martes, 29 de diciembre de 2009

Citas I: LA LENGUA

"Pues si la lengua es una ciencia espontánea, oscura para sí misma y torpe, es a su vez perfeccionada por los conocimientos que no pueden depositarse en sus palabras sin dejar en ellas su huella y como el emplazamiento vacío de su contenido. Las lenguas, saber imperfecto, son la memoria fiel de su perfeccionamiento. Inducen a error, pero registran lo que se ha aprendido. En su desordenado orden hacen surgir ideas falsas, pero las ideas verdaderas depositan en ellas la marca imborrable de un orden que el sólo azar no habría podido disponer. Lo que nos dejan las civilizaciones y los pueblos como monumentos de su pensamiento no son los textos, sino más bien los vocabularios y las sintaxis, los sonidos de sus idiomas más que las palabras pronunciadas, menos sus discursos que lo que los hizo posibles: la discursividad de su lenguaje.

"El idioma de un pueblo nos da su vocabulario, y su vocabuario es una biblia bastante fiel de todos los conocimientos de ese pueblo; sólo por la comparación del vocabulario de una nación en épocas distintas nos formaremos una idea de su progreso. Cada ciencia tiene su nombre, cada noción de la ciencia tiene el suyo, todo lo que se conoce de la naturaleza ha recibido una designación, lo mismo que lo que se ha inventado en las artes, y los fenómenos, las maniobras y los instrumentos". (Diderot).

De allí, la posibilidad de hacer una historia de la libertad y de la esclavitud a partir de los idiomas, o aun una historia de las opiniones, de los prejuicios, de las supersticiones, de las creencias de todos los órdenes, sobre las cuales los escritos dan siempre un testimonio menos bueno que las palabras mismas"

Fragmento de Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, Michel Foucault.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Bombau vs. Pericles

No descubro la pólvora, pero noto, cada vez más, la enorme cantidad de figuras retóricas que nos rodean. La retórica se da, obviamente, en la lengua, pero generalmente se la asocia a figuras estilísticas y recursos poéticos, ligados más a la lengua escrita (la literatura, por ejemplo) que a la lengua oral (habla cotidiana). Sin embargo, hasta las figuras más extravagantes abundan en el habla. El oxímoron, por ejemplo. Es una figura retórica que consiste en la combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto. Generalmente, y bien utilizado, genera otro sentido (independiente de las palabras empleadas).

Ejemplifiquemos. Marcelo Bombau, Presidente de TYC Sports, con motivo de la televisación pública del fútbol por parte del Estado (Fútbol para Todos), dijo: “Lo más democrático es que el que quiera ver que pague”. A simple vista nomás es contradictorio: la palabra “democrático” impacta y produce cierto “ruido” en la oración.

Pensando si podía encontrar el sentido generado, como en todo oxímoron, por esta patente contradicción, imaginé que quizás la utilizó con el sentido de algún sinónimo: quizás su intención fue “igualitario”, “equitativo”. Pero no considero que produzca sentido por esta vía.
O quizás tal vez la utilizó otorgándole otro sentido del habitual. La palabra “nimiedad”, por ejemplo, que etimológicamente significa “exceso, demasía”, adquirió ahora el sentido de “insignificancia, pequeñez”, precisamente su antónimo. Quizás Bombau, hombre visionario, percibió el sentido que dicho vocablo sufrirá en los años venideros y, como con “nimiedad”, dijo “δῆμος”, pueblo, queriendo decir “ὀλίγος”, pocos. Algo así como “lo más oligárquico es que el que quiera ver que pague”. Si la utilizó de ese modo, reconozco que –al menos en mí– no generó el sentido tan fácilmente y, por tanto, el recurso estilístico “falló”. Doyme por vencido: a menos que el mismo Bombau explique el sentido de “democrático” en la frase, será, para mí, una contradictio in se.

Pero retornemos a la palabra “democracia”. Históricamente se admite que la democracia por excelencia es la democracia ateniense, la de Pericles, en el s. V a. C., –también llamado “Siglo de Pericles” por la proliferación y el apogeo de las distintas manifestaciones culturales, en especial, de la tragedia griega–. Este brillante gobernante y estratego ateniense, cuando se estableció un precio de ingreso al teatro, instituyó el θεωρικόν, un fondo para pagar la entrada de aquellos ciudadanos que no tenían los óbolos (moneda griega) necesarios para el acceso al espectáculo. “Teatro para Todos”, parece que era la consigna. Eso era democracia. Eso era democrático: “Lo más democrático es el Fútbol para Todos”, para todo el “δῆμος”, para todo el pueblo, sí, para Todos.

domingo, 20 de diciembre de 2009

Los hijos de Matildita

Parte III: Los hijos de Matilde


Así las cosas, Esperando la carroza no podría ser ya considerada una película de mero género comedia costumbrista o comedia negra, sino como algo más aproximado a la Comedia Antigua o Media, donde la crítica social, directa o indirecta, era el motor de la obra. Sucede que por muchos años, uno no podía terminar de verla si no era con una sonrisa y/o, a lo sumo, con lágrimas de simpatía ante el tierno final. Porque todos esos diálogos en los que Matildita se veía envuelta no podían ser más que ‘cachada’. Pero ahora Matildita es Matilde, existe, es de carne y hueso, y sus palabras ya no forman parte de una historia ficcional, sino de una obra cada vez más actual. Y, por sobre todo, sus palabras ya no son cachada.


Y ahora Matilde también tiene hijos, de la misma edad que ella tenía cuando mamó las enseñanzas clave de su vida. Ahora es ella la que será un modelo a seguir. Y aún más: ahora ellos están expuestos a mucho más de lo que podía verse en la tele cuando ella era chica, que eran puros novelones y ‘Si lo sabe, cante’.


