lunes, 26 de julio de 2010

Homenaje

Mordisquito!
XXXVI
Sobre el voto femenino...

¿Y por qué no? ¡Vos dirás que no, pero los hechos están
diciendo que sí! ¿Y por qué las mujeres no podían intervenir
como nosotros, no en la politiquería del enjuague
sino en la política de un país que se salva y de una nacionalidad
que vuelve a hacer pie? La vida sigue, pero todo
evoluciona, Mordisquito. Si hasta el dolor y el amor evolucionan.
No podemos aferrarnos a las viejas costumbres
y a los viejos defectos con la terca perseverancia del
gato de la casa que está en ruinas… ¡y sigue metido en
las ruinas! ¡Y no, ahora las cosas han cambiado, ahora
las mujeres tienen tanta dignidad cívica como los hombres!
¡Y claro! ¿Por qué no iban a tenerla? Revisá la historia,
Mordisquito, y a la sombra del héroe encontrarás
siempre el impulso y la fortaleza que nacían en la mujer
querida. ¡Tantas hubo y tantas conocés! Claro que entonces
el mundo avanzaba de una manera más cautelosa, el
progreso no volteaba ese montón de barreras sin sentido
y la función femenina era simplemente tutelar: tender la
mesa, preparar el ladrillo caliente envuelto en la pañoleta
o hervir la manteca en el vino para cortar un resfrío.
Función irreemplazable, imagináte, la función doméstica
y reposada de tu madre o de la mía, mujeres sencillas
que actuaron sencillamente en la época de la sencillez.
Pero hemos evolucionado, Mordisquito. Si aceptaste que
la mujer saliera a la calle para ponerle el hombro a tu
iniciativa y para trabajar con vos y como vos; si aceptaste
el esfuerzo, al mismo tiempo heroico y risueño, de
la mujer trabajadora, y consideraste su actitud como un
deber, ¿por qué al que cumple un deber le vas a negar un
derecho? ¡Y no, no se lo podés negar! ¿O qué querías?
¿Que la mujer fuese igual a vos en el momento de la fatiga
y que fuera menos que vos en el instante de la recompensa?
¡Y no! Mirá: desde hace muchos años —digamos
treinta, cuarenta—, la magnífica mujer argentina, las nietas
de aquellas abuelas criollas que ayudaron a escribir
la historia, tu mujer o tu hermana, tenían pleno derecho
a intervenir en los destinos del país, estaban capacitadas
para disfrutar los instantes felices de una patria o para
mejorar los instantes complicados. Y recién ahora la inteligencia
y el cariño con que te construyen esta Argentina
nueva dignifican a la mujer y la colocan para siempre en
el plano de los protagonistas; y está bien. Así debe ser,
¡porque no podemos vivir absurdamente en la casa estropeada
y vacía! Pensá, Mordisquito, en el fervor tremendo
que las mujeres han demostrado en los últimos años de
reconquista apasionada. Pensá en las obras enormes que
una sola mujer ha hecho para tu patria. Y frente a esas
obras monumentales, ¿es posible que no comprendas
todavía qué derechos les asisten a las compañeras de tu
nacionalidad? ¡Y no! ¡A mí no me podés contar que no
lo comprendés! Dejá el pasado. Ya está en la percha, colgado
junto a un montón de desencantos. Pero pensá que
si ahora las mujeres se lanzan alegremente, lealmente, a
la función cívica es porque hay una nueva fuerza que las
empuja, ¡y vos no podés mantenerte al margen de estas
verdades que te digo, y que te las digo porque me las enseñaron
ellas con su ejemplo claro y valeroso! Vamos,
Mordisquito, dejá que el gato se pasee maullando sobre
los escombros y entrá valientemente en esta época llena
de momentos flamantes, de justicia y de claridad. ¿O preferís
el oscuro afecto de la casa en ruinas? ¿No es muy
literario eso? ¡Vamos, no me digás que preferís ponerle
las espaldas al techo que se te cae encima, y así vencido,
así inclinado, protestar contra el desfile de las mujeres
victoriosas! ¡No, qué vas a preferir! ¡A mí no me la vas
a contar!

