sábado, 27 de marzo de 2010

Las Musas y la memoria

La memoria es la madre de las artes y de las ciencias. Así lo entendían los griegos, representándolo, como todas sus verdades, con el mito etiológico y teogónico de que Mnemósine era la madre de las nueve Musas, protectoras de las diversas téchnai, esto es, todo lo producido por el ser humano y no por la naturaleza. Aunque no toda producción humana: no hay una Musa protectora de la arquitectura, por ejemplo, ni del comercio. Al parecer, el ámbito de protección de las Musas se aparta de lo meramente pragmático y se relaciona más bien con la producción intelectual y espiritual de los hombres. Así, Calíope es la protectora de la poesía épica, Clío cultiva la historia, Polimnia inspira los cantos sagrados y a los mimos, Euterpe protege a los músicos, Terpsícore se extasía con el canto y la danza, Erato se inclina por la poesía lírica, Melpómene porta el puñal trágico, Talía festeja la risa de las comedias, y Urania invita a alzar la vista al cielo para estudiar los secretos de los astros.

En efecto, cada una de las artes y las ciencias representadas por las nueve Musas exige un trabajo mental relacionado con la memoria. Tal vez para nosotros, herederos del Romanticismo, resulte una idea extraña, y hasta un tanto chocante, el hecho de considerar a la poesía, por ejemplo, como un producto de la memoria. Pero para una cultura en la que el soporte gráfico era costoso y no a todos accesible, el ejercicio de la memoria se vuelve imprescindible para perpetuar las producciones artísticas con la mayor fidelidad posible. Gracias a la memoria, los poemas de Homero se transmitieron durante siglos antes de ser llevados a la escritura y así, finalmente, poder llegar hasta nosotros.

Por lo que respecta a una ciencia como la astronomía, custodiada por Urania, algo similar puede decirse. Las conclusiones que pudieran obtenerse de la observación paciente de los astros sólo pueden lograrse recordando detalladamente el momento del movimiento de los cuerpos celestes y las fórmulas matemáticas apropiadas para cada fenómeno. Cultivar el recurso cognitivo de la memoria era imprescindible para el avance de una ciencia que requiere de largos tiempos de contemplación, a veces de una generación a otra.

Ahora bien, respecto del campo de protección de Clío, no podríamos decir tan fácilmente que la memoria se relaciona con una técnica específica y estratégica en la cual se basa, como ocurre con cada uno de los ámbitos cultivados por sus hermanas. Sobre todo considerando que, en aquella época, lo que se denominaba historia era bien diferente de la rigurosidad epistemológica que envuelve la disciplina en la actualidad, con una distinción bien clara entre hecho histórico e historiografía, y con unos métodos específicos de investigación y producción científica. Para los hombres que invocaban a Clío, historia era una palabra que ya existía antes de que esos hombres se dedicaran a la Historia, y esa palabra significaba ‘informe, noticia, relato, narración de un hecho’. Lo más cercano a un método para recopilar informaciones para ese relato era la escucha de testimonios y la reproducción fiel del mismo. Sin duda que, para lograr tal fidelidad, se requiere de una buena memoria. Pero el papel de la memoria en el relato histórico parece ir más allá.

El nombre mismo de Clío puede resultar la clave para comprender ese papel. Clío significa ‘hacer famoso’, ‘divulgar’. En efecto, en las representaciones icónicas que pueden encontrarse de Clío, suele aparecer con rollos de papiros y con una trompeta, además de la gloriosa y grave corona de laureles sobre su nívea frente. Es decir que su función no es la mera recopilación de crónicas, utilizando un método sin duda memorístico, sino además, y sobre todo, su anuncio a los cuatro vientos. Y su objetivo no es otro que conservar esos informes, noticias, relatos y narraciones, es decir, la Historia, en la memoria de los hombres. La memoria, pues, no es sólo un método: es la finalidad de la tarea de Clío.

Tal vez por ello es que, a diferencia de sus hermanas, el honor de portar la láurea diadema se le haya concedido sólo a ella. Tal vez su madre misma así lo haya dispuesto, por ser ella la única de sus hijas que eleva su nombre como el valor más precioso, el derecho más inalienable y la obligación más severa para los hombres. Tal vez, de las nueve hijas, Clío sea la preferida de Mnemósine.

No hay comentarios:

Publicar un comentario