Pero quién sabe. Tal vez, ya que Matilde no ha elegido cambiar el rumbo que le marcaron sus padres, tíos y abuela, aún podamos decir de los hijos de Matilde que no son bisnietos de Mamá Cora, ni sobrinos nietos del tío Jorge ni nietos de la Elvira: tal vez estemos a tiempo de decir que son sobrinos nietos de ésa a la que nunca consideraron de la familia, de Susana. Ésa, la que abrió toda la historia con su nerviosismo e intolerancia, y la cerró con su nobleza y templanza. Ésa, el único personaje de la obra que nos la hace pensar como una buena noticia. Ésa que, finalmente, con una risa incontenible, clavó sus ojos llenos de lágrimas de angustia en la cámara, en Matildita, en los hijos de Matilde, en nosotros (un ‘nosotros’ absolutamente inclusivo), y dijo: “de vos, de todos nosotros me río”.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Los hijos de Matildita

Parte II: Matilde

En efecto, después de 26 años, Matilde ahora tiene 42. También dirá “¡qué país!” ante cualquier cosa que no le gusta, pues sin duda la culpa de todas estas desgracias las tiene ‘el gobierno’. Ocurre que Matilde, como su mamá, no se alegra con el bien del prójimo, sino con la desgracia del enemigo, aun si ello implica la desgracia del prójimo. Su mamá deseaba que fuera su suegra la que estaba muerta sólo para que su cuñada sintiera remordimientos. ‘Cuanto peor, mejor’, digamos.

Es reporteada en la calle, y dice que por qué no puede opinar, si puede hacerlo cualquier inepto que no sabe hablar y que ni siquiera sabe conjugar los verbos. Ocurre que Matilde no cree en que alguien que no tenga fácil acceso a la educación pueda, no obstante, tener criterio. Porque cuando era Matildita, su mamá le enseñó que “qué se puede esperar de la hija de una sirvienta y de un mozo de bar de barrio”.

Matilde pasa varias horas frente a la computadora mandando cadenas de e-mail, con mensajes en power-point, declarando que los ‘negros’ son todos vagos y que tienen la suerte de no pescarse enfermedades, por haberse criado entre la mierda. Y está en contra del matrimonio gay. Todo porque su mamá, que es “católica apostólica romántica”, le dijo, mientras tomaban un helado en la calle, “¿Qué somos? ¿Negros, para ser tan salvajes? ¿O judíos, para no tener siquiera creencias religiosas?”.

De modo que, además, se dedica a divulgar todas las cosas que encuentra en internet, como por ejemplo que está mal dicho presidenta, porque ella no entenderá nada de política pero no quiere ser una persona malhablada, ya que sabe muy bien que es “horrible tener que vivir toda la vida rodeada de gente bruta, sin cultura”, como le enseñó su mamá. (Claro que, cuando su mamá dijo eso, inmediatamente fue cagada por el loro, igual que Matilde acaba de enterarse de que sí existe presidenta. A no contarle a nadie, por supuesto. ¿A quién le gusta contar que lo han cagado?)

Matilde toma un taxi y tuerce la boca porque el taxista es boliviano, y peor si éste se alegra porque el presidente de su país fue reelecto. Porque entonces piensa (por supuesto que no se lo dice), como su madre, “pero por qué no se quedarán en sus países estos comunistas muertos de hambre”.

Matildita no sólo es una hija de su madre. También es una sobrina de sus tíos, Antonio y Nora. Por eso, cuando tiene que ver por tele, desde el living de su casa, los casos de desnutrición en Tucumán o los inundados de Chaco, sólo puede invocar al Todopoderoso exclamando, como su tío, “¡Dios mío! Qué poco se puede hacer por la gente”, concluyendo, mientras empieza a hacer zapping hasta encontrar un programa de almuerzos, que “lo único que se puede hacer es no pensar, porque si no…”. (Esto de la boca para afuera, porque para adentro ya sabemos que ver esto sólo puede ser un motivo más de alegría según su lógica del ‘cuanto peor, mejor’.)

Es que por suerte la miseria está muy lejos de su casa. No entra dentro de esta categoría su prima, de 26 años, a la que en realidad apenas conoce, pero por la que no se preocupa, porque en todo caso lo que sobrelleva es una “miseria digna”, que no miseria a secas. Matilde pudo pagarse hace unos años un autito, una multiprocesadora y un viaje a Brasil, por eso no se incluye en la misma categoría de su prima, que tiene entendido que tiene que manejarse en bicicleta con su crío –madre soltera, en fin…– para poder ganarse unos mangos y terminar el secundario. Tanto por esto como porque Matilde mantiene a rajatabla la dieta de la Luna, siempre dice, como su tía Nora, “no soy muy amiga de las masas”.

Por último, Matildita también es una nieta de su abuela. Mamá Cora le ha contado varias veces, de niña –porque de adolescente ya no le daba bolilla–, cómo había criado a sus hijos, en particular al padre de su padre, a quien se lo mataba de hambre, se le rompía la cabeza o se lo encerraba en la piecita del fondo si lloraba mucho. “Y así salieron, sí señor, muy religiosos”, era el corolario de la historia. Por eso está de acuerdo con la mano dura, porque sabe que sólo así se pueden lograr buenas personas.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Los hijos de Matildita

Parte I: Matildita

Yo hago puchero: ella hace puchero; yo hago ravioles: ella hace ravioles. ¡Qué país!

Recordada frase presente en la obra que, después del Martín Fierro –al que podríamos considerar nuestra Génesis–, completa lo que sería la Biblia argentina, Esperando la carroza. Salvo que sería arriesgado decir que ese excepcional y visionario film es el Evangelio, al menos en el sentido etimológico del término.

Tal vez el personaje más sonado del film no sea, como cabría esperar, Mamá Cora, en torno a cuya figura se desenvuelven todas las acciones de la trama. Es que una actuación de China Zorrilla nunca puede pasar desapercibida, y así es que su personaje, la Elvira, se ha vuelto tan memorable, que hasta en el misceláneo mundo de una red social como es Facebook existe una ‘aplicación’ para obtener “la frase del día” de la Elvira.

Tampoco la figura de Antonio, el cuñado de Elvira de ‘misterioso’ pasado, pasa desapercibida. Si una frase de esta película es verdaderamente famosa, no puede ser otra que la de “¡Tres empanadas!”, la cual, sumada a la de “Ahí lo tenés al pelotudo”, “El torno [del dentista] no es la picana”, “Es justicia” y a “Circulen, viejo”, no puede dejar de ser pensada sin tener en mente las gafas y el bigotito de Luis Brandoni.

