miércoles, 16 de diciembre de 2009

Los hijos de Matildita

Parte I: Matildita

Yo hago puchero: ella hace puchero; yo hago ravioles: ella hace ravioles. ¡Qué país!

Recordada frase presente en la obra que, después del Martín Fierro –al que podríamos considerar nuestra Génesis–, completa lo que sería la Biblia argentina, Esperando la carroza. Salvo que sería arriesgado decir que ese excepcional y visionario film es el Evangelio, al menos en el sentido etimológico del término.

Tal vez el personaje más sonado del film no sea, como cabría esperar, Mamá Cora, en torno a cuya figura se desenvuelven todas las acciones de la trama. Es que una actuación de China Zorrilla nunca puede pasar desapercibida, y así es que su personaje, la Elvira, se ha vuelto tan memorable, que hasta en el misceláneo mundo de una red social como es Facebook existe una ‘aplicación’ para obtener “la frase del día” de la Elvira.

Tampoco la figura de Antonio, el cuñado de Elvira de ‘misterioso’ pasado, pasa desapercibida. Si una frase de esta película es verdaderamente famosa, no puede ser otra que la de “¡Tres empanadas!”, la cual, sumada a la de “Ahí lo tenés al pelotudo”, “El torno [del dentista] no es la picana”, “Es justicia” y a “Circulen, viejo”, no puede dejar de ser pensada sin tener en mente las gafas y el bigotito de Luis Brandoni.

Todos los personajes de esta obra, encuadrada en el género comedia, son, en fin, notables. Desde el conformismo y la angustia de Jorge [De Grazia] (“me casé porque ustedes querían que yo tuviera una familia”) o la frivolidad e incoherencia de Nora [Blum] (“adoro a los niños: debe ser por eso que Dios me hizo estéril”) hasta la ineptitud e infantilismo de Cacho [Grandinetti] (“uh, van a ver, hijos de puta”) o la miseria y tragedia de Emilia [Catalano] (“yo quiero a mi mamá”), todos ellos encarnan tipos de sujetos que, a la manera de la Comedia Nueva, son prototípicos.

Tal vez los mencionados sean los personajes principales de la historia. Pero los personajes clave de la película, ésa que se estrenó en 1985, son otros. En particular, la nena: Matilde [A. Tenuta]. Con sus 16 años, conjuga la candidez de una niña (“¡los muertos me impresionan!”) con la desfachatez de una adolescente (“ay, papá, no pensarás que soy virgen todavía”). Está en la etapa exacta en la que aún puede ser echada de las conversaciones ‘de adultos’, pero en la que ya puede opinar sobre la eyaculación. Está, pues, a punto de caramelo para mamar todo lo que en poquísimo tiempo, cuando ya sea una mujer, la configurará como tal. Pero también por ello, es la única que, a diferencia de los adultos que la rodean, aún puede tomar un rumbo distinto del que impregna a su familia.

Tal vez a ella se dirija Susana [Villa], el otro personaje clave de la película, en la impactante escena final, dado que Matilde es la única de la familia que no está presente. Sólo los adultos quedan en esa casa ya vacía y libre de la locura que fue ese domingo, solos en esa habitación en donde impera una enorme cruz, sólo los adultos, los que ya no parecen tener la posibilidad de cambiar. Quizás la angustiosa mirada de Susana signifique que no todo está perdido para los que no son grandes aún. Pero probablemente la angustia viene dada por la desesperanza, por la seguridad de que sin duda la figura de Elvira, a quien tan apegada es Matildita, operará de modo decisivo en el futuro de la nena.

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