domingo, 18 de julio de 2010

Parte de la berretada

Capusotto dixit:

“Estoy corrido y, de hecho, suelo mirar las estructuras de poder con cierta desconfianza. Pero me parece que el kirchnerismo es una construcción interesante, cuando lo que se coloca enfrente como oposición con proyección de poder me resulta una construcción desechable, no algo interesante a discutir. No salgo con una bandera, pero soy kirchnerista con respecto a Elisa Carrió o a Mariano Grondona. De alguna manera, el peronismo ha interpelado a enemigos ideológicos que uno tiene. Son como los ‘anti Maradona’. Uno empieza a ver quiénes son y se hace maradoniano, porque el antimaradoniano suele ser un ser execrable cuya finalidad es atacar a Maradona nada más que para ser un personaje que llena un poquito su nada. El problema es que ni siquiera hay cuadros de derecha a respetar. En realidad, están en los medios para exacerbar a cierto sector progresista a partir de un personaje berreta que hacen, pero no tienen nada para debatir, no son nada. Solamente son personajitos efectistas en una obra de teatro. Es parte de la berretada.”

sábado, 17 de julio de 2010

Que no salga de acá...

La ostra cerrada
Por Osvaldo Bayer
Desde Bonn


Los diarios alemanes informaron a página entera sobre la ley que acaba de aprobar el Parlamento argentino sobre el matrimonio de personas del mismo sexo. Bueno, por lo menos ya no dedican ese tamaño importante, como antes, sólo cuando se producían dictaduras militares en nuestro país o cuando habla Maradona. Ahora fue en algo muy serio y de gran responsabilidad ética y política. El Frankfurter Zeitung titula: “Argentina permite –como primer país latinoamericano– el matrimonio entre personas del mismo sexo. Y el General Anzeiger, de Bonn, lo titula –con ironía– con un término de la Iglesia Católica argentina: “Un proyecto demoníaco”, y aclara: “Argentina permite, contra la dura protesta de la Iglesia Católica, el casamiento de personas del mismo sexo”. En la crónica detalla la furiosa oposición de la Iglesia Católica contra esa ley. Justo en este momento, cuando la Iglesia Católica ha quedado en una posición ética muy difícil, al difundirse los casos de pedofilia de sus sacerdotes y monjes en escuelas y establecimientos educacionales con menores de edad.

Aquí, en Alemania, los medios les han dado un lugar de privilegio a todos esos casos y a los que van quedando en descubierto en todos los países donde el credo católico es mayoría. Y lo hemos visto, hasta el Vaticano ha tenido que reaccionar ante tantas denuncias comprobadas, en las que han caído hasta obispos. Justamente, como segunda noticia en la misma página que trae ese triunfo de la racionalidad y la libertad en Argentina, el Vaticano anunció la elevación de penas en el Derecho Eclesiástico a todo aquel que cometa delitos de pedofilia y abuso de enfermos mentales. (Pero aprovecha la ocasión y también incluye “a todos aquellos clérigos que consagran como sacerdote a una mujer, a quienes también se los excomulgará”. Como se ve, no pueden con sus discriminaciones, en lo que a la mujer atañe.)

¿Y por qué esto? Porque ya se escuchan muchas voces dentro de la Iglesia Católica que piden, como primera medida para acabar con los delitos sexuales de pedofilia y otros de violaciones que se han producido, terminar con algo tan discriminante como exigir la castidad a todos los sacerdotes y monjes.