Todos los personajes de esta obra, encuadrada en el género comedia, son, en fin, notables. Desde el conformismo y la angustia de Jorge [De Grazia] (“me casé porque ustedes querían que yo tuviera una familia”) o la frivolidad e incoherencia de Nora [Blum] (“adoro a los niños: debe ser por eso que Dios me hizo estéril”) hasta la ineptitud e infantilismo de Cacho [Grandinetti] (“uh, van a ver, hijos de puta”) o la miseria y tragedia de Emilia [Catalano] (“yo quiero a mi mamá”), todos ellos encarnan tipos de sujetos que, a la manera de la Comedia Nueva, son prototípicos.

Tal vez los mencionados sean los personajes principales de la historia. Pero los personajes clave de la película, ésa que se estrenó en 1985, son otros. En particular, la nena: Matilde [A. Tenuta]. Con sus 16 años, conjuga la candidez de una niña (“¡los muertos me impresionan!”) con la desfachatez de una adolescente (“ay, papá, no pensarás que soy virgen todavía”). Está en la etapa exacta en la que aún puede ser echada de las conversaciones ‘de adultos’, pero en la que ya puede opinar sobre la eyaculación. Está, pues, a punto de caramelo para mamar todo lo que en poquísimo tiempo, cuando ya sea una mujer, la configurará como tal. Pero también por ello, es la única que, a diferencia de los adultos que la rodean, aún puede tomar un rumbo distinto del que impregna a su familia.

Tal vez a ella se dirija Susana [Villa], el otro personaje clave de la película, en la impactante escena final, dado que Matilde es la única de la familia que no está presente. Sólo los adultos quedan en esa casa ya vacía y libre de la locura que fue ese domingo, solos en esa habitación en donde impera una enorme cruz, sólo los adultos, los que ya no parecen tener la posibilidad de cambiar. Quizás la angustiosa mirada de Susana signifique que no todo está perdido para los que no son grandes aún. Pero probablemente la angustia viene dada por la desesperanza, por la seguridad de que sin duda la figura de Elvira, a quien tan apegada es Matildita, operará de modo decisivo en el futuro de la nena.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Incoherencia adversativa



Y sí, finalmente, debutó la asignación por hijo. Hay que celebrar. A lo grande.
Confieso que cuando escuché la noticia por vez primera, pensé, muy ilusamente: ¿quién puede ser tan contradictorio como para rehusar esta medida? Básicamente, mi ingenuidad me impedía vislumbrar la posibilidad de que exista alguien tan incoherente como para oponerse. De hecho, me autoconvencía, la mismísima lógica universal me acompañaba:
si:

- a) todos se quejan de la abrumante pobreza y los millones de desnutridos,

y - b) "El subsidio a niños y adolescentes llegará en diciembre a casi 2,7 millones de hijos de padres desocupados y de aquellos que trabajan en la informalidad y ganan menos del salario mínimo. La asignación también corresponde a los hijos de empleadas domésticas y a los llamados monotributistas sociales. Hasta el momento hay 1.445.000 familias habilitadas para cobrar, pero la cifra se duplicaría en los próximos meses, ya que el número de chicos que cumple con los requisitos del programa ronda los cinco millones"


ergo, -c) todos van a estar contentos de que las personas en condición de pobreza accedan a un mínimo de 180 pesos por hijo.


(Aclaro, la ilación de las premisas no es exacta ni perfecta, pero quizás me dejaba llevar más por el sentido común).

Convengamos, todos se llenan la boca hablando de los pobres. Se quejan de que haya desnutridos por todo el país. Reclaman y exigen que se los atienda y que el gobierno haga "algo". Y ahora, que por fin hizo "algo", vituperan: "¡es una medida demagógica, clientelismo!", y un par de aberraciones más. Y agregan: "¡hay que dar trabajo, no planes sociales!". Mi lógica definitivamente no funcionó como creía, no es "lógicamente universal", reflexioné.

Discutiendo esto con un tercero, pregunté: "¿Entonces, hasta que se le pueda dar trabajo, hay que dejar que se mueran de hambre?". Su respuesta fue: "No, bueno, pero....". Esa es la adversativa preferida, seguida generalmente de un absoluto silencio, o de un "qué se yo...es lo que me parece...", carente de fundamentos y razón. El "opinismo" en su grado máximo.


"¡¿No bueno pero qué?!", grité en silencio. En ese punto álgido de la discusión, opté por abandonar la cuestión, desviarme por la tangente y, acto seguido, no volver a abordar la referida temática con semejante personaje, debido a las secuelas que dicha situación acarrearía en mi salud: la profunda sensación de tristeza y pena o la ira visceral ocasionada por sus dichos.

Ahora que lo pienso, mi ilusión se estrelló con el rígido muro de la realidad. Entonces recordé la tira de Mafalda, y pensé nuevamente en Susanita. La gente -bueno, no toda, mejor: mucha gente- quiere que los pobres continúen pobres. No quiere la igualdad de clases. Quiere ser más que otro, sentirse importante, distinguida, egregia. Y esta gente, lejos de egregia, es gregaria. La repugnante manada pasta lo que escucha o lee, y lo traga sin masticarlo, como buen animal que es, para luego mugir en consonancia. No quiere quedarse fuera del tema de conversación y necesita dar balidos al respecto para no asumir su completa ignorancia. Después de todo, excepto Sócrates, nadie se reconoce ignorante. Y, convengamos, todos lo somos en algún punto.

