jueves, 18 de marzo de 2010

Ah, no hay té de Ceilán!

Para los que aún no han tenido el gusto de leerlo (porque lamentablemente los audios no se conservan, debido no a causas eficientes sino a eficientes complementos agentes), les presento a Mordisquito. El ciclo radial que Discépolo (sí, el gran, el único) ofreció allá por el '51.

Primer Ciclo. 2.


Resulta que antes no te importaba nada y ahora te importa
todo. Sobre todo lo chiquito. Pasaste de náufrago
a financista sin bajarte del bote. Vos, sí, vos, que ya estabas
acostumbrado a saber que tu patria era la factoría
de alguien y te encontraste con que te hacían el regalo de
una patria nueva, y entonces, en vez de dar las gracias
por el sobretodo de vicuña, dijiste que había una pelusa
en la manga y que vos no lo querías derecho sino cruzado.
¡Pero con el sobretodo te quedaste! Entonces, ¿qué
me vas a contar a mí? ¿A quién le llevás la contra? Antes
no te importaba nada y ahora te importa todo. Y protestás.
¿Y por qué protestás? ¡Ah, no hay té de Ceilán!
Eso es tremendo. Mirá qué problema. Leche hay, leche
sobra; tus hijos, que alguna vez miraban la nata por turno,
ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta.
¡Pero no hay té de Ceilán! Y, según vos, no se puede vivir
sin té de Ceilán. Te pasaste la vida tomando mate cocido,
pero ahora me planteás un problema de Estado porque
no hay té de Ceilán. Claro, ahora la flota es tuya, ahora
los teléfonos son tuyos, ahora los ferrocarriles son tuyos,
ahora el gas es tuyo, pero…, ¡no hay té de Ceilán! Para
entrar en un movimiento de recuperación como este al
que estamos asistiendo, han tenido que cambiar de sitio muchas cosas
y muchas ideas; algunas, monumentales;
otras, llenas de amor o de ingenio; ¡todas asombrosas!
El país empezó a caminar de otra manera, sin que lo
metieran en el andador o lo llevasen atado de una cuerda;
el país se estructuró durante la marcha misma; ¡el país
remueve sus cimientos y rehace su historia!
Pero, claro, vos estás preocupado, y yo lo comprendo:
porque no hay té de Ceilán. ¡Ah… ni queso!
¡No hay queso! ¡Mirá qué problema! ¿Me vas a decir a
mí que no es un problema? Antes no había nada de
nada, ni dinero, ni indemnización, ni amparo a la vejez,
y vos no decías ni medio; vos no protestabas nunca, vos
te conformabas con una vida de araña. Ahora ganás bien;
ahora están protegidos vos y tus hijos y tus padres. Sí;
pero tenés razón: ¡no hay queso! Hay miles de escuelas
nuevas, hogares de tránsito, millones y millones para
comprar la sonrisa de los pobres; sí, pero, claro, ¡no hay
queso! Tenés el aeropuerto, pero no tenés queso. Sería
un problema para que se preocupase la vaca y no vos,
pero te preocupás vos. Mirá, la tuya es la preocupación
del resentido que no puede perdonarle la patriada a los
salvadores.
Para alcanzar lo que se está alcanzando hubo que
resistir y que vencer las más crueles penitencias del
extranjero y los más ingratos sabotajes a este momento
de lucha y de felicidad. Porque vos estás ganando una
guerra. Y la estás ganando mientras vas al cine, comés
cuatro veces al día y sentís el ruido alegre y rendidor que
hace el metabolismo de todos los tuyos. Porque es la primera
vez que la guerra la hacen cincuenta personas mientras
dieciséis millones duermen tranquilas porque tienen
trabajo y encuentran respeto. Cuando las colas se formaban
no para tomar un ómnibus o comprar un pollo
o depositar en la caja de ahorro, como ahora,
sino para pedir angustiosamente un pedazo de carne en aquella
vergonzante olla popular, o un empleo en una agencia
de colocaciones que nunca lo daba, entonces vos veías
pasar el desfile de los desesperados y no se te movía un
pelo, no. Es ahora cuando te parás a mirar el desfile de
tus hermanos que se ríen, que están contentos… pero eso
no te alegra porque, para que ellos alcanzaran esa felicidad,
¡ha sido necesario que escasease el queso! No
importa que tu patria haya tenido problemas de gigantes,
y que esos problemas los hayan resuelto personas.
Vos seguís con el problema chiquito, vos seguís buscándole
la hipotenusa al teorema de la cucaracha, ¡vos, el
mismo que está preocupado porque no puede tomar té
de Ceilán! Y durante toda tu vida tomaste mate! ¿Y a
quién se la querás contar? ¿A mí, que tengo esta memoria
de elefante?
¡No, a mí no me la vas a contar!

8 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. No te pierdas el audio! parece como si Discépolo estuviera hablando de hoy!:

    http://www.youtube.com/watch?v=3Nn2XXUvLgs
    http://www.youtube.com/watch?v=UoSafPduXW0

    NO DEJEN DE OIR ESTO... ES SIMPLEMENTE GENIAL!

    ResponderEliminar
  3. Me hace acordar a los choclos premium del 2012

    ResponderEliminar
  4. Una genialidad!!!! se ajusta a nuestros caceroleros... peor, es por cambiar dólares!!!!!!!!!! Nunca los oi cacerolear porque hay un pibito durmiendo en la calle o comiendo sobras de bares...
    Gracias por publicarlo

    ResponderEliminar
  5. Increíble... el tipo vivía en una dimension 60 años adelantado a nosotros.

    ResponderEliminar
  6. Es lamentable este comentario cuando los dos lideres que sustentan el modelo son individuos seriamente cuestionados por Korruptos. Será que ya ser honesto no es una virtud? puede ser hay muchos jovenes militantes que responden a un patrón: "el patrón oro" y pueden administrar desde una empresa aerea hasta una chocolateria...no importa lo importante si hay "platita" lo demas (chicos que duermen en la calle o directamente se mueren de hambre) es lo de menos para estos NAC & POP del subdesarrollo....

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Je... hacía falta que alguien personificara con su comentario, a QUIENES le hablaba Mordisquito....gracias, Anonimo! ... ah, el té de Ceilán lo conseguís seguro en la sede del PRO ... hacéte una escapadíta que serás bienvenido!

      Eliminar