricio Macri no estaba buena, pero además es repetitiva hasta la exasperación.

La exasperación, y la indignación. Leticia Provedo tenía 20 años. Ariana Lizarraga, 21. Según Horacio Rodríguez Larreta, el tipo que tiene que salir a dar la cara mientras su jefe disfraza de “actividad oficial” el paseo europeo con su prometida, las chicas hicieron un “mal uso de las instalaciones”, con lo que además de víctimas son responsables de su propia muerte. Porque el Gobierno de la Ciudad, según lo presenta el funcionario, hizo todo bien: Beara estaba habilitado, repitió una y otra vez. Había sido inspeccionado nueve veces, remarcó, sin darse cuenta de que esas afirmaciones son el más crudo testimonio de la ineptitud del Estado ciudadano. Alguien miró para otro lado, alguien no supo advertir el peligro de un entrepiso de durlock, alguien se llevó un billete, alguien no constató que lo que aparecía en la página de Internet del gobierno como “salón de fiestas privadas” se autodenunciaba en la misma página del boliche vendiendo entradas para eventos abiertos al público.

Y aquí estamos de vuelta, contando muertos y heridos.

“No se le puede exigir al gobierno que chequee cada ascensor de los edificios de la ciudad para ver si es correcto su funcionamiento”, dijo Marcos Peña, secretario general del Gobierno de la Ciudad, mientras en Roma su jefe pensaba los 140 caracteres de pésame a los familiares de las víctimas. Es curioso: cuando Aníbal Ibarra dijo algo muy parecido, los representantes del PRO se indignaron muchísimo y exigieron, impulsaron, el juicio político que se llevó puesto al jefe de Gobierno. En uno y otro caso, tampoco se pide tanto: no se pide que lo observen todo, quizá alcance con que alguna vez hagan bien el trabajo de controlar boliches o edificios (y ya que hablamos de ascensores, que le pongan un ojo a los del Centro Cultural San Martín, que además depende directamente del GCBA). Bueno, en tren de pedir también estaría bueno que, ante la repetición de “desastres evitables”, dejaran de lado el modus operandi de intentar lavarse el culo en público en vez de hacerse cargo de las cosas.

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Bienvenidos, entonces, al túnel del tiempo circular, que no viaja a diferentes lugares sino que vuelve una y otra vez al mismo punto. Como en enero de 2005, la luz pública vuelve a revelar tramoyas que tienen que ver con la habilitación de locales bailables “clase C”. Una de las enseñanzas de República Cromañón fue que había un esquema corrupto de inspecciones, controles y habilitaciones que debía ser desmantelado. Los actuales gobernantes cosecharon votos prometiendo que sería una de las muchas tareas que desempeñarían con eficiencia, pero seis años después el esquema parece intacto. Es la única inferencia posible ante un local que fue inspeccionado nueve veces pero se vino abajo. Los funcionarios pretenden que hubo un mal uso de las instalaciones, pero en rigor hay un mal uso de las inspecciones. Se clausuran locales porque no hay máquina de preservativos en los baños, pero permanecen abiertos los que tienen un encargado que le indica a su empleado en negro que ponga las mesas en el medio del entrepiso, para que no se junte allí la gente porque todo está atado con alambre.

Un par de semanas atrás, el gobierno anunció con pompa y boato que se les entregaban habilitaciones a veinte salas de teatro independiente. Hay al menos 130 que siguen esperando que alguien les dé pelota, que destrabe un poco la maraña legal en la que fueron enredados: será que los teatristas se resisten a transitar los caminos de la viveza criolla que conducen al permiso fácil que disfrutan otros.

(Si los mirara con ojos de inspector, ¿habilitaría el Gobierno de la Ciudad tantas escuelas al borde de la ruina edilicia?)

Con las orejas aún ardiendo por el papelón del micropogo en River, los funcionarios pretendieron tomarse revancha: el entrepiso de Beara se vino abajo por culpa de los pogueros, esos infiltrados chavistas K que saltan al grito de “Macri, basura, vos sos la dictadura”. El derrumbe en Palermo, estas dos nuevas muertes jóvenes vienen a certificar que los problemas de fondo permanecen, y el arte de la excusa también. ¿De qué sirvió la ola de clausuras que barrió con infinidad de lugares de trabajo de artistas y su entorno, si al retirarse el agua quedó la misma resaca de siempre? ¿Quién puede garantizar que hoy Cromañón no tendría “todo en regla”, de acuerdo con las reglas con las que juega esta administración? Si el túnel circular nos depositara en el 30 de diciembre de 2004, ¿no diría Rodríguez Larreta que en la discoteca de Once se hizo un “mal uso de las instalaciones”, no diría el sitio saliseguro.gob.ar que “el lugar no registra clausuras por incumplimiento de medidas de seguridad ni por haber realizado actividades sin permiso en el último año”?

Flaco consuelo: al menos en 2004 no había Twitter.

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Sí, uno se harta de machacar con las mismas cosas. Más inexplicable aún debe resultar para los familiares de Leticia y Ariana, a quienes les vendieron que esta ciudad ahora sí es segura, ahora sí vigila los lugares donde los jóvenes entretienen su tiempo, y de pronto todo se viene abajo y les dicen que estaba todo bien y que en realidad la culpa es de las pibas que se pusieron a saltar donde no se debía, y les mandan un pésame en 140 caracteres desde la bella Italia. Y todos volvemos a leer las palabras Agencia de Control, boliche clase C, inspección, habilitación, y volvemos a ver funcionarios con cara de piedra practicando el innoble arte de tirarle la pelota envenenada a otro.

Un destino circular, girando en el mismo lugar.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Fatalidad: cualidad de fatal. Fatal: inevitable...

Dos visiones Pro del concepto "fatalidad"...

El jefe de Gabinete porteño, Horacio Rodríguez Larreta, aseguró hoy que se debió a "una fatalidad" el derrumbe ocurrido ayer en un boliche del barrio de Palermo, y volvió a sostener que "todo indica que hubo un mal uso de la instalación" que se desmoronó. (Lanacion.com)

RESPONSABILIDAD
“La tragedia se podría haber evitado si el gobierno hubiera hecho cumplir la ley como le corresponde. Son muchos los porteños que corren riesgo de muerte por este Estado ausente. La tragedia no es un tsunami, ocurrió porque existe un Estado ausente, porque hay una mala política, irresponsable y cómplice de la corrupción. La política tiene responsabilidad porque, con las leyes vigentes, la tragedia no hubiera existido. Lo único que interesa ahora es esclarecer la verdad para que hechos como éstos no vuelvan a ocurrir.” Lo dijo Mauricio Macri luego del incendio en República Cromañón. (Página12).

Digo yo, al menos que se pongan de acuerdo...Si se puede evitar, claramente no es una fatalidad, ergo, como vos bien dijiste, es culpa de tu Estado ausente, de tu mala política, irresponsable y cómplice de corrupción.