En una obra de Marechal, un personaje dice: "La filantropía es una máscara del remordimiento burgués". Disiento, totalmente. No hay remordimiento de por medio. La "filantropía", -entendida no al estilo prometeico, sino al estilo Susanezco-, es una máscara de la esencia burguesa. Y si el gobierno les quita esa máscara (es decir, la ausencia total de pobreza -es utópico, ya lo sé, pero me reconozco naif-), las probables consecuencias para el rebaño serían las siguientes:

1. Les quitarían un tópico de su limitado y unísono mugido.
2. Les quitarían un hobby, que, en algunos casos, mantiene entretenida a la piara.
3. Les quitarían el estatus elitista que consideran merecido por nacer en alfalfa de oro: "¿mirá si el día de mañana tienen más acceso y nos igualan? No, eso sí que no! Yo soy más! Punta es para pocos, loco, Brasil es para pocos...además, si todos tenemos todo: ¿qué me distingue? No da!

En una de las entrevistas a los presidentes latinoamericanos, Lula dijo, palabras más o menos, que gobierna como una madre: una madre ama a todos sus hijos, pero cuida especialmente al más débil, al más necesitado: "Los ricos no necesitan al Estado". Me alegro y celebro que este gobierno por fin haya prestado atención a los más débiles. Y a todo aquel uniforme ganado que se opone, los exhorto a que dejen de observar el mundo a través de sus ojos unidireccionales, que por dos segundos se pongan en la posición del otro y dejen de cocear obcecadamente.
Y, si no, te reto, a vos, oponente, a que te plantes en el medio de una villa carenciada y grites a los cuatro vientos que sos opositor, que objetás la medida, que preferís que se mueran de hambre. Dale, te reto! Hacelo! Bancate tu discurso clasista! Ah...no lo vas a hacer?
Veleta, mantené tus "principios" en todo momento y lugar!

martes, 1 de diciembre de 2009

Aventura en el C3

Hace poco en el colectivo había un señor mayor con un brazo lastimado que ocupó un asiento entre los primeros lugares luego de una discusión que desafortunadamente logré captar sólo de manera trunca, por haber yo ingresado al vehículo cuando aquélla ya había dado comienzo. Al parecer, el señor subió al transporte y no había un asiento disponible, por lo cual exigió, de la peor manera, que se lo otorgara nada menos que una mujer con un bebé en brazos que iba en el primer asiento –siendo que otros asientos cercanos estaban ocupados por personas jóvenes y sin dificultades de movilidad que ya estaban prontas a cedérselo, de todas formas–. Este señor ocupó finalmente el lugar que otra persona le cedió pero, no contento con ello, espetó sus más logradas defenestraciones a la mujer con el niño porque el cartel en el colectivo decía “Primeros asientos reservados a ancianos, discapacitados y embarazadas”. Dado que la categoría “persona con niño en brazos” no estaba explícita, el hombre quiso hacer valer su derecho de legitimidad de ese asiento que tan vilmente estaba siendo usurpado.

La lluvia de críticas de casi todos los cotransportados no se hizo esperar, y el anciano replicaba de manera virulenta e irrespetuosa a todos ellos. Su corolario fue: “Por eso el país está como está, con este gobierno de porquería” –palabras más o menos–.

Entonces yo pensé:

“No, señor. Más que del país, habría que hablar de la sociedad. Y eso no es culpa de un gobierno. Ojalá fuera culpa de un gobierno, pues entonces el remedio estaría en cambiarlo. Pero no. La culpa es de la gente que tiene por centro del universo a su propio ombligo, como usted, señor. Los valores morales no los inculca un gobierno, sino la familia y la escuela. Afortunadamente, tanto mis padres como mis maestros y profesores me enseñaron a pensar en los demás antes que en mí misma –y eso que no tuve ninguna crianza religiosa–. Afortunadamente, me inculcaron que debo ceder el asiento a una persona a la que considere que puede tener dificultades para movilizarse, sin necesidad de que tenga que decírmelo un cartel. Afortunadamente, incentivaron en mí el razonamiento crítico personal, que me hace ver que no necesito de una orden ni de una sugerencia para hacer lo que ya sé que debo hacer –o lo que no debo–. Afortunadamente, las personas encargadas de educarme me hicieron notar que en cada pequeño acto cotidiano, ya sea urbano, hogareño, laboral, etc., debemos ser sumamente cuidadosos de lo que decimos y hacemos, pues nadie más que cada uno de nosotros será responsable de sus consecuencias. Afortunadamente, creo que hay muchas personas como mis padres y mis maestros impartiendo experiencias de ese tipo para que podamos pensar en un futuro más promisorio. En verdad me aterra pensar que usted tenga hijos y nietos a los que comunique este tipo de comportamientos y de formas de razonar, echando la culpa a terceros sin saber observar su propia responsabilidad en cada acción. De hecho, me aterra pensar que gente como usted esté dando clases en escuelas. Porque en ese caso, sí, pensaría que no tenemos futuro como sociedad, señor.”

Pero no le dije nada de esto, pues, después de haber pasado alguna experiencia similar en la que sí hablé, me di cuenta de que es una pérdida de tiempo. Pues lo que no se aprende en la casa o en la escuela difícilmente pueda aprenderse en un colectivo. No obstante, al descender, me recriminé una y mil veces no haber descargado todo lo que pensaba, aun sabiendo de antemano que el señor jamás me daría la razón, si es que escuchaba, detrás del implacable e incesante manto de insultos que profería, alguna de mis palabras.

En fin, la anécdota dio para hacerme pensar en dos puntos. Primero, el ya mentado en toda mi elucubración pasajera. Y segundo, la fuerza y el valor concedido a la palabra, en este caso la escrita. El señor fundó toda su argumentación (si así se le puede llamar) en una simple omisión textual, omisión debida a falta de espacio físico en el cartel –pues en otras unidades he podido ver que se explicita entre las personas con dificultades motrices a quienes cargan niños– o (no excluyente) simplemente a apelar al sentido común de la gente. Sólo por ello me pareció que podría ‘justificarse’ la obstinada postura del hombre. Pero, en ese caso, yo igualmente le respondería con palabras de Cicerón: “Pero por favor, señor, no sea idiota –en el más prístino sentido del término–: Summa ius, summa iniuria”.

lunes, 30 de noviembre de 2009

Mutilación de "horizontes intelectuales"

Groucho Marx dijo una vez "Encuentro la televisión muy educativa. Cada vez que alguien la enciende, me retiro a otra habitación y leo un libro", reflejando, tal vez, su repudio por la caja boba. De caja por estos días le queda poco, porque cada vez se parece más a una lámina líquida...de boba, le queda menos. La tele -pars pro toto- no es boba: embobece, que es distinto. Y cada uno tiene la opción, como Groucho, de ser partícipe de ese juego o no.
El fragmento que adjunto, si bien a priori parece no tener relación alguna con la máxima del alter Marx, sí concurren en un punto. La especialización, dice Marechal, si desconoce el valor de las asignaturas excluidas, limita la “materia de intelección” que naturalmente se ha dado al hombre como “posible” y, además, el “horizonte intelectual” del estudioso, cuyo radio irá disminuyendo en la medida de sus propias limitaciones, y en uno y otro caso el proceso tendrá el carácter de una verdadera “mutilación”. Como la tele.