Esto se puede comprobar en la actualidad: la Iglesia Protestante alemana –que tiene un parecido número de sacerdotes (pastores) que la Iglesia Católica– no ha tenido ni la quinta parte de casos de pedofilia en sus líneas de las que han tenido hasta ahora, y según las últimas investigaciones, los católicos. Es porque los religiosos protestantes pueden casarse y la mujer puede ejercer también el papel del sacerdocio y ocupar las más altas jerarquías. Por ejemplo, hoy mismo acaba de renunciar la primera obispa protestante, María Jepsen, porque se la ha acusado de no haber actuado con severidad ante denuncias contra un pastor de su iglesia. Una actitud que muestra su sentido del honor y la responsabilidad.

Al contrario de lo que ocurre en la Iglesia Católica, ya que en vez de comenzar con el gran debate que cada vez más se está originando entre los católicos en cuanto a la llamada “castidad” y a la discriminación de la mujer, lo que ha hecho el Vaticano fue aumentar las penas de castigo a los curas pecadores. Como si en los países donde impera la pena de muerte hubiera menos crímenes que en aquellos en que se ha desterrado para siempre esa pena irracional.

Debemos reconocerle a la sociedad alemana que ya hace tiempo ha terminado con la discriminación de los homosexuales. Se nota en los cargos políticos. Actualmente, por ejemplo, el Dr. Westerwelle, viceprimer ministro del gobierno nacional, es un declarado homosexual; lo mismo que los gobernadores de Hamburgo y Berlín, que nunca lo ocultaron. Los que los votaron –en este caso, las mayorías de esas dos grandes ciudades– no vieron ningún impedimento en que ellos pertenecieran al llamado “tercer sexo”. Es que negarlo es caer en una discriminación ante lo natural, caer en la irracionalidad de verlos hijos del diablo o del pecado, o santiguarse cuando se sostiene que tal persona es o no es. Hay que reconocer que la naturaleza los hizo así, son plenos hijos de la naturaleza y hay que aceptarlos como miembros igualitarios de la sociedad. Pero está claro que pese a su actitud, la jerarquía del Vaticano se ve venir tiempos de mucho debate. Aquí ya se ha iniciado. Y sorprende que intelectuales siempre subordinados a la disciplina católica hayan salido en los últimos tiempos a tomar como tema de polémica ese lado oscuro del catolicismo. Por ejemplo, el intelectual del Partido Conservador Demócrata Cristiano, quien fue dos veces ministro para la Ciencia y el Arte, y presidente del Comité Central de los Católicos Alemanes, Hans Joachim Meyer, acaba de sostener públicamente: “Los casos de pedofilia de sacerdotes y monjes en escuelas católicas es algo muy terrible. Yo siento –como todo católico que cree en su religión– que es la consecuencia de la falta de transparencia en las decisiones de la Iglesia. El primer caso ya tendría que haber servido de alerta para debatir y tomar las medidas adecuadas. En el nombramiento de puestos clave existe falta de visión y arbitrariedad, tanto en los obispados como en Roma. Los sucesos nos demuestran con toda claridad que es necesario proceder a reformas. Y en especial a todas aquellas reformas que ya comenzaron a debatirse en al Segundo Concilio Vaticano. Por ejemplo, los laicos tienen que intervenir en la designación de los obispos. Porque la Iglesia vive en la comunidad y en el mundo, al mismo tiempo. El celibato para todo el clero debe terminar. La Iglesia puede caer para siempre porque ya no está cumpliendo con su misión pastoral. Sobre ese aspecto no se puede tomar una medida general para todos. Lo mismo que la posición de la Iglesia ante la mujer. Eliminarlas de todos los cargos espirituales no es nada tranquilizador. Se sigue un falso camino si no comienza a discutirse el tema. Ya esto no lo puede ignorar, porque siempre estará presente”.

Sí, es que ya hasta la mujer católica está reaccionando contra esa política de negarla totalmente y seguir con la leyenda de la Virgen María, Madre de Dios. Virgen y Madre. ¿Por qué? ¿Acaso la unión de los cuerpos no es algo natural y bello más aún cuando a esos cuerpos los une el amor?

