viernes, 19 de febrero de 2010

Ser y no ser: ésa es la confusión

El ser es y el no-ser no es. Parece una perogrullada. Una tautología. O un descubrir la pólvora. Pero alguien tuvo que decirlo por primera vez. A Parménides le cabe el honor del descubrimiento de esta pólvora.

El Ser, como todo presocrático que se precie de tal bien sabe, se opone a la Apariencia, esto es, aquello que se ofrece a los sentidos y, por tanto, contingente, mudable, múltiple, objeto de opinión. La Apariencia es lo contrario de lo que se aprehende por la intelección, cuyos atributos son la constancia, la estabilidad, la unicidad, la verdad: el Ser.

Por supuesto, la tarea del filósofo y, en fin, el objetivo último a alcanzar por cualquiera que se interese en investigar cualquier problemática, es atender al Ser, y no a lo Aparente. Lo Aparente no necesariamente se opone ‘de hecho’ al Ser, en tanto que algo que se percibe por los sentidos puede coincidir con lo verdadero. Pero no podemos confiar en la Apariencia, pues su naturaleza esencialmente múltiple presupone la existencia de más aspectos que pueden no estar al alcance momentáneo de nuestros sentidos. La Apariencia es engañosa: creemos estar en presencia del Ser, y sólo estamos ante una de tantas facetas del Aparecer.

No es una casualidad que la palabra que designa la verdad de las cosas sea Ser, es decir, el verbo copulativo por excelencia. El verbo ser no “significa” nada, no remite a ninguna acción o estado de cosas. Simplemente (?) une un sujeto con un predicado. Y, en caso de estar solo (como en la frase “El ser es”), implica la mera (?) existencia del sujeto. Se trata del único ‘verbo sustantivo’, como lo llama la gramática tradicional, esto es, el único con idea de esencia o sustancia, que no denota, como los demás verbos (llamados ‘verbos adjetivos’), atributos o modos de ser. Es el verbo que existe desde que el mundo es mundo. En griego se decía eînai, en latín se decía esse. Verbos que en castellano pueden ser traducidos como ser o como estar.

Este desdoblamiento terminológico no en todas las lenguas existe. En francés, por ejemplo, el verbo être también puede significar ‘ser’ o ‘estar’. La interpretación queda supeditada al contexto, al emisor y/o al receptor. Así, si alguien le dice a un chico Tu es sale, puede querer decir Sos sucio o Estás sucio. El hecho de que el castellano cuente con dos verbos diferentes para expresar esencia o estado redunda en ahorrarse o no años de terapia.

Sin embargo –o por eso mismo–, los verbos ser y estar suelen ser considerados muy próximos etimológica, semántica y gramaticalmente. Todo lo cual constituye un grave error. Etimológicamente, provienen de verbos distintos: ser, del verbo esse; estar, del verbo stare, que significa “estar parado/colocado”. Semánticamente, el verbo ser manifiesta, como queda dicho, una esencia, mientras que el verbo estar presenta un –valga la redundancia– estado (que estés enfermo no te hace ser enfermo). Gramaticalmente, el verbo ser es eminentemente copulativo, mientras que el verbo estar (a diferencia de lo que nos escorcharon durante años en la escuela) sólo lo es en ocasiones: por lo general, está seguido de circunstancias de lugar (‘estoy en mi casa’) o de modo (‘estoy bien’).

Así pues, si observamos bien, el verbo estar se encuentra mucho más cerca de la idea de Aparecer que de la idea de Ser, por tratarse de algo circunstancial y no esencial. ¿Y cuál es el problema con esto?, se me dirá. ¿Que no sabía su origen? Bueno, no soy filólogo. ¿Que no sabía su significado? Bueno, no soy filósofo. ¿Que no sabía su función gramatical? Bueno, no soy lingüista.

No: el problema es que se juega a identificar ser con estar. Puesto que algo está, entonces es. Si aparece en la televisión, entonces es porque es la verdad. Si se manifiesta a mis ojos y a mis oídos, la conclusión es que existe. El problema estriba en que esta identificación es negligente e incluso peligrosa. El problema es que no te des cuenta de que, mientras una faceta del Aparecer se manifiesta aquí, ante tus ojos, y opinás sobre ella como si fuera la única, todas las otras múltiples facetas de eso que llamás “la verdad” no están siendo consideradas. En parte, no es culpa tuya: no hay forma de que uno, por sus propios medios, acceda a la multiplicidad de manifestaciones. Tu culpa está en decir que eso que se te aparece, que está circunstancialmente ante tus ojos, sea único, constante, no opinable ni mudable; esto es, verdadero; esto es, que es.

Ése es el problema. No importa que no seas filólogo, filósofo ni lingüista: sos ciudadano. Con eso basta para que tu negligencia sea peligrosa.

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