Fragmento de “El Oscuro de Éfeso”, ensayo de Leopoldo Marechal, publicado en su Cuaderno de Navegaciones.

El obrero de una “ciencia especializada” comenzará por circunscribir su asignatura dentro de un límite cerrado, fuera del cual permanecen las otras asignaturas que no entran en su especialización. Todo ello es perfectamente legítimo si el estudioso conoce, al menos en síntesis, el valor de las asignaturas excluidas y su orden jerárquico dentro de la Ciencia General. El peligro está en que dicho estudioso incurra en las dos aberraciones que siguen y que a menudo son consecutivas: 1° desconocer las asignaturas que, según él, no entran de ningún modo en su “especialización”; y 2° negar simple y llanamente la validez cognoscitiva de las asignaturas que no entran, según él, en la órbita de sus estudios. Dichas aberraciones del estudioso entrañan un peligro doble: limitan primero la “materia de intelección” que naturalmente se ha dado al hombre como “posible”; limita luego, y en consecuencia, el “horizonte intelectual” del estudioso, cuyo radio irá disminuyendo en la medida de sus propias limitaciones, y en uno y otro caso el proceso tendrá el carácter de una verdadera “mutilación”.
Un ejemplo trivial de las limitaciones que dije lo darían los médicos especializados en un solo órgano del cuerpo, los cuales terminan, como es fama, por atribuir al órgano de su especialidad el origen de todas las enfermedades. Llevemos, por analogía, este caso al “cuerpo íntegro” de la ciencia posible, tal como lo presenta cualquier enseñanza tradicional; y supongamos que Aristóteles, en lugar de empeñarse, como lo hizo, en todas las ramas del conocimiento, se hubiera especializado en la Física, primero con la exclusión y al fin con la negación de la Metafísica y de sus tratados acerca del alma. ¿Qué habría sucedido entonces? Que los helénicos habrían gozado tempranamente de las enceradoras eléctricas, aunque, por desconocer los primeros principios, ignorasen de dónde vinieron, a dónde van y para qué coño están ubicados en este mundo. Eso vino más tarde y pasa hoy, merced a una ciencia que, no pudiendo suministrar al hombre ninguna respuesta digerible a las preguntas de su entidad metafísica, le llena, en cambio, las habitaciones con artefactos electrodomésticos y le prepara un Juicio Final de bomba H.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Susanitas, háganse cargo!



Cualquier programa de recuperación, por ejemplo el de los 12 pasos de AA, comienza por admitir el problema, por asumirse. Constantemente veo gente incoherente: proclama ciertos valores y, paradójicamente, no actúa en consecuencia. Como Susanita. No se asume. Y si no se asume, persiste en el error. Ya se sabe: errar es humano... persistir en el error, estúpido.
Esta Susanita creció y se multiplicó: sus copias rondan hoy los 30, 40 o 50 años -aunque las hay más jóvenes, por supuesto-. Tristemente, siguen sin asumirse.
A esta altura, no queda más que decir que...
Háganse cargo!
Por Raúl Degrossi

Háganse cargo de su fascismo visceral, ese que ve en todo pobre a un delincuente, y en la represión, la solución mágica a todos los problemas de la sociedad.

Háganse cargo de esa lacra que arrastran , y no nos abollen más los oídos con la sanata del diálogo y el consenso, ya aprendimos que significan balas y palazos.

Háganse cargo de su golpismo, de su actitud antidemocrática y de su intolerancia hacia todo gobierno que no sea el que ustedes eligen o apoyan, y a veces ni eso, como pasó con De La Rúa, y no nos hinchen más las pelotas a todos con fingidas apelaciones a la república y las instituciones.

Háganse cargo de su moral doble, que tira los papeles al cesto de basura en Europa y llena el conurbano de residuos acá, y reclama servicios estatales de Suecia mientras paga impuestos de Namibia.

Háganse cargo y no jodan más con la corrupción de los gobernantes, actuales y pasados, como si ustedes fuesen ciudadanos ejemplares, y no usen más esa corrupción como un atajo para evadir, tener empleados en negro y sacar la guita del país hacia algún paraíso fiscal.

Háganse cargo de su fastidio con la democracia, y no suspiren más en público por la aparición de algún líder republicano de modales escandinavos, cuando en lo íntimo todavía lamentan que Videla esté preso, y sus camaradas de armas no sean un actor político protagónico.

Háganse cargo de su verdadero modo de pensar, no se disfracen como furiosos comentaristas anónimos en los diarios, mientras se pasean por reuniones sociales y programas de televisión como atildados demócratas preocupados por la transparencia y el futuro de las instituciones.

Háganse cargo, por una vez en su vida, de lo que son, de lo que piensan, de lo que hacen, de lo que votan, de lo que dicen y de lo que otros dicen y hacen en su nombre.

Háganse cargo de todo eso y no se pongan más en el papel de víctimas, de simples ciudadanos preocupados por la inseguridad, de personas sensibles con la pobreza o de almas bellas despojadas de todo afán de acumular bienes materiales y acongojadas por la falta de libertad de expresión.

Háganse cargo de que, en realidad, les importan un carajo la democracia, la república, la libertad de expresión, las instituciones, la voluntad popular, la pobreza, el clima de crispación y que se yo cuantas forradas más que repiten todo el tiempo.