Pero se sigue con la discriminación y las medidas del Medioevo. Acaba de producirse un hecho que causó indignación pública: el médico director del Hospital Católico de Dusseldorf fue despedido porque se casó por segunda vez. El médico inició un juicio y la Justicia lo repuso en el cargo. En las directivas del hospital está también que será despedido todo aquel profesional que participe de un aborto. Los comentarios están de más.

El pronto reemplazo por el Papa del obispo de Augsburg, Mixa –acusado de golpear a niños de un internado de huérfanos y de otros casos de pedofilia– por un nuevo obispo, Konrad Zdarsa, dice a las claras que no pueden mantenerse situaciones que antes se podían esconder. Lo mismo que lo ocurrido en el internado del convento de Ettal y en otros colegios católicos. En todos sus discursos, los obispos dejaron en claro que reconocían los delitos cometidos pero hasta ahora la frase más pronunciada por ellos es: “Hay que volver a comenzar”. No, tal vez lo único que les sirva es pensar esto: “Tenemos que aprender de lo sucedido para que todo esto no vuelva a suceder”.

De cualquier manera, la sociedad ha sabido reaccionar. Y destaca la decisión de la asociación de periodistas alemanes, Netzwerk Recherche, que todos los años entrega un premio llamado la “Ostra cerrada” a los que han callado ante los hechos y mostrado su desprecio por la opinión pública, de otorgar ese premio negativo nada menos que a la Iglesia Católica. En la lectura de la “laudatio”, el periodista orador recordó la figura de San Francisco de Sales quien, para denunciar cómo el calvinismo había sometido a su región, salió a la calle y comenzó a publicar en papel los hechos sin tener miedo a la reacción. Siempre con la verdad y también con la autocrítica. Finalmente, San Francisco de Sales triunfó y el pueblo volvió a su antigua religión. Y añadió el periodista: “San Francisco de Sales hizo lo que la Iglesia Católica no hace más: él sostuvo la verdad, él empleó el idioma propio del pueblo para ser escuchado y creído, cosa que la Iglesia Católica actual no usa más. Una comunidad que vive de la palabra como pocas guarda silencio cuando se habla de sexualidad. La discusión acerca del celibato, junto a la sexualidad de los sacerdotes, es tabú para la Iglesia Católica. También todo lo que atañe a la anticoncepción y protección de la mujer. Cuando existen tantos tabúes quiere decir que ya no existe la verdad, no interesa la verdad”.

En ese discurso –que fue transmitido por los medios– agregó el representante de los periodistas alemanes: “La Iglesia no fue la autora de los abusos sexuales. Pero ella fue y es el refugio de los que cometieron el delito. Ella puso a disposición de ellos los santos lugares en los cuales pudieron actuar sintiéndose tan protegidos y donde las víctimas estuvieron totalmente desprotegidas. Son muchos los eclesiásticos que han sido descubiertos en la impudicia pero, ante todos los hechos, la Iglesia miró hacia otro lado. Y por eso quienes también pagan son los que no practicaron esa violencia, tanto sacerdotes como educadores, ya que siempre serán sospechados. La Iglesia debe tener la responsabilidad de que ningún delito se cometa en su interior y castigar a los autores. Pero no, la Iglesia sencillamente trasladó de lugar a los pedófilos y los ha encubierto durante años. Y recién ahora, cuando hemos comenzado a correr los velos, empiezan a aclarase esos delitos por el coraje de las víctimas y de los medios. Aunque se nos quiere presentar como perseguidores de la Iglesia, como representantes de una ‘energía criminal’, el problema de la Iglesia no son los medios sino la violencia sexual interna y su silencio sobre ello”. Y agregó: “Existe una Iglesia cuya autocompasión es mayor que su compasión por sus víctimas. Por eso le otorgamos el premio de la Ostra cerrada”.

Por último, el orador invitó a la Iglesia a hacer su propio “Glasnost y Perestroika”, cuyo primer paso debería ser el fin del celibato y permitir la ordenación de mujeres. La Iglesia necesita lo que sostienen los médicos: la “restitutio in integrum”, la cura integral. La Iglesia sólo será creída si investiga a fondo las causas de la violencia sexual y su encubrimiento durante siglos.