Háganse cargo de llamar a las cosas por su nombre, y de que cada vez que digan “alguien” están diciendo los milicos, las embajadas, la patria financiera o los grupos económicos, y cuando dicen “algo” están diciendo reprimir, meter bala, golpear, tumbar al gobierno.

Por sobre todas las cosas, háganse cargo de no tomarnos más por pelotudos.

Lluvias, sequías, negocios y medios...

Que el cambio climático nos está afectando a todos, no es una novedad. Pero deberíamos tomar conciencia y ser cuidadosos al hablar de las situaciones vividas y sufridas en las distintas regiones del país. Las cifras, a las que son tan adeptos los noticieros, son gente. Gente que está sufriendo un fenómeno ocasionado por todos nosotros. Por la falta de previsión, de cuidado, de conciencia, de ecología. Gente, como vos, como yo. Gente que tiene los mismos derechos. Sí, los mismos. La Argentina somos todos los argentinos.
Van fragmentos de una nota:

La inundación, Holanda y Dios
Por Mempo Giardinelli
Desde Resistencia


Una amiga me manda un mail, fraternalmente preocupada: “...los noticieros a veces exageran, pero quiero saber si estás en Resistencia, si están bien, si los complicaron las lluvias”.
Siento una rabia profunda que se sobreimprime a la ternura que me produce la carta de mi amiga. Respondo:
“Los noticieros porteños siempre exageran, sobre todo si –como ahora– se trata de hacer antikirchnerismo barato. Son capaces de cualquier cosa, sólo les falta decir que Cristina tiene la culpa de la lluvia. Por eso en casa practicamos la sana terapia de no mirar más la tele. Todo mejora si uno acaba con TN, América, el 9, el 11, el 13 y demás. La vida readquiere sentido. De veras.
“En cuanto a nosotros, estamos bien. Con agua alrededor y percances varios, obvio, pero bien. Los que están realmente jodidos son los miles de desdichados que dependen de los punteros K, los punteros radicales, los piqueteros de izquierda y de derecha, los del PO y los de Castells, los PRO y los que le creen a la Legrand y a Tinelli, a Duhalde y De Narváez, a los ‘grandes diarios’, a Susana y al rabino Bergman y etc, etc. Esos ya no tienen remedio, pobres. Aunque no todos tengan agua alrededor, están hundidos hasta el cuello.”
Dudo si envío mi respuesta o no. Consulto en Internet: las perspectivas son horribles. El Weather Report gringo, experimentado y confiable, anuncia tormentas y lluvias diarias hasta el 2 de diciembre, por lo menos. Caramba. Mientras tanto el agua avanza y estamos rodeados. La ciudad ya está por debajo del Paraná: somos el centro de una palangana atravesada por el hermoso pero estropeado río Negro.
(...)
Lo cierto es que después de varios meses de una sequía atroz ahora hay agua de sobra. Estaba cantado, todos sabíamos que esto iba a suceder. Incluso ya sabemos que el año que viene habrá otra sequía y luego otra inundación, y así. Y todos rogando que las defensas de la ciudad aguanten.
(...)

Pero mejor me callo, porque además de miedo siento bronca y vértigo. Esto último porque en el Gran Resistencia, como se dice ahora, somos más de 300 mil personas. Imagine el lector.
Y en cuanto a la bronca, cómo no nos va a dar rabia escuchar y ver a tanto imbécil de la tele porteña exagerando descaradamente. Porque para el golpismo destituyente –o como se llame a los que niegan que son golpistas, pero lo son– todo suma. “Cuanto peor, mejor”, es su pensamiento canalla. Y sus empleados frente a las cámaras son capaces de decir cualquier cosa.
Los chaqueños nos unimos en el aguante y la solidaridad que aparece en cada inundación es conmovedora. El agua aquí duele tanto como la sequía. Por eso fastidian tanto la desinformación y la mentira interesada. Porque los medios porteños no dicen una palabra de la tala de bosques, de la desertificación de medio país para beneficio exclusivo de macroemprendimientos agropecuarios que se llaman a sí mismos “el campo”, y que son –ésos sí– los grandes culpables de esta alternancia atroz de sequías e inundaciones.
Hago Send, nomás, y me quedo pensando que esto no es Holanda ni está probado –como dicen– que Dios es argentino.
El cielo está preñado de nubes y en cualquier momento vuelve a llover.

martes, 24 de noviembre de 2009

Fascistas!

Otro personaje premonitorio fue George Orwell. El gran escritor, conocido por la masa toda por ser el "creador" de El Gran Hermano -aclaremos, por favor, que escribió una obra infernal (en todo sentido) llamada 1984 y que de allí se tomó el nombre para aquellos detestables programas televisivos de perverso divertimiento- nos dejó también otras brillantes reflexiones. Como la siguiente:

¡Fascistas!
Por George Orwell


De todas las preguntas sin respuesta de nuestro tiempo, tal vez la más importante sea ésta: “¿Qué es el fascismo?”.
Una de las organizaciones de estudios sociales que hay en los Estados Unidos recientemente formuló esta pregunta a cien personas distintas, y encontró respuestas que iban desde “democracia en estado puro” a “lo diabólico en estado puro”. En Inglaterra, si se pide a una persona corriente, con capacidad de pensar, que defina el fascismo, por lo común responde señalando a los regímenes alemán e italiano. Y ésta es una respuesta insatisfactoria, porque incluso los principales Estados fascistas difieren entre sí en gran medida, tanto por estructura como por ideología.
Por ejemplo, no es fácil que Alemania y Japón encajen en un mismo marco, y es aún más difícil en el caso de algunos de los pequeños Estados que se pueden definir como fascistas. Suele darse por sentado, en efecto, que el fascismo es inherentemente belicoso, que prospera en un ambiente de histeria bélica, que sólo puede resolver sus problemas económicos mediante preparativos de guerra o mediante conquistas en el extranjero. Pero éste no es el caso, claramente, ni de Portugal ni de las diversas dictaduras sudamericanas. Asimismo, se supone que el antisemitismo es uno de los rasgos distintivos del fascismo, pero algunos movimientos fascistas no son antisemitas. Algunas polémicas eruditas, cuyo eco se escucha en las revistas norteamericanas desde hace muchísimos años, no han servido para precisar si el fascismo es o no una forma de capitalismo. Sin embargo, cuando aplicamos el término “fascismo” a Alemania, a Japón, a la Italia de Mussolini, sabemos, a grandes rasgos, a qué nos referimos. Es en la política interior donde la palabra ha perdido el último vestigio de significado que pudiera tener. Si se examina la prensa, se descubre que no hay, prácticamente, ningún conjunto de ciudadanos –ningún partido político, desde luego, y tampoco ninguna organización, de la clase que sea– que no haya sido denunciado por fascista a lo largo de los últimos diez años.
Aquí no me refiero al uso verbal del término “fascista”. Me refiero tan sólo a lo que he visto publicado. He visto las palabras “de simpatías fascistas”, o “de tendencia fascista”, o “fascista” a las claras, aplicadas con toda seriedad a los siguientes grupos:

Conservadores: todos los conservadores están sujetos a la acusación de ser subjetivamente profascistas. El gobierno británico en India y en las colonias se tiene por algo idéntico al nazismo. Las organizaciones de lo que cabría llamar tipo patriótico o tradicional se tildan de criptofascistas o de “mentalidad fascistoide”. Ejemplos de ello: los Boy Scouts, la Policía Metropolitana, el MI5, la Legión Británica. Frase clave: “Los colegios privados son caldo de cultivo del fascismo”.
Socialistas: los defensores del capitalismo a la antigua usanza defienden que el socialismo y el fascismo son una y la misma cosa. Algunos periodistas católicos sostienen que los socialistas han sido los principales colaboracionistas en los países ocupados por los nazis. La misma acusación se vierte, desde otro ángulo, por parte del Partido Comunista, en especial, durante sus fases ultraizquierdistas. Entre 1930 y 1935, el Daily Worker habitualmente se refería al Partido Laborista llamándolo Fascistas Laboristas. De ello se hacen eco otros extremistas de izquierda, como los anarquistas. Algunos nacionalistas indios consideran que los sindicatos británicos son organizaciones fascistas.
Comunistas: una escuela de pensamiento considerable se niega a reconocer que haya ninguna diferencia entre los regímenes nazi y soviético, y sostiene que todos los fascistas y todos los comunistas apuntan aproximadamente a lo mismo, y que incluso son, en cierta medida, las mismas personas. En el Times (antes de la guerra), más de un cabecilla se ha referido a la URSS como “país fascista”. Asimismo, desde otro ángulo también se hacen eco de esto los anarquistas y los trotskistas.
Trotskistas: los comunistas achacan a los trotskistas, esto es, a la propia organización de Trotsky, el ser un grupo de criptofascistas pagados por los nazis. Es algo que la izquierda, casi en bloque, creyó a pie juntillas durante el período del Frente Popular. En sus fases ultraderechistas, los comunistas tienden a aplicar esa misma acusación a todas las facciones que se hallen a la izquierda de ellos mismos.
Católicos: fuera de sus propias filas, a la Iglesia Católica se la tiene universalmente por organización protofascista, tanto objetiva como subjetivamente.
Antibelicistas: los pacifistas y otros grupos contrarios a la guerra son a menudo acusados de ponerle al Eje las cosas mucho más fáciles, e, incluso, se les adjudican sentimientos profascistas.
Partidarios de la guerra: los que se resisten a la guerra suelen fundamentar sus alegatos en que las aspiraciones del imperialismo británico son aun peores que las del nazismo, y tienden a tachar de “fascista” a todo el que sueñe con una victoria militar. Además, toda la izquierda tiende a equiparar militarismo con fascismo. Los soldados de a pie con cierta conciencia política casi siempre se refieren a sus superiores tachándolos de “fascistoides” o “fascistas por naturaleza”. Las academias, los escupitajos, el betún, el saludo a los oficiales son conductas consideradas propensas al fascismo. Antes de la guerra, sumarse a los territoriales era tenido como muestra de tendencias fascistas. El reclutamiento obligatorio y el ejército profesional son denunciados como fenómenos parafascistas.
Nacionalistas: el nacionalismo se considera de manera universal como algo inherentemente fascista, aunque esto sólo se aplica a movimientos nacionales que el orador desapruebe. El nacionalismo árabe, polaco, finlandés; el Partido del Congreso de la India, la Liga Musulmana, el sionismo y el IRA han sido descritos como movimientos fascistas, aunque no siempre por parte de ellos mismos.

Tal como se emplea, bien se ve que la palabra “fascismo” carece casi por completo de significado. En la conversación, claro está, se emplea con mayores desatinos que en letra impresa. La he oído aplicada a los agricultores, a los tenderos, al Crédito Social, al castigo físico, a la caza del zorro, a los toros, al Comité de 1922, al Comité de 1941, a Kipling, a Gandhi, a Chiang Kai-chek, a la homosexualidad, a los programas radiofónicos de Priestley, a los albergues de juventud, a la astrología, a las mujeres, a los perros y no sé a cuántas cosas más.
En todo este lío considerable subyace una suerte de significado oculto. Para empezar, está bien claro que hay diferencias grandes, algunas muy fáciles de señalar, aunque no tanto de explicar, entre los regímenes llamados fascistas y los democráticos. En segundo lugar, si “fascista” significa “en sintonía con Hitler”, algunas de las acusaciones que he enumerado antes tienen, naturalmente, mucha más justificación que otras. En tercer lugar, incluso aquellos que emplean como arma arrojadiza la palabra “fascista” sin ningún reparo, le dan un cierto sentido emocional. Al decir “fascismo” se refieren, grosso modo, a algo cruel, carente de escrúpulos, arrogante, oscurantista, antiliberal y contrario a la clase obrera.
Pero es que el fascismo también es un sistema político y económico. Así las cosas, ¿cómo es que no disponemos de una definición clara y ampliamente aceptada? Por desgracia, no la tendremos, o al menos, no de momento. Aclarar el porqué sería demasiado largo; esencialmente, se debe a que es imposible definir el fascismo satisfactoriamente sin reconocer cosas que ni los propios fascistas, ni los conservadores, ni los socialistas de ninguna adscripción están dispuestos a reconocer. Todo lo que se puede hacer es emplear la palabra con una cierta circunspección y no, como se suele hacer, rebajarla a nivel del insulto o de la palabra malsonante.