Los testimonios de quienes siendo niños fueron víctimas sexuales de los que usaron sus títulos de representantes de Dios para imponerse son verdaderamente indignantes. Ojalá que se aprenda y la Iglesia pase a ser aquello con que tanto soñaron esos verdaderos pastores del bien y la convivencia: los obispos Angelelli y De Nevares –para nombrar solamente a dos de tantos otros– que dieron todo para lograr una sociedad sin injusticias, una sociedad de mano abierta, como es la que en verdad tendrían que perseguir siempre las llamadas religiones.

miércoles, 14 de julio de 2010

Matrimonio entre gente rara

Estoy completamente a favor de permitir el matrimonio entre católicos. Me parece una injusticia y un error tratar de impedírselo.

El catolicismo no es una enfermedad. Los católicos, pese a que a muchos no les gusten o les parezcan extraños, son personas normales y deben poseer los mismos derechos que los demás, como si fueran, por ejemplo, informáticos u homosexuales.

Soy consciente de que muchos comportamientos y rasgos de carácter de las personas católicas, como su actitud casi enfermiza hacia el sexo, pueden parecernos extraños a los demás. Sé que incluso, a veces, podrían esgrimirse argumentos de salubridad pública, como su peligroso y deliberado rechazo a los preservativos. Sé también que muchas de sus costumbres, como la exhibición pública de imágenes de torturados, pueden incomodar a algunos. Pero esto, además de ser más una imagen mediática que una realidad, no es razón para impedirles el ejercicio del matrimonio.

Algunos podrían argumentar que un matrimonio entre católicos no es un matrimonio real, porque para ellos es un ritual y un precepto religioso ante su dios, en lugar de una unión entre dos personas. También, dado que los hijos fuera del matrimonio están gravemente condenados por la Iglesia, algunos podrían considerar que permitir que los católicos se casen incrementará el número de matrimonios por “el qué dirán” o por la simple búsqueda de sexo (prohibido por su religión fuera del matrimonio), incrementando con ello la violencia en el hogar y las familias desestructuradas. Pero hay que recordar que esto no es algo que ocurra sólo en las familias católicas y que, dado que no podemos meternos en la cabeza de los demás, no debemos juzgar sus motivaciones.

Por otro lado, el decir que eso no es matrimonio y que debería ser llamado de otra forma no es más que una manera un tanto ruin de desviar el debate a cuestiones semánticas que no vienen al caso: aunque sea entre católicos, un matrimonio es un matrimonio, y una familia es una familia.

Y con esta alusión a la familia paso a otro tema candente sobre el que mi opinión, espero, no resulte demasiado radical: también estoy a favor de permitir que los católicos adopten hijos.

Algunos se escandalizarán ante una afirmación de este tipo. Es probable que alguno responda con exclamaciones del tipo “¿Católicos adoptando hijos? ¡Esos niños podrían hacerse católicos!”.

Veo ese tipo de críticas y respondo: si bien es cierto que los hijos de católicos tienen mucha mayor probabilidad de convertirse a su vez en católicos (al contrario que, por ejemplo, ocurre en la informática o la homosexualidad), ya he argumentado antes que los católicos son personas como los demás.

Pese a las opiniones de algunos y a los indicios, no hay pruebas evidentes de que unos padres católicos estén peor preparados para educar a un hijo, ni de que el ambiente religiosamente sesgado de un hogar católico sea una influencia negativa para el niño. Además, los tribunales de adopción juzgan cada caso individualmente, y es precisamente su labor determinar la idoneidad de los padres.

En definitiva, y pese a las opiniones de algunos sectores, creo que debería permitírseles también a los católicos tanto el matrimonio como la adopción.

Exactamente igual que a los informáticos y a los homosexuales.

Este apoyo al matrimonio entre católicos circula por Internet y gana adhesiones que se cuentan de a cientos.