Fue publicada en 1944. Ahora se entiende lo de "premonitorio"? Más de 60 años después, muchos todavían utilizan la palabra muy livianamente...

domingo, 22 de noviembre de 2009

Concierto de pelotudos

Andy Warhol dijo, premonitoriamente, que en el futuro todos tendrían sus quince minutos de fama. Muchos han obtenido ese beneficio (?) por más tiempo, haciendo un negocio no de su talento -del cual carecen- sino de su vida y de la vida de los otros -deplorable-.
Van dos posturas similares acerca del poder del que muchos de esos "famosos" hacen uso y, sobre todo, abuso:

Alejandro Dolina
“No solamente es la farándula la que está preocupadísima por el tema de la inseguridad, sino también la sociedad toda a partir del gran despliegue que los medios hacen de ese problema, que es ciertamente un problema, pero que existe también en otras sociedades sin que se produzca un fenómeno con el énfasis con el que se está produciendo en la Argentina. La farándula se hace eco de esa circunstancia, que a mí me parece que le pone una especie de glamour, les pone cierta gracia y hasta cierta simpatía a algunos pensamientos que habitualmente no son simpáticos, glamorosos ni graciosos. En la Argentina yo tengo la sensación de que la derecha se ha adueñado del sentido común. Pensamientos que hasta no hace mucho eran vergonzantes se explican ahora públicamente incluso con orgullo. Y cuando figuras muy conocidas adhieren a esos pensamientos y le ponen su cara famosa y hacen su testimonial, entonces las muchedumbres se entusiasman. Ese pensamiento tiene otro aval. Los medios saludan las opiniones de la derecha, las auspician, las festejan, y ahora la farándula las firma con su prestigio. Yo no considero que esté mal que un artista se pronuncie individualmente. Y desde luego puede tener opiniones de derecha. No debe combatirse eso. Cómo vamos a prohibirle a Susana Giménez que diga lo que piensa”
“Yo diría que, simplificando mucho, podría leerse así: el neoliberalismo desea un Estado ausente, desea que el Estado no intervenga en su prosperidad. Que no venga a recortarla, por ejemplo, con impuestos. Ahí desean que los mercados actúen y que eso provoque naturalmente la riqueza de unos y la pobreza de otros. Pero claro, cuando se produce la riqueza de uno y la pobreza de otros van quedando –y así ha ocurrido históricamente en la Argentina– fuera del mercado de consumo muchísimas personas que pierden su trabajo, que se ven acorralados en unas formas de vida cada vez más marginales, más miserables. Parte de esa gente reacciona. ¿De qué manera? Tiene empleos irregulares, cartonean, protestan, hacen piquetes, y llegado el caso delinquen, porque ha sido eliminada del mercado de consumo y de producción y algo tienen que hacer. Ahora bien, cuando se produce este fenómeno, cuando esas masas irrumpen de distintas formas, siempre de maneras desagradables naturalmente para los buenos burgueses que han prosperado, estas personas que antes eran partidarias del laissez faire, laissez passer, que querían que el Estado se mantuviera ajeno, entonces exigen que ese Estado intervenga. Ya no es para regular qué se planta y dónde, sino para reprimir. Y entonces aparece el tema de la inseguridad. Y aparece el sentido común: a las personas que tratan de apoderarse de lo que es nuestro entonces hay que castigarlas, que encarcelarlas, y llegado el caso, matarlas. Esa es a grandes rasgos la ideología que impera. En algunas personas ciertos sucesos les producen unas reacciones emocionales que fácilmente las precipitan en este pensamiento. Ahora bien, generalmente la gente de la farándula pertenece a los que están en peligro de que los roben y por ahí sus beneficios sean reducidos, etcétera. Naturalmente producen una reacción de clase, una reacción de la clase dominante que se ve amenazada por algunos emergentes que son resultado de gravísimos problemas sociales que este país tiene. Quiere decir que sí, son representantes de una clase dominante, y sí, configuran claros panoramas del pensamiento de derecha. Por más que este pensamiento esté adornado de florilogios republicanos como la libertad, derecho a transitar libremente, a comprar y a vender, a comerciar y a tener una propiedad privada que es inviolable. Y cuando ese pensamiento se tiñe de intolerancia, tenemos derecho a nombrarlo como fascismo. Una de las características principales del fascismo es que las culpas no provienen de acciones de las personas sino de pertenencias a los grupos. Uno es culpable no por haber hecho algo, sino por pertenecer a un grupo que ya a priori es considerado culpable de todos los males. Todo esto debe preocuparnos porque genera en la sociedad argentina una pulsión de violencia, un ansia desmedida de castigo. Yo creo que es preferible la admisión de un cierto grado de intensidad del delito a la creación de un cuerpo de represión tal que para impedir ese grado de delitos se convierta en una tiranía insoportable para todos nosotros”.

Diego Capusotto
"Son un concierto de pelotudos que no saben lo que dicen pero lo dicen y le hacen el juego a la derecha, al gorilaje y a todos los que quieren tener un poquito de poder (...) son los voceros de una estrategia política mucho más tremenda de lo que vemos (...) llegan a mucha gente y no saben ni siquiera lo que dicen".
"Los famosos son como Micky Vainilla, y no es más que el inconsciente de parte de una sociedad que nunca se acuerda de los muertos; de lo único que se acuerda es de blanquearse, en todo sentido de la palabra". "Son funcionales a eso que todavía existe y que generó todo lo que estamos viviendo ahora: famosos que hablan sin saber y que provocan aún más la ira en la gente, que no tienen opinión propia, que son pensados